Sumergidos en plena crisis de la Covid-19, no disponemos de un periscopio capaz de permitirnos ver no sólo la dimensión del drama, sino tomar suficiente distancia como para comenzar a ver sus consecuencias y aquello que deberemos haber aprendido cuando hayamos evaluado su efecto dramático sobre la vida de millones de personas en todo el mundo. No creo que estemos en condiciones todavía para establecer posibles escenarios de futuro, pero sí de poder empezar a analizar cómo los posibles efectos de esta pandemia van a interaccionar, reforzando o colisionando, con algunas de las corrientes que parecían empujar nuestra sociedad pre-Covid-19.
En este momento hay dos cuestiones que me parecen enormemente destacables y que pueden marcar el futuro de la humanidad, y destaco humanidad, puesto que el drama de la Covid-19 es planetario. La primera es que la lucha contra esta emergencia sanitaria sólo se puede abordar desde la ciencia. Hemos visto cómo numerosas iniciativas públicas y privadas han eclosionado para ayudar a sanitarios e investigadores en todo el mundo y cómo la necesidad científica de controlar la pandemia ha llevado a alterar dinámicas sociales y la economía mundial. Se ha demostrado que el progreso de la humanidad está en manos de la ciencia. Sólo hay que pensar en la alternativa que podemos entrever en aquellos países en los que se ha dudado o no se han podido seguir las medidas recomendadas por los científicos.
La demostración de la evidencia científica debería tener dos consecuencias claras: por un lado, debería consolidar el carácter estratégico que la investigación científica y el desarrollo tecnológico deben tener en el futuro de cualquier sociedad y país. Por otro, debiera desacreditar y hacer desvanecer posiciones que han buscado engañar a la sociedad como recientemente los movimientos antivacunas y terraplanistas. De hecho, será la apuesta decidida por la ciencia la que permitirá abordar la agenda 2030 que en el fondo no es otra cosa que una nueva declaración de los derechos humanos.
La segunda cuestión que me parece enormemente destacable es que probablemente esta crisis de la Covid-19 vendrá a acelerar y finalmente consolidar la transición de la sociedad industrial a la sociedad informacional como predijo el profesor Manuel Castells en 1996 en su trilogía “La era de la información”. Hemos visto cómo gracias a la tecnología e internet muchas empresas e instituciones han podido e-trabajar y por consiguiente no han cerrado su actividad durante el periodo de confinamiento de la población. Esta capacidad para trabajar y reunirse en remoto que ha sido bien demostrada tiene un vector que marca una dirección definitiva. Ha sido precisamente en el campo de la educación y muy especialmente en el de la educación superior en el que el impacto puede haber sido irreversible.
Haciendo de la necesidad virtud, la educación on-line se ha convertido en imprescindible por lo menos para acabar el actual curso académico. Desde 2013, España se sitúa a la cabeza del elearning en Europa, siendo además el primer 'productor' europeo de cursos en línea masivos y abiertos (MOOC). Aunque las universidades españolas que han hecho una opción clara para la educación on line se dirigen sobre todo al ámbito del aprendizaje a lo largo de la vida, es decir un segmento de estudiantes que no se corresponde con la gran mayoría de los estudiantes de las universidades presenciales, la crisis actual obliga a redirigir los esfuerzos para este tipo diferente de estudiantes.
En estos momentos, instituciones y redes universitarias internacionales de referencia como la UNESCO, la IAU, la ICDE y EADTU están organizando campañas para promover el elearning como alternativa a la educación presencial en tiempos de confinamiento. Aquí, en España, junto con la UNED, la UOC ha diseñado a instancias del Ministerio de Universidades y la CRUE el portal «Conectad@s: la universidad en casa», una plataforma con contenidos útiles para la formación online a disposición del conjunto de instituciones educativas del país.
Además, la UOC ofrecerá de manera inmediata, desde Conectad@s y desde su propio portal, recursos de aprendizaje, actividades y cursos breves para el sector educativo y sus profesionales, de aquí y de cualquier parte del mundo. Nos sentimos muy próximos a las instituciones de educación superior con las que colaboramos en Iberoamérica. Compartiremos nuestro know how en elearning porque esta crisis nos apremia a transferir el conocimiento que tenemos para ayudar, acompañar y asesorar a quienes lo necesiten.
La sociedad del conocimiento, la sociedad en red formulada por Castells, la transición hacia la sociedad informacional, nos exige trabajar para el bien común en orden a alcanzar los objetivos colectivos de conseguir un planeta sostenible y unas sociedades críticas, justas y equitativas. Este es el motor que ha guiado a la UOC en estos 25 años de existencia -que se cumplen el próximo día 6 de abril- y que nos va a guiar en el futuro. Como escribía recientemente nuestra egresada Marta Rebón, ‘hoy, lo concreto son las mascarillas y los respiradores, pero también las buenas preguntas’. Y éstas sólo surgirán apostando por el conocimiento y su creación, difusión y multiplicación a través de la potencia, entre otras, de la red y del elearning.
Deberíamos pensar que jamás en el pasado la humanidad pudo afrontar una pandemia con el bagaje científico y tecnológico actual y ello nos obliga a pensar también en positivo y aprovechar el momentum.