¿Por qué Montoro? ¿Por qué Madrid?
El Ayuntamiento de Madrid no está intervenido. En realidad, el Ministerio de Hacienda le ha pedido al Ayuntamiento que le envíe un Plan Económico y Financiero (PEF) porque los tres anteriores no fueron de su agrado, le ha dado un plazo para hacerlo, le ha pedido que consigne una cantidad –ya lo ha hecho- que es la que calcula el Ministerio que es lo que se sobrepasa de la regla de gasto y que le explique sus movimientos. No hay intervención y su situación es parecida a la que tenía el año pasado. En este contexto no es fácil entender el revuelo y la campaña de comunicación que ha montado el Sr. Montoro sobre este asunto, salvo que tenga intencionalidad política. Hay que preguntarse por qué.
¿Qué está en disputa? La solvencia. Cuando las candidaturas del cambio accedieron a los ayuntamientos lo hicieron con la bandera de acabar con el despilfarro y la deuda. Después de dos años en esos ayuntamientos el problema es la tesorería; que el Ministerio no les deja gastar lo ahorrado por su buena gestión. En muy poco tiempo los ayuntamientos han sido capaces de gastar y de recaudar mejor y, por tanto, de reducir la deuda. Manuela Carmena ha conseguido un superávit anual de mil millones, ha reducido la deuda un 40% y ha aumentado las inversiones en un 70%. Igual ha pasado en Barcelona, Cádiz o Valencia; y en Alpedrete, San Fernando de Henares o Pedrezuela. Así hasta casi ochocientos consistorios. Para hacerlo no se han aplicado grandes teorías económicas; ha bastado algo de sentido común y honradez: pedir tres presupuestos para ajustar los precios y ampliar el número de empresa que concurren. No es cuestión de nombres, sino de la forma de gobernar.
¿Dónde está el problema? En la comparación. El gobierno de Rajoy lleva años sin cumplir sus previsiones y gestionando mal, pero no se notaba hasta que ha habido posibilidad de comparar. El caso de Madrid es claro, mientras Manuela Carmena disminuye la deuda, Cristina Cifuentes la ha hecho crecer en 5.500 millones de euros, más de un 20% desde que gobierna, además de incumplir con el objetivo de estabilidad.
La comparación macro no la sostiene el PP y la micro, la que se percibe en la calle, tampoco. En Madrid, frente a colegios que no se terminan a tiempo, el Ayuntamiento construye centros infantiles; frente a una contratación en cultura a dedo del 75%, una contratación pública de libre concurrencia del 80% en el Ayuntamiento. La cuestión de fondo es que el Partido Popular tiene una propuesta política y de gestión pensada para hacer grandes y costosas infraestructuras: autopistas radiales, trenes de alta velocidad o aeropuertos –de aquí vienen sus problemas con la corrupción- y los tiempos y la vida cotidiana lo que requieren es mejorar los trenes de cercanías, la eficiencia energética de los edificios y el arreglo de centros escolares. Y esto, no saben o no quieren hacerlo.
¿Por qué al Ayuntamiento de Madrid? Por Manuela Carmena. La alcaldesa es la referencia de la buena gestión de los municipios en la agenda nacional. Y si cala que los municipios están gobernando bien, significa que también se podría extender el buen gobierno a Comunidades Autónomas y Gobierno central. Al PP le conviene mantener la dialéctica estrecha en el que el eje izquierda-derecha equivale a utopía-gestión; cuando los ayuntamientos del cambio introducen el eje arriba-abajo y además demuestran una mejor gestión, el panorama cambia demasiado. Si al PP imputado como partido, invadido de corrupción y con una propuesta política que aumenta la desigualdad y la incertidumbre, se le cae el mito de “gestor”, no le queda nada. De ahí su obsesión con Manuela Carmena.
Es casi seguro que el gobierno central y el Sr. Montoro van a seguir intentando asfixiar a los ayuntamientos e instalando la idea de que no cumplen las normas frente al partido que alimenta los sumarios judiciales. Les va el poder en ello y por eso no dejarán de usar ni una sola de las herramientas del estado para eliminar la competencia “desleal” que les supone una gestión eficaz y responsable que gobierna para los ciudadanos. No hemos venido a saltarnos las normas, sino a cambiarlas.