¿No vamos a ser capaces?

Directora de la Agencia Comunicación y Género —
10 de diciembre de 2020 22:53 h

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Llevo meses preguntándome si no vamos a ser capaces. Con los tiempos que corren, tenemos enormes retos por delante y es justo ahora cuando más necesitamos del feminismo y las estrategias que hemos podido crear (y las que hagan falta, las crearemos) para el dialogo, para el crecimiento en conjunto, para el avance de toda la sociedad.

Hablamos de transformaciones sociales que requieren de trabajo y compromiso por parte de todas. 

Hablamos del reconocimiento de las desigualdades y las carencias en esta sociedad democrática en la que creemos vivir, donde desafortunadamente falta mucho para que el concepto de democracia este completo.

Os lo digo porque ahora mismo tenemos una situación que cada día se hace más urgente y requiere de una clara intención y un gran compromiso para resolverla.

Seguramente muchas de las personas que ahora mismo me están leyendo conocen mi posicionamiento y trabajo en el feminismo, pero también doy por supuesto que muchas otras asumirán, como ha venido pasado en los últimos meses, que mis reflexiones responden a situaciones o posicionamientos políticos o partidistas. Nada más alejado de mis posiciones, que tratar de interpretar lo que digo a favor o en contra de uno u otro partido; sin entender que mi única militancia es con el feminismo. No he llegado hasta aquí en mi estudios y activismo feminista, ni he hecho más de 9.000 kilómetros desde la ciudad donde nací, para dejar que me condicionen lo que puedo decir o no.

Como el propio feminismo, mi trabajo continuo en aquellos países donde puedo aportar algo, y me duele mucho ver la división en el feminismo en España. Una división que va creciendo a diario, de tal manera que, en ocasiones, escucho discursos que me hacen pensar que se ha perdido, no solo el norte, sino los principios sobre los que un movimiento social y político como es el feminismo, se cimienta.

El patriarcado ha marcado las formas en las que se han “resuelto” los conflictos históricamente, creando divisiones y polarizando posiciones y nosotras no podemos caer en esa trampa. Solo hace falta mirar un poco por encima del telón de sus violencias, que ha ocultado la realidad de las luchas por la igualdad y la libertad durante siglos, para ver que ese no es el camino más adecuado para prácticamente nada.

Si algo hemos aprendido las feministas durante tantos años de trabajo, es la importancia de saber escuchar, del debate, de la capacidad para enfrentar nuestras diferentes posiciones, así como la pedagogía para entre nosotras abrir nuevos espacios de aprendizaje y crecimiento.

Llevamos años insistiendo en la necesidad de abrir las puertas y ventanas para que se ventilen todos aquellos espacios de pensamiento, en instituciones caducas y/o ancladas en los tiempos pasados. Es necesario que las nuevas generaciones tomen el relevo, que las grandes universidades, las grandilocuentes o reales academias, los sacrosantos foros de debate, el dogmatismo cerrado en posiciones vetustas, etc. Es un hecho que necesitamos que corra el aire allí…

Pero también, de la misma manera, es indispensable trabajar en la creación de más y nuevos espacios para nuestra formación y renovación dentro del Feminismo, esa que debe ser constante, tanto como el incesante cambio del mundo en el que vivimos, día a día.

Pero para eso es necesario que tengamos la valentía de pensar críticamente y asumir la ética necesaria para estudiar todas las áreas de pensamiento. 

Soy docente, y defenderé la capacidad del alumnado para determinar cuál es el camino que decide seguir. Considero fundamental que se puedan estudiar todas las teorías, sin discriminar las que no estén acordes con mi pensamiento o posicionamiento político, porque solamente a través del conocimiento profundo de estas, tendrán la capacidad de decidir si les son útiles o no.  Así es como seguiremos construyendo pensamiento.

Cuando enseñas a alguien los usos y el manejo de una herramienta, tu objetivo es que tenga la capacidad de usarla para su trabajo, pero no te puedes quedar siempre a su lado, cuidando que solo lo haga como tú le enseñaste. Tampoco podrás controlar que con base en la experiencia que vaya adquiriendo, no modifique su uso o su forma para mejorar los resultados. Así progresa la humanidad.

Yo me siento profundamente feliz cuando veo que mis estudiantes han ido consiguiendo progresar con los años, pues siento que de esta forma mi trabajo cumplió su propósito.

Pero para que este progreso sea fructífero, también tendremos que dejar de lado el mandato patriarcal de “mandar a callar”. No solo porque nosotras llevamos siglos sufriéndolo, sino porque dentro de esas voces que callamos y que son tan validas como las nuestras, también hay aportaciones necesarias para la construcción colectiva. Nadie puede pretender ser la persona X que manda callar la voz de otra.

Cuando observo los debates actuales me doy cuenta que no estamos poniendo en práctica la aceptación de la discrepancia, la posibilidad de estar de acuerdo en nuestros desacuerdos, y la necesidad de la escucha activa. 

Las redes sociales han sido una herramienta clave para el feminismo en estas últimas décadas, porque nos facilitaron no solo llevar nuestras voces donde difícilmente llegábamos antes, sino porque facilitaron la identificación de problemas globales dentro la cotidianidad de millones de usuarias en el mundo, entre otras cosas.

Pero compañeras, es importante seguir utilizando dichas redes a nuestro favor y tener cuidado para no caer en las trampas del sistema. La ridiculización, el menosprecio, el sarcasmo y el mandato de silencio entre nosotras, no puede tener cabida. 

¿Acaso no creemos en la capacidad de la demás de disertar, disentir, y adoptar sus propios posicionamientos? Ojo, que eso tiene un nombre y se llama dogmatismo. 

Personalmente, todo esto me ha pasado factura, emocional y profesionalmente y cada día me encuentro con más compañeras y amigas en la misma situación. Agotadas, desgastadas y en ocasiones, sin medios de subsistencia. Como dice mi querida Nuria Varela, Cansadas. Estamos cansadas.

Después de tantos años de formación, de trabajo y compromiso, he ido “perdiendo” (y este entrecomillado es porque finalmente yo sigo estando aquí) amigas y compañeras de lucha, porque se ha dejado que el estar conmigo o contra mí sea el filtro para definir quién es válida o no. No, eso no puede nunca ser así entre quienes compartimos la misma lucha.

Así mismo, estamos siendo muchas –no debería ser ni una sola- las compañeras a las que nos han cerrado las puertas profesionales, por no tener un “posicionamiento claro” en una línea o en la otra, como si solo existieran dos opciones: la roja o la morada. Una lista negra que censura a feministas parece ir elaborándose (silenciosamente o no). Justamente el sueño húmedo del machirulado, pero dentro de nuestra casa. 

Por supuesto que los temas que tenemos sobre la mesa del debate feminista son complejos y muchos ellos no dejaran de serlo.  Seguirán existiendo posicionamientos distintos, como los ha habido siempre, en relación a las políticas públicas y legislativas que se articulan. 

Y no hablo solo del proyecto de ley de identidad de género, también hablo de la necesidad de una ley contra la trata y la prostitución; hablo del cumplimiento de la ley de derechos sexuales y reproductivos; de la urgencia de políticas que amparen a las mujeres migrantes en situación de precariedad; de la necesaria perspectiva feminista en todos los cambios legislativos que se hagan con el actual gobierno, pero sobre todo de su cumplimento. 

No podemos obviar que su debate es muy necesario. Un debate sobre asuntos que están bloqueando el necesario avance feminista y que no pueden seguir esperando. La falta de un acuerdo, incluso en el desacuerdo, porque desgraciadamente nos siguen costando vidas y por ello requieren de acciones urgentes para su resolución.

Tenemos dentro del feminismo en España, tanto nativas como emigradas, a muchas de las grandes mentes del feminismo global, así que no me puedo creer que no vayamos a ser capaces de hacer una construcción conjunta que nos beneficie a todas siempre con la bandera de los Derechos Humanos como nuestra aliada.