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Lo demás, “merde”

La corrupción, tal y como se muestra en la realidad más actual, desbordándolo todo y a todos, no sólo es un modo de latrocinio, es un amplio marco de contravalores profundamente anclados a las estructuras más icónicas de nuestro país. Se trata de un modelo cultural que prima los resultados y desprecia cualquier planteamiento ético. Hay toda una sociología de la corrupción que considera a ésta como un auténtico mecanismo de movilidad social, de salto de clase, una especie de fortuna a la que se puede tener acceso sólo desde una presencia activa, oportunista e inmoral. Tanto es así, que cuando un posible corrupto es objeto de investigación, no son pocas las muestras de solidaridad que suscita. Esas muestras de solidaridad son, sin lugar a dudas, parte del conglomerado cultural que posibilita la corrupción. 

Quizá uno de los casos más hirientes de esta solidaridad con los investigados por corrupción, sea el de los nuevos reyes de España, a propósito de los mensajes interceptados entre estos y el investigado López Madrid, a cuenta del gasto de los más de 30.000 euros de su tarjeta black.

Las palabras de ánimo y aliento de la reina Leticia hacia el yerno de Villar Mir no dejan lugar a dudas. “Nos conocemos…” ¿Qué es lo que conocen? ¿Hasta que punto llega la amistad y la confianza para que el conocimiento entre estos amigos justifique semejante acto de solidaridad? “… nos queremos…” ¿Acaso el afecto atenúa la responsabilidad pública del posible corrupto y de quienes se solidarizan con él? ¿Es el afecto de las personas con poder e influencia un parámetro admisible a la hora de arropar a quienes están acusados de corrupción? “… nos respetamos…” ¿Pero qué es lo que la reina Letizia dice respetar cuando muestra este cariño a quien ha sido encausado por corrupción? ¿Respeta a la persona? Pero no sólo, porque ese respeto lo expresa la reina tras una acusación. ¿Es que nos está diciendo que respeta también la acción, qué no es punible, que no es condenable?

Es hora ya de establecer un marco ético y legal que termine con las excepcionalidades de determinadas instituciones. Quien se solidariza con la corrupción y contemporiza con el presunto corrupto puede ser considerado cómplice de ese modelo cultural que acoge esta lacra.

La actitud de apoyo de los reyes ante estas acusaciones de corrupción desvelan el desprecio, al menos de doña Letizia, a quienes investigan, a quienes denuncian y a quienes soportan los estragos de la corrupción. ¿Qué es, qué significa “… lo demás merde”. ¿Qué es lo demás? ¿La justicia? ¿La ética? ¿La penosa situación de una sociedad depauperada, entre otras cuestiones por el asalto de la rapiña  de guante blanco y conciencia sucia?

Sin embargo, hay que admitir que tanto el investigado como el rey tienen razón en algo: “Vivimos en un país muy difícil”. Con el desempleo disparado, los ladrones campando a sus anchas y las cifras de la pobreza extrema en franco crecimiento, no todo el mundo podrá practicar yoga. Sobre todo los más empobrecidos. Lo sé porque los conozco, los quiero, los comprendo y los respeto. Quizá alguien, y no ellos, los más golpeados y desfavorecidos, deberían aplicarse la última parte de la frase de nuestra solidaria e inteligente reina.