La pésima gestión política del atentado del 11 de marzo de 2004 produjo dos movimientos decisivos en las elecciones generales celebradas tres días después, según la opinión dominante entre los especialistas: el aumento de la participación (cinco puntos más de lo esperado) y la concentración en la papeleta del PSOE de todo el voto contra el PP. Un sentimiento de indignación colectiva señaló al gobierno de José María Aznar como responsable de una mentira de Estado y terminó de decidir el vuelco electoral.
Sin duda, las legislativas del pasado 26 de junio darán nuevo trabajo a los investigadores en procesos electorales. Con el tiempo llegarán datos y tendremos perspectivas más afinadas sobre lo ocurrido, pero de momento voy a centrarme en uno de los factores que pueden haber influido en el resultado, si bien, en lugar de medir su efecto --un objetivo imposible con la información que tenemos por ahora--, intentaré comprenderlo repasando la información que los españoles consumimos durante los últimos cuatro días de campaña. Me refiero obviamente al relato mediático sobre el referéndum del Brexit y para entenderlo propongo al lector un pequeño juego de Scrabble mental (señalaré en cursiva las palabras con premio).
“Reino Unido decide hoy sobre su futuro y el de Europa”, titulaba El País en portada el jueves 23 de junio. Era la única de las grandes cabeceras nacionales que concedía el lugar principal al referéndum británico, mientras las otras se centraban en el escándalo de las escuchas al ministro del Interior en funciones. El marco informativo dominante era, por tanto, la corrupción. Resonaba detrás de cada información, salvo en RTVE que se negó a emitir las grabaciones. Mal escenario para el PP, peligrosamente parecido a marzo de 2004.
El viernes 24 las portadas se llenan con el resultado sorpresa de la consulta: “El referéndum británico obliga a una reconstrucción de la UE” (El País), “Ser o no ser europeos” (ABC), “Europa, en vilo por el voto del Reino Unido” (La Vanguardia), “La hora de Europa” (La Razón), “La libra se dirige haciala mayor caída de su historia” (El Confidencial). Los principales medios audiovisuales desplazan sus informativos a Londres para cubrir el histórico acontecimiento. Entre todos avanzan un nuevo marco perceptivo de incertidumbre, no sólo sobre el futuro del proyecto europeo sino sobre la situación económica mundial y española (“Los hogares esperan el 26J con más de un billón de euros en bolsa, fondos y pensiones”, titulaba astutamente El Confidencial).
La incertidumbre publicada se convierte en pánico al día siguiente, 25 de junio. El País dedica al asunto toda la portada (“El Brexit pone en jaque la unidad británica y el proyecto europeo”), un editorial largo (“Tocados, no hundidos”) y una entrevista a Tony Blair bajo el titular “La política insurgente puede tomar un país”. El Mundo abre más poético (“Reino Unido vuelve a ser una isla”) pero no deja de tocar la tecla en su editorial de portada (“El precipicio de la desunión europea”). Por su parte, ABC conecta con más claridad las dos votaciones (“El Brexit aumenta la incertidumbre a 24 horas del 26J”), La Vanguardia (“El gran reto de Europa”) subraya la crisis bursátil (“El pánico toma las bolsas y el Ibex sufre la mayor caída de la historia”) y La Razón invoca todos los demonios a la vez (“El populismo rasga la UE: el triunfo del Brexit pone en riesgo el proyecto europeo y hunde las bolsas”, “España también se juega su credibilidad”, “El Ibex pierde 67.189 millones en la peor jornada de su historia”). Finalmente, El Confidencial aborda las consecuencias electorales (“El Brexit dispara las alarmas en Podemos: munición a PSOE y PP contra el sorpasso”) y una de sus grandes firmas, José Antonio Zarzalejos, pide abiertamente “Un gobierno para el momento populista”. Los medios audiovisuales continúan la cobertura especial de la crisis europea. Por ejemplo La Sexta Noche, líder de audiencia los sábados (su etiqueta #L6NgoodbyeUK era la tercera más tuiteada de España a las diez de la noche, según TT España), dedica el tiempo principal de sus entrevistas y tertulias a discutir las consecuencias del Brexit sobre la economía y el empleo en nuestro país. Por si faltaban fantasmas, el paro. Un miedo apocalíptico domina la escena mediática.
Y llegan las elecciones del domingo con nuestras cabeceras recordando el famoso cartel de James Montgomery Flagg “I Want You for US Army” (1916). El País señala el problema y la solución: “España vuelve a votar tras un largo bloqueo y sin pactos claros”, “Entre el ajedrez y el boxeo” (tribuna de portada firmada por Juan Luis Cebrián, donde se asocia el patriotismo de Pablo Iglesias con la violencia para concluir: “Ojalá los votantes que se acerquen hoy a las urnas de la todavía joven democracia española no lo hagan sólo hinchados de fervor patriótico sino guiados por la voluntad de defender los intereses comunes, al margen de la rabia, la frustración o el miedo que alberguen en sus corazones”); El Mundo, idéntico: “España vota para romper el bloqueo”; ABC apela a la moderación: “España vuelve a las urnas en busca de un gobierno posible”; La Vanguardia, más prosaico: “Segunda oportunidad: Italia y España ganarán influencia en la UE con la salida del Reino Unido”; La Razón pone voz a la estrategia de campaña del PP, target incluido: “Todo voto es útil”, “Los españoles vuelven hoy a las urnas y deciden entre la estabilidad y el populismo”, “Los mayores de 44 años, claves en el desenlace electoral marcado por el Brexit”; El Confidencial: “Segundo asalto electoral: España acude de nuevo a las urnas”, “El Brexit resucita los viejos fantasmas de vencedores y vencidos en Europa”. Hay una apelación directa al votante para que detenga la hemorragia.
Un folioscopio es un taco de páginas donde se hacen dibujos consecutivos de forma que, al pasarlas rápidamente, se produzca ilusión de movimiento. Si el lector repite en alto las palabras subrayadas obtendrá una animación de los marcos de percepción que han dado sentido en los medios de comunicación a los últimos días de la campaña electoral: corrupción, incertidumbre, pánico y finalmente unidad. De un lado los referéndums (atención, Cataluña), la crisis y la desunión populistas; del otro España, la estabilidad y el gobierno posible. Como sabemos, el resultado de las elecciones otorgó al PP 700.000 votos más de los registrados en diciembre de 2015 (casi 50.000 más en Cataluña), dejó al PSOE prácticamente igual (aunque con menos escaños) y restó más de un millón de votos a Unidos Podemos. Todo un vuelco electoral que ninguna encuesta supo prever a tiempo.
De momento la relación entre estos discursos y prácticas no puede, tampoco aquí, pasar de afinidad electiva. Mucho menos servir como variable explicativa única de lo sucedido, y más con la poca información demoscópica que poseemos. Y absolutamente no prueba teoría conspirativa alguna. Los periodistas españoles cubrieron una noticia de indudable importancia y trasladaron a la población, intencionadamente o no, el sentimiento de “crisis histórica” que pudo producir lo que los especialistas norteamericanos llaman efecto rally ‘round the flag: frente a la amenaza colectiva, los símbolos de la unidad son más seguros y atractivos. Si estoy en lo cierto, los nuevos votantes de diciembre habrían regresado a sus respectivos hogares: los de Ciudadanos, al PP y los de Podemos, a la abstención.
En mi opinión, no estamos ante oscuras conspiraciones (como aquéllas tristes de marzo de 2004) sino ante un efecto de campo: los medios de comunicación imponen su lógica --antes comercial que periodística o política-- sobre la campaña electoral, un acontecimiento que por sí solo aumenta el consumo informativo. El Brexit añadió más polarización, más dramatismo y por tanto más negocio. Más visibilidad, más atención. Los periodistas, primeros consumidores de información, son víctimas y no responsables de la illusio de su propio campo. ¿Cómo podrían haber evitado transmitir el virus del miedo, en semejante coyuntura? ¿Quién habría escuchado a un tertuliano tranquilo, valga la antítesis, decir que la activación del artículo 50 del Tratado de Lisboa podría atrasar sine die la salida del Reino Unido? ¿Cuál habría sido su share?
El éxito del PP y el fiasco de Unidos Podemos tienen seguro muchas causas, no excluyentes entre sí (Jorge Galindo las ha resumido con tino): el misterio del voto útil, en el primer caso, y la difícil confluencia con IU o el pacto fallido de enero, en el segundo, son factores igualmente dignos de estudio. Pero la mediatización del Brexit es, por ahora, una hipótesis potencialmente capaz de explicar ambos fenómenos así como el monumental error de los sondeos electorales, que desde este punto de vista no sería tal (así lo ha apuntado el presidente de Metroscopia en El País del pasado 28 de junio).
En espera de los datos del CIS, que aportarán luz en este confuso panorama, haremos bien en no perder de vista la importancia del escenario mediático que configura el espacio político en las democracias contemporáneas. Y en prepararnos para él, como recomendó Franklin D. Roosevelt en el célebre discurso de aceptación de la presidencia de EEUU el 4 de marzo de 1933: “Lo único que debemos temer es al mismo miedo: un terror sin nombre, irracional e injustificado que paraliza los esfuerzos necesarios para convertir la retirada en avance”.