Sin duda alguna la campaña #MeToo ha sido un elemento fundamental en la generación de conciencia frente a la situación de vulnerabilidad a la que estamos expuestas las mujeres y las niñas en todos los espacios y en todos los contextos, y claro es que las redes sociales, que han marcado un antes y un después en las reivindicaciones feministas, han facilitado su avance.
El #MeToo ha tenido tantas versiones, como contextos tiene el acoso y las agresiones que vivimos las mujeres, pero todas tienen algo en común: evidencian que no son casos aislados. Estas situaciones forman parte de un problema estructural y sistémico y que urge que la sociedad sea consciente de ello y reclame leyes y mecanismos eficientes que protejan a la mitad de su población. Es imperativo que se deconstruyan las estructuras que siguen sosteniendo esta realidad a través de mecanismos legales de prevención, especialmente en la educación.
Hemos sido muchas, muchísimas, las mujeres que hemos compartido en espacios públicos y privados miles de casos de acoso y agresiones. Hemos leído relatos de mujeres famosas, incluso de grandes iconos del empoderamiento, que se animaron a contar sus casos, así como relatos de muchas mujeres de a pie -de las que somos “normalitas”-. Relatos narrados desde y para todas las edades y espacios en los que nos movemos las mujeres; e insisto: en TODOS. Esta transversalidad global, como era de esperar, ha generado una ola imparable.
Aunque los negacionistas se empeñen en tapar el sol con un dedo, la luz del #MeToo está iluminando aquellos espacios tradicionalmente oscuros y, de manera muy útil, está alumbrando el camino para que las nuevas generaciones reivindiquen su socialización bajo el principio de no normalización de dichas conductas. Conductas que durante siglos habíamos incluido en nuestras narrativas como “normales” o como “el mal menor”, porque resistirse a dicha “normalidad” significaba la violencia, la exclusión o la muerte en demasiados casos.
Cuando las mujeres ilustradas de la época de Olympe de Gouges y Mary Wollstonecraft empezaron a hablar de los Derechos Humanos de las mujeres y de su papel como ciudadanas, las llamaron locas. Penalizaron de las peores formas posibles sus reivindicaciones, pero a día de hoy nadie se atrevería a dudar que las mismas marcaron un antes y un después en el desarrollo de los Derechos Humanos y la historia de la humanidad. Cuando miramos a estas mujeres y lo que hicieron en su momento, podemos imaginarnos como se verá el panorama actual dentro de tres siglos. Creemos, y por eso trabajamos, que sin duda todo este trabajo que hacemos merecerá la pena.
La llamada a nombrar nuestras experiencias de acoso y agresiones, que se inicio hace un año y que ya cuenta con millones de menciones, ha generado reacciones de todas las formas y colores como era de esperarse. Y bien conocemos quienes trabajamos con estos temas que no se harían esperar las estrategias para intentar invisibilizar, negar o desmentir, ridiculizar o menospreciar, esta caja de Pandora que abrimos y que no tendrá vuelta atrás.
El #MeToo, #YoTambien y su traducción en todos los idiomas se convirtió en un lazo conector que nos ha permitido dibujar el mapamundi del feminismo global. Un mapamundi que ya venía dibujándose desde las movilizaciones del Tren de la Libertad en España, el #NiUNaMenos en Argentina, el 7N y la masiva movilización de las mujeres de los gorros rosas en rechazo a la llegada del nefasto Donald Trump a la Casa Blanca, entre cientos de iniciativas en diversos países e idiomas.
Esta campaña de visibilización, concienciación y movilización, donde las redes sociales y las calles han jugado idéntico papel, ha conseguido en mayor o menor medida el inicio de cambios legislativos y la adopción de políticas públicas importantes. Pero igualmente importante es que las mujeres hemos desentrañado vivencias que nos han permitido sentirnos identificadas con otros millones de mujeres en cualquier lugar del mundo. Desde mi perspectiva como docente, considero muy importante el mensaje tan potente que está enviando a nuestras jóvenes sobre la no aceptación de estas situaciones y la necesidad de que tomen un papel protagonista en la construcción de su futuro.