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Las manos rotas a martillazos: así descubrí cómo empieza el drama del Open Arms

Juan Cervera

Médico del contingente de la ONU en Mogadiscio —

Las vicisitudes de la vida me trajeron a Mogadiscio, capital de Somalia, uno de los países más inestables y pobres del mundo, con más de 30 años de guerras a sus espaldas. Aquí trabajo como médico de emergencias para una misión de pacificación de la ONU. Aquí también veo y oigo historias que me producen un nudo en el estómago y me hacen llorar por dentro todos los días. Me han enseñado que la avaricia humana es el motor, y la capacidad de hacer sufrir al prójimo el brazo ejecutor de las tragedias ajenas; y que al final todas se tornan propias.

Tantas desgracias me impulsan a profundizar un poquito más en las personas, en las guerras, en los genocidios y en las miserias de esta tierra tan castigada, pero a la vez tan rica, que es África. De este vasto continente rebosante de recursos provienen la gran mayoría de los rescatados por el Open Arms. El drama migratorio que se sufre en el Mediterráneo tiene un origen, tiene sus causas (en las que no voy a entrar), y tiene una razón, la del emigrado de escapar, a pesar de ser consciente que se juega la vida.

Os puedo asegurar que muchos huyen de ser niños soldados, de ser mujeres esclavas, de ser extorsionados para inmolarse, de ser perseguidas por ir al colegio, de ser mutiladas, torturados, de la hambruna, de la falta de oportunidad para dar a su familia un futuro mejor del que tuvo él, del que ha tenido ella. Un futuro que se asemeje algo al que has tenido tú.

Yo los veo, hablo con ellos, a veces hasta me permito el lujo de soltar una lagrimita, y tragar saliva mientras les cojo la mano o les doy un abrazo.

Mi compañero cirujano italiano contaba cómo se está especializando en manos destrozadas por las torturas en los campos de detención libios. Lo hacen a martillazos, pues es la manera más eficiente de arruinarles la vida y que dependan de ellos. La mayoría son niños y jóvenes menores de 25 años, son los que logran sobrevivir a semejante infierno.

De allí salieron los que ya llevan 14 días a la deriva.

Es curioso cómo ante la incuestionable responsabilidad histórica de Europa con África tras los años del colonialismo clásico, y el actual neocolonialismo expoliador disfrazado de progreso capitalista; no tengamos la más mínima decencia de desarrollar un programa común que afronte este fenómeno. Pero bueno, eso es política.

Lo que a mí más me duele de todo, más que la neutralidad de los actores internacionales, de los diplomáticos y políticos; e incluso más que el horror que ven mis ojos, es la mezquindad de la gente. La mierda que tengo que tragar todos los días en las redes sociales, de conocidos, compañeros, desconocidos, amigos y familiares a veces. ¡Qué amnesia histórica y qué falta de empatía con el que sufre! ¿Cómo hemos podido llegar a esto? ¿Qué hace que nuestra sociedad se quede impasible ante el naufragio de miles de personas inocentes en nuestras aguas, mientras nosotros nos bañamos en la playa?

Sin duda, lo que quiera que sea nos va a destruir, pues los retos que afronta la humanidad no son estatales ni nacionales; son retos globales. Y sin un equipo cohesionado, empático y cooperador no hay nada que hacer. Ya te lo digo.

Así que yo empezaría por dar a mi Cádiz natal la enhorabuena por ofrecerse a capitanear esta escuadra, todavía enclenque pero que se hará robusta con los apoyos de un pueblo generoso, transgresor y marinero. Que no se quede todo en chirigotas y pasodobles que así luego nos luce el pelo. ¿Cómo si no afrontaremos los cuplés el próximo febrero, si le cerramos las puertas del mar que nos dio la vida precisamente a aquellos que nos la trajeron?