Un nuevo apartheid ante una vieja comunidad internacional
Barcelona, a través de su alcaldía, ha suspendido temporalmente las relaciones institucionales con el Estado de Israel. Derivado de ello, se deja en 'standby' el acuerdo de 1998 de hermanamiento triangular entre Barcelona-Tel Aviv-Gaza.
El detonante ha sido la demanda de más de 100 organizaciones de la ciudad y cerca de 5.000 firmas. La decisión puede resultar controvertida y conviene explicar por qué la alcaldesa ha tomado esta decisión difícil, que ha sido calificada como “valiente” por la ONU, pero rechazada por otros grupos municipales como el PSC.
Vayamos a los noventa, años de esperanza. En el contexto de los Acuerdos de Oslo (1994) y la búsqueda de la paz entre Israel y Palestina basada en la convivencia y reconocimiento mutuo de ambos estados, los ayuntamientos de tres ciudades mediterráneas, Barcelona, Tel-Aviv y Gaza City, firmaron un acuerdo de amistad triangular (1998).
Este pacto buscaba una triangulación que abriera procesos de cooperación en las tres direcciones, al tiempo que impulsara desde el mundo local el entendimiento entre las partes en conflicto. Fue una muy buena iniciativa del equipo del alcalde Maragall, heredada luego por Joan Clos, que fue quien tomó la decisión por decreto.
Como se recoge en el informe enviado por el Ayuntamiento de Barcelona al Síndic de Barcelona, la cooperación entre Tel-Aviv y Gaza nunca llegó a prosperar. Mientras que las relaciones de Barcelona con Tel Aviv han sido durante este años más bien discretas. Barcelona, en cambio, sí ha acompañado a Gaza técnicamente, ha construido -y reconstruido- el Parque de la Paz de esta ciudad asfixiada, que el ejército israelí ha destruido ya en dos ocasiones, y hoy la apoya en el diseño urbanístico de su caótico frente litoral.
Durante el pasado diciembre, más de un centenar de entidades sociales y asociaciones con sede en Barcelona presentaron una petición al Ayuntamiento bajo el nombre “Barcelona con el Apartheid NO, Barcelona con los Derechos Humanos SÍ”. Solicitaban denunciar institucionalmente el crimen de apartheid contra el pueblo palestino, impulsar a las asociaciones israelíes y palestinas que trabajan por la paz en el territorio y romper los acuerdos de hermanamiento que Barcelona mantiene con el Ayuntamiento de Tel Aviv.
¿Por qué? Porque ya no obedecen ni al contexto ni a los objetivos con los que fueron firmados hace 25 años. Los colonos, como dice Salah Jamal, fundador de la Comunidad Palestina de Barcelona, han pasado de ser unos 20 mil a ser 750 mil en cientos de asentamientos en un proceso imparable de anexión de territorios y expulsión de palestinos.
La involución de la situación de 1998 a 2023 del pueblo palestino es más que evidente. Las oportunidades de paz a las que respondía el acuerdo triangular han desaparecido. La cooperación Tel-Aviv y Gaza es cero.
La comunidad internacional puede seguir poniéndose de perfil como hasta ahora, pero las ciudades (y Barcelona en particular) tienen una larga tradición de lucha contra las injusticias. Por eso, el gobierno actual, con su alcaldesa al frente, ha decidido desplegar una paradiplomacia eficaz por la paz en la región, a pesar de toda la presión que recibirá en contra y que ya conocemos.
Si tiramos la vista atrás, nos podemos hacer una idea de las consecuencias que tendrá. La historia de la lucha contra el apartheid sudafricano empezó con instituciones, medios y grupos de interés radicalmente a la contra, y tantos otros poniéndose de perfil. Aun así, la defensa legítima de los derechos humanos triunfó y hoy nadie dudaría de que luchar contra el apartheid fue, no sólo un acierto, sino una obligación histórica.
Después de los largos años de represión en Sudáfrica y su posterior aislamiento internacional ¿Estamos asistiendo a un nuevo apartheid? Además de Naciones Unidas, diversas organizaciones internacionales como Human Rights Watch, Amnistía Internacional y el propio Parlament de Catalunya han considerado que la situación de ocupación indefinida de los territorios palestinos puede considerarse un crimen de apartheid.
Hace una semana recibimos el escrito de 140 mujeres palestinas, abogadas, periodistas, académicas, defensoras de los derechos humanos, artistas y trabajadoras de la sociedad civil que reclaman poner fin al hermanamiento entre la ciudad de Barcelona y Tel Aviv, recordando que existen más de 65 leyes israelíes que discriminan a los palestinos y palestinas.
La cooperación internacional de Barcelona sigue una política pública llamada de justicia global. Una de sus prioridades son las ciudades palestinas, con las que se trabaja a través de ONG con sede en Barcelona y en cooperación directa entre equipos técnicos de los ayuntamientos de Belén (Cisjordania), Gaza City (Franja de Gaza) y los de Barcelona.
Sin embargo, parte importante de los proyectos para la mejora del nivel de vida y derechos de la población palestina han sido afectados directamente por las políticas de anexión y apartheid. Es más, las contrapartes habituales de las ONG catalanas que operan en Palestina han sido declaradas por el estado israelí como organizaciones terroristas. En 2022 distintos gobiernos europeos (entre ellos el español) denunciaron la falta de base jurídica de los tribunales militares israelíes en los procesos contra la cooperación internacional y el uso de la prisión política contra la población palestina.
En definitiva, quedarse de perfil mientras se cometan crímenes de apartheid es una opción. La opción de una vieja comunidad internacional. Que nadie ni ningún oportunista político crea que ponerse de perfil conduce a la paz.. Sin embargo, la comunidad internacional tenemos responsabilidades y podemos ejercerlas. Debemos construir una nueva comunidad internacional que así lo asuma en este tema y en tantos otros.
Por el bien de la paz y una solución basada en ambos Estados, Israel debe recibir la presión de la comunidad internacional que obligue al abandono de las políticas de apartheid y de anexión ilegal de territorios palestinos. Igual que se hizo en Sudáfrica. Cuando esto se produzca, las relaciones podrán reactivarse con toda normalidad.
Los hermanamientos son para utilizarlos para la paz. La Alcaldía de Barcelona ha suspendido (que no rompe) los hermanamientos con ayuntamientos como Tel-Aviv o San Petersburgo porque no sirven para la paz. Quizás después haga lo mismo con otras ciudades. Quién sabe.
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