Al final del primer trimestre de 2024 podrían celebrarse las elecciones autonómicas vascas. El lehendakari Iñigo Urkullu, que es quien tiene la potestad para convocarlas, no da pistas sobre su posible adelantamiento. Puede convocarlas junto a las europeas, pero eso significaría una mezcla turbulenta para los intereses del hasta ahora partido hegemónico vasco.
El PNV, que ha gobernado Euskadi desde la transición con la única excepción del periodo 2009-2012 con el PSE de Patxi López en Ajuria Enea, ha perdido fuelle en los recientes procesos electorales. Tras las generales de junio, y la inmensa pérdida de votos, saltaron todas las alarmas en Sabin Etxea. Un burukide, miembro del Euskadi Buru Batzar, su órgano ejecutivo, explicó que eso se debía a la “fatiga de materiales”.
Para solucionar la “fatiga de materiales”, burukides sesentones decidieron que el problema era el sesentón Iñigo Urkullu, a quien proponen sustituir por el cincuentón Imanol Pradales, un perfecto desconocido en amplios territorios de la comunidad vasca.
El sociómetro del Gobierno vasco asegura este mismo mes de diciembre que el 67% de los ciudadanos vascos aprueban la gestión de Urkullu y que este es, además, el político mejor valorado.
Hace unos meses un alto cargo del PNV aseveró: “Urkullu ya no nos da votos”. Consecuencia, el EBB pide al lehendakari que renuncie a presentarse, éste se niega, y se arma la tremolina. No hay lugar a más debate. Empujan la candidatura Pradales, pero sin cambiar de género. Siguen la línea hombre y del Athletic.
A algún miembro prominente del partido la situación, por lo tensa, le recordaba la escisión de la época del lehendakari Garaikoetxea, cuando el PNV empujó la candidatura de Ardanza para sustituir al navarro.
Tras el terremoto interno, vinieron los abrazos de Sukarrieta. El sábado 25 de noviembre dieron la bendición privada a Pradales, al día siguiente llegó la bendición pública. Hay que lavar la ropa sucia en casa y luego enseñarla limpia a los vecinos. Esa ha sido siempre la costumbre del PNV. Así que, tras el lavado, llegó el 120 aniversario de la muerte del fundador Sabino Arana en Sukarrieta, momento adecuado para enseñar la ropa limpia. El lehendakari, y el propuesto a lehendakari, se abrazaron ante los focos de la prensa. Consejeros del primero felicitaron efusivamente al segundo. “Katea ez da eten”, dijo en el mitin Andoni Ortuzar, máximo cargo del PNV. La cadena no se ha roto.
Ortuzar se quejó en ese acto: “Somos un partido democrático, quizá excesivamente democrático”. El candidato del PNV tiene ahora un camino de elección interna, pero presumiblemente será el único candidato, así que la elección es segura. Luego vendrán las elecciones autonómicas, la hora de la verdad, y ese será otro cantar.
Urkullu no se presentará, y Arnaldo Otegi, de EH Bildu, tampoco. Son las fuerzas referentes del nacionalismo vasco. En los últimos tiempos los resultados de EH Bildu han hecho temblar al PNV, que intuye un cambio de ciclo. Pero para contrarrestarlo y para enfrentarse con garantías al cambio de ciclo no parece suficiente la sustitución de un candidato sesentón muy conocido y con resultados electorales bien contrastados por otro cincuentón al que casi no conoce nadie.
Una cincuentona, sólo cuatro años más que Pradales, y además mujer, fue la candidata del PNV en Vitoria-Gasteiz en las últimas elecciones municipales. Se llevó un varapalo tremendo. Quedó relegada al cuarto puesto y allí triunfó la candidata de EH Bildu, aunque la alcaldía la obtuvo el PSE con los apoyos de PNV y también del PP.
En San Sebastián el candidato cincuentón del PNV, Eneko Goia, perdió una enormidad de votos y casi fue alcanzado por EH Bildu. En la Diputación de Gipuzkoa, Eider Mendoza, candidata del PNV de 49 años, fue elegida diputada general de Gipuzkoa, pero, tras el terrible desgaste electoral, para ser elegida tuvo que contar con los votos del PSE y hasta del PP.
Así que no, no es la edad.
La clave posiblemente esté más en tratar de solucionar los graves problemas estructurales que van apareciendo con los años. Las polémicas sobre problemas reales, el mercado laboral, los servicios públicos, Osakidetza, el servicio vasco de salud, la vivienda, la educación, la pérdida de valores jóvenes que buscan su futuro fuera de Euskadi, etc., marcarán la línea de los nuevos tiempos preelectorales, aunque PNV y EH Bildu seguirán su propia dinámica de dominar el desarrollo nacionalista y aumentar las cotas de autogobierno.
El actual lehendakari ya explicó que “en un mundo globalizado la independencia es imposible” y, de hecho, el sociómetro del propio Gobierno vasco señala que sólo el 22% de la población está de acuerdo con la independencia, y eso en un momento en el que las encuestas señalan una victoria electoral de EH Bildu. Un 33% estaría de acuerdo o en desacuerdo en función de las circunstancias. Esas circunstancias varían, por ejemplo, según quién gobierne en España. José María Aznar favorece el apoyo a la independencia vasca. Pedro Sánchez favorece la unidad.
En las últimas elecciones generales, cuyo resultado tras la debacle de las municipales suscitó una tremenda preocupación en el PNV, que perdió más de 100.000 votos, resultó ganadora una fuerza no nacionalista, el PSE. Fue un resultado sorprendente que tiene una razón, el voto útil, el voto contra Vox y el PP, esa entente que en la época de Rajoy amenazaba pero no se concretaba, y que con Feijóo sí se ha concretado en gobiernos de coalición en múltiples comunidades.
En esas elecciones el voto que podía haber ido a opciones nacionalistas, derivó en un voto útil a Pedro Sánchez. El PNV cree que ese voto prestado volverá al redil. Pero, ¿y si no vuelve? ¿Y si el candidato socialista Eneko Andueza sigue la línea de Illa en el PSC? ¿Y si Pedro Sánchez toma como un reto personal las elecciones vascas y se implica con Andueza en conseguir reeditar el número de votos de las generales?
El voto en Euskadi parecía inamovible, pero las últimas elecciones, municipales, forales, generales, han dibujado un mapa diferente que ya se veía venir de elecciones anteriores. El voto se mueve, ya lo hizo en las generales de 2016 cuando Podemos fue la gran vencedora por delante del PNV, y lo ha hecho en estas últimas generales dando la victoria al PSE por delante del PNV y con EH Bildu pisándole los talones.
De hecho el PNV se encuentra ya en una complicada situación a la que no estaba acostumbrado, la de compartir la influencia ante el gobierno central con EH Bildu, que tiene un escaño más, en el Congreso de los Diputados. EH Bildu es una coalición que está dispuesta a hacer política y lo ha demostrado en los últimos tiempos. El hecho de que Arnaldo Otegi haya decidido no presentarse a lehendakari y deje la puerta abierta a una mujer limpia del estigma ETA, le permite acceder además a un voto transversal. Un problema más para el PNV.
Si a todo eso le añadimos que ese amplio sector que se mueve entre Sumar y Podemos, actúe con la suficiente inteligencia política que permita proponer una candidatura atractiva y en condiciones, el puzle electoral vasco puede dar un giro decisivo que descoloque seriamente a los actuales inquilinos de Ajuria Enea.
Es cierto que PNV y PSE llevan muchos años en gobiernos de coalición, son dos partidos que se entienden muy bien a la hora de negociar. Pero los números, los escaños, son los que finalmente deciden los gobiernos. El PNV ha puesto en marcha su propio manual de resistencia para encarar el nuevo tiempo. Sufre un “desgaste de marca”, como ha precisado Andoni Ortuzar.
Pero ese “desgaste de marca” no tiene por qué ser sólo achacable al actual lehendakari, en ese partido existe una clara diferenciación entre el poder ejecutivo interno, el del EBB, y el gobierno. Un “desgaste de marca” es un problema general que afecta a un partido que lo ha sido todo en la política vasca de los últimos tiempos.
Por eso Andoni Ortuzar, personalmente, se ha empeñado en mantener una novedosa agenda de entrevistas en diferentes medios, siguiendo la estela de Pedro Sánchez, tras la debacle de las municipales, una iniciativa la del presidente, por cierto, que tuvo la virtud de dar la vuelta al marcador. Lo mismo esperan en el PNV.