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'La manada' es el sistema

La indignación no nos cabe en la piel; de nuevo la palabra de una mujer es cuestionada, de nuevo la justicia patriarcal consuma la enésima violación de los derechos de las mujeres, y decimos de nuevo, porque pasa todos los días, todas las semanas, con mujeres anónimas cuyo juicio no genera expectación.

El caso de la violación de los sanfermines es paradigmático, pero la sentencia de la Audiencia Provincial de Navarra no crea precedentes, sino que constata una práctica habitual en la interpretación y la aplicación de las leyes; las decisiones judiciales no son nunca una aplicación mecánica de la ley, sino que pasan por el tamiz de la interpretación personal de quien las aplica, habitados y habitantes de una sociedad patriarcal impaciente y enojada con las mujeres, especialmente con las que rompen con los estereotipos asignados a su género.

La clave de la sentencia radica en la inaplicación de la violencia o intimidación como elementos definidores de la agresión sexual, con cuya apreciación la calificación jurídica hubiera pasado de abusos a agresión sexual. Hay muchas formas de ejercer la intimidación y la violencia, pero en este caso la intimidación fue muy grave, brutal: cinco machos que utilizan su fuerza y su presencia física para anular la libertad de una joven de 18 años y doblegar su cuerpo. No es una intimidación clara, grave, invencible y suficiente para hacer innecesaria la resistencia de la víctima?

Cómo y cuánto las mujeres deben resistirse para salvar las pruebas del patriarcado: oponiendo resistencia física? Cerrando las piernas, la boca? O quizás emulando a Maria Goretti, para ser sometidas, violadas y hasta asesinadas?

Han transcurrido apenas veinticuatro horas desde que se diera a conocer la sentencia; la violación en grupo extraviada en la burocracia judicial, y la repugnancia y la vergüenza de un voto particular de doscientas treinta y siete páginas, han provocado indignación, ira e impotencia, emociones que están presidiendo los primeros análisis: se habla de inhabilitar a los magistrados que dictaron la sentencia y de modificar el Código Penal.

Falta el suficiente sosiego para hacer una valoración serena, pero quiero hacer un primer apunte: posiblemente una modificación del Código Penal, tantas veces retocado y maquillado en estos delitos, mejoraría la aplicación judicial de la violencia sexual pero no sería suficiente: la vieja justicia y el patriarcado continuarían encontrando resquicios contra las mujeres, como está pasando en buena medida con la aplicación de la ley integral contra la violencia de género.

Aprovechemos el momento histórico, la catarsis y la movilización masiva del último 8 de marzo, la constatación de que una generación de mujeres se ha despertado. Estamos en guerra y el campo de batalla es infinito, pero hagamos de la sentencia un catalizador para deconstruir el sistema jurídico, superemos el falso universalismo, acabemos con el supremacismo masculino y desalojemos al patriarcado del poder.

Eppur fue violada.