El ongi etorri del rey corrupto
Creo que la emoción confunde un poco a Ónega. No solo por la evidencia de que el rey emérito no salió perseguido por sus ideas políticas, ni tuvo que buscarse el pan fuera de España. Sobre todo por cómo ha vuelto. A lo que más se parece la vuelta del anterior rey es a un ongi etorri de los que se organizan en el País Vasco y en Navarra para recibir con fiesta y júbilo a los criminales de ETA que salen de la cárcel tras cumplir condena. Es obvio que hay diferencias de gran importancia, unas positivas a favor del rey emérito, no ha cometido asesinatos ni delitos de terrorismo, para los que, de haberlos hecho, tendría impunidad, según la peculiar interpretación de la inviolabilidad que se le asigna. Hay otras negativas, los etarras homenajeados han sido juzgados por sus crímenes y han cumplido condena. Lo que contrasta con la flagrante ausencia de responsabilidades judiciales al emérito por los abundantes delitos de corrupción que se le han detectado.
Hay más claros elementos de comparación entre esta visita real y los ongi etorri. La primera, la total falta de sentimiento de culpa y responsabilidad por su comportamiento delictivo, que tienen tanto los etarras como el rey emérito. La segunda, es la del comportamiento envilecido de la gente que les recibe y aplaude, y que bendice o ignora sus crímenes y delitos. Estas personas, y las organizaciones políticas y sociales que les apoyan, comparten mal que les pese más cosas de las que les gustaría. Los aplaudidores de Juan Carlos I y los de los etarras homenajeados, se consideran los únicos representantes de lo que ellos entienden por patria, siendo los demás traidores, tibios o cobardes. Comparten también, por tanto, la negativa a entender y a sentir el daño que sus patrocinados han causado y causan a la sociedad. Pretenden justificar sus delitos por el amor y sacrificio por la patria que el rey emérito y los etarras han practicado. Así, los asesinatos etarras o el soborno pagado por el rey saudí a Juan Carlos I, se convierten en efectos colaterales que palidecen ante sus servicios prestados.
Hay que añadir, que detrás de estas actitudes que pretenden convertir a los verdugos en víctimas y perpetuar la impunidad de los privilegiados, hay también intereses tan espurios como dañinos para la convivencia democrática. Los grupos que homenajean a los etarras se están homenajeando también a ellos mismos, están reivindicando el apoyo que dieron a los crímenes que cometió ETA, y están legitimando el uso de la violencia criminal como medio para obtener fines políticos. Los grupos que homenajean al emérito pretender convertir el privilegio en norma, no solo para cubrir los desmanes del rey anterior, también para exigir que en la práctica haya privilegios y aplicaciones distintas de la ley para gente como ellos. Están diciéndonos al resto de la ciudadanía que hay gente que tiene que tener más derechos que los demás, es decir, privilegios. En definitiva, quienes promueven y participan en espectáculos como el de Sanxenxo o como los ongi etorri, reciben y agasajan a gente a la que dan licencia para delinquir, pretendiendo imponer esa licencia, envuelta en la bandera, al conjunto de la sociedad.
Sin embargo, esas actitudes incívicas y totalitarias son resistibles, como lo ha demostrado, por ejemplo, la organización de víctimas del terrorismo Covite, denunciando sistemáticamente los ongi etorri hasta reducirlos al mínimo. Como lo demuestra el profundo reproche social que las prácticas corruptas del rey anterior llevan provocando desde hace años y que fueron la causa de su abdicación.
Continuar con la presión cívica para exigir la asunción de responsabilidades y arrepentimiento público a las organizaciones que apoyaron a ETA, es la manera de acabar con los indecentes actos de blanqueo del terrorismo que son los ongi etorri. Denunciar los delitos cometidos por el rey anterior y exigir la desaparición de la impunidad legal de la que se benefician tanto Juan Carlos I como Felipe VI, es la manera de enfrentar los intentos de extender el manto de los privilegios reales a los sectores sociales y organizaciones políticas que quieren que la desigualdad sea legal además de real.
Porque nadie debe ser homenajeado por asesinar y aterrorizar en nombre de una patria. Porque nadie debe serlo por defraudar y aprovechar su cargo para delinquir con impunidad. Porque nadie es más que nadie.
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