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¿Qué vamos a necesitar para salir del agujero?

Interior de una mina en México
4 de diciembre de 2020 06:00 h

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Nos hallamos en el medio del camino de la vida, atravesando unos parajes en los que reina una incertidumbre como jamás antes habíamos conocido. Hace solo pocas semanas no sabíamos realmente la profundidad del agujero en el que seguíamos cayendo; hoy parece que hemos tocado algo así como un suelo. Dado que estamos en un agujero, el sentido común apunta a que lo primero que hay que hacer es dejar de cavar por nuestra cuenta. Esta aseveración es tan obvia como inadvertida por algunos de nuestros líderes.

No tenemos nada garantizado, por lo que conviene tomarnos lo que viene, que es la vida, como un oficio del que nos ocupemos seria y conscientemente. La inercia de dejarse vivir no es una alternativa válida.

Ayer pregunté a medio centenar de empresarios y directivos, de todos los sectores económicos, incluidos líderes de los medios de comunicación, ¿qué desean encontrar en las personas que van a contratar en los próximos meses? Quizá sus respuestas nos ayuden, como el hilo de Ariadna sirvió a Teseo para salir de su laberinto.

“Automotivación, compromiso, adaptabilidad, actitud, aspiraciones, capacidad de sufrimiento o proactividad” manaron como los primeros borbotones. Suena a lista ingenua y poco sutil, pero denota lo que hoy no nos sobra en absoluto.

“Ganas de aprender y comunicar; inteligencia digital y que miren con ojos 4.0; análisis, manejo y explotación de datos”, son respuestas que apuntan a que las cosas han cambiado y no van a parar de hacerlo. Manejar con cierta soltura las herramientas apoyadas en las distintas  inteligencias artificiales ha devenido más básico que hablar “global English”.

“Afabilidad, empatía, saber escuchar, ser directos y valientes o humildad” nos recuerdan que hay rasgos de nuestros comportamientos que van más allá de las formas: se trata de los valores, que son tan perennes como los anhelos humanos, y que son los que justamente dotan de sentido y contenido a esas formas educadas y respetuosas que reclamamos. Seamos sinceros y contestemos frente a un espejo: ¿cuántas veces nos quejamos de que las formas son inaceptables, cuando lo que no nos gusta es realmente el fondo de lo que nos han dicho? ¡A por las formas, pero por el contenido! La corrección política es casposa y rancia.

Volviendo al agujero, profetizar acerca de lo que va a pasar nos puede entretener, pero no sacar de dudas; lo que quizá resulte más provechoso es extender hacia el futuro tendencias que ya apreciamos en el día de cada día y que afectarán a la fisonomía de nuestros trabajos: la simbiosis ser humano y máquina adquirirá nuevos contornos, unos más híbridos (en los que las personas complementan a las máquinas o la inteligencia artificial amplifica poderosamente a la inteligencia humana); y otros netamente humanos (como dirigir, crear, juzgar o perdonar y olvidar) o puramente automatizados (tramitar, proyectar o adaptar). 

El futuro, si cabe, será aún más online, porque el presente ya lo es; eso exigirá de cada uno de nosotros que vivamos con más plenitud nuestra vida offline, la alternativa es que la virtualidad colonice a la realidad. ¿No estaremos olvidando que las cosas buenas sólo pasan en la vida real?

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