Nutriscore, el semáforo de la alimentación saludable

Rafael Escudero Alday

Secretario general de Consumo y Juego y presidente de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) —

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El anuncio del ministro de Consumo, Alberto Garzón, en el Senado de poner en marcha en España el sistema de etiquetado frontal conocido como Nutriscore da respuesta a una demanda formulada desde hace tiempo por sociedades científicas, especialistas en nutrición, organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y asociaciones de consumidores europeas y españolas. Se trata de una herramienta que ayuda al consumidor a elegir alimentos más nutritivos y, a la vez, impulsa que las empresas de la industria alimentaria reformulen la composición de sus productos de forma más saludable en términos nutricionales.

Nutriscore es un sistema de etiquetado frontal de alimentos y bebidas envasados que funciona a modo de “semáforo nutricional”: establece una escala en cinco colores y letras que va desde los alimentos más saludables (en verde y con la letra A) hasta los menos saludables (en rojo y con la letra E), con tres escalas intermedias (en verde claro, amarillo y naranja). La calificación se otorga en función de parámetros negativos (sal, azúcar y grasas saturadas) y positivos (fibra, vitaminas y proteínas) por cada 100 gramos o 100 mililitros del producto.

Entre los diferentes sistemas que existen en la actualidad, Nutriscore es el que cuenta con los mayores consensos y avales científicos por ser el más intuitivo, comprensible y fácil de entender. Permite que, a la hora de decidirse por un producto, el consumidor tenga una visión general de su calidad nutricional sin necesidad de conocer otros datos o de acudir a otras fuentes para tomar la decisión.

Si miramos a los países europeos de nuestro entorno, es el sistema que ya se ha implementado en Francia, mientras que otros países como Bélgica y Alemania han anunciado su disposición a hacerlo en breve. Aun así, el principal problema con el que cuenta hoy todo sistema de etiquetado frontal en Europa es su carácter voluntario. A falta de una normativa europea que establezca su obligatoriedad, es decisión de las empresas del sector la de acogerse o no a un sistema de etiquetado frontal para los productos envasados.

Durante los años anteriores, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) ha venido trabajando con éxito no solo para ajustar el diseño de Nutriscore a los beneficios que aporta la dieta mediterránea, sino también para conseguir el consenso del sector de la alimentación y bebidas. Ya se ha recorrido mucho en este ámbito, pero ahora es momento de avanzar y de establecer un sistema único y uniforme que ofrezca certeza tanto a los consumidores como a los productores y que contribuya, como he señalado antes, a mejorar tanto la decisión del consumidor como la reformulación de los productos.

Con su aprobación y puesta en marcha, España formará parte del grupo de países europeos que demandan que la Comisión Europea acepte las recomendaciones de los científicos y de las organizaciones internacionales (la OMS es especialmente relevante en este sentido) y regule la obligatoriedad del sistema Nutriscore como política de salud pública nutricional.

Además, permitirá que España entre a formar parte de los órganos de control y seguimiento del sistema para trabajar en su constante revisión y mejora, en su mayor accesibilidad, así como en su adecuación a la dieta mediterránea y a los productos artesanales. De hecho, una de esas mejoras ya se ha producido gracias a la labor de la AESAN, que, en septiembre de 2019, logró que se modificara el sistema Nutriscore para que el aceite de oliva figurara en positivo. Un hecho que ha resultado decisivo para que este Gobierno decida implantarlo, ya que supone un respaldo al importante sector del aceite de oliva y un reconocimiento de su relevancia para la calidad de nuestra dieta.

Tanto los informes de organismos internacionales como aquellos con los que contamos en España muestran, año tras año, la necesidad de llevar a cabo políticas de salud pública dirigidas a reducir la obesidad y el sobrepeso, sobre todo infantil. A ello debemos sumar un elemento que preocupa especialmente: la obesidad y el sobrepeso infantil aumentan según disminuyen los ingresos familiares. Por lo tanto, es obligación de un Gobierno progresista la puesta en marcha de instrumentos que corrijan esta situación. No en vano, el compromiso de reducir el impacto de la comida con nulo valor nutricional –mediante medidas sobre el etiquetado, la publicidad y la fiscalidad– forma parte del pacto de Gobierno entre Unidas Podemos y PSOE.

Nutriscore es el punto de partida de una estrategia integral de promoción del consumo saludable y su implantación será reforzada con campañas de formación e información para que las personas consumidoras se familiaricen con el sistema y lo aprecien en su integridad.

En consonancia con esta perspectiva integral de salud pública, Nutriscore también afectará a otros ámbitos. La regulación de la publicidad de alimentos en horario televisivo infantil y en salas de cine, que actualmente está siendo objeto de revisión, elevará los estándares de restricción de los alimentos que no podrán ser publicitados en dicho horario. En este sentido, se podrá tomar como referencia, por ejemplo, aquellos que aparezcan mal clasificados en Nutriscore. Asimismo, este perfil nutricional se podrá utilizar para impulsar la compra pública de alimentos de calidad o para delimitar los productos que no puedan venderse en centros públicos, ya sea en comedores, máquinas expendedoras...

Finalmente, los perfiles de Nutriscore son un criterio validado científicamente para apoyar las medidas fiscales que se puedan adoptar dentro de las políticas de consumo saludable. La fiscalidad será una herramienta útil en esta estrategia integral, dado que puede servir tanto para desincentivar el consumo de productos con nulo valor nutricional como para estimular el consumo de productos saludables. Reducir el consumo de los productos menos saludables contribuirá también a reducir el impacto sanitario de enfermedades no transmisibles. Nos jugamos la salud pública en ello.