Este domingo la cifra de fallecidos en España por el COVID19 ha superado las 1.700 personas. Al principio de esta crisis, cuando las noticias venían de fuera mirábamos con distancia el problema (“esto no pasará en España”). Pero el problema ha llegado y es real. Nos toca a todos, y cada día con más fuerza. Las noticias de abuelos, de primas, de amigos, de madres afectadas a nuestro alrededor van a transformar por completo nuestra cotidianeidad y la manera en que transitamos por esta crisis. De ella no saldremos siendo los mismos. Por eso, ante esta situación de excepcionalidad, es importante tomar una decisión trascendente y sin dudar: frenar la curva y salvar vidas es frenar España, es parar el país.
No es posible frenar la curva, especialmente en las zonas más afectadas, mientras más de cinco millones de personas salen cada día a trabajar en nuestro país. Muchos y muchas son profesionales sanitarios, trabajadores de fábricas de mascarillas, reponedores y reponedoras de supermercados, transportistas, quienes recogen las basuras, lo que sostienen el transporte público: personas cuyos trabajos son imprescindibles para frenar la pandemia o hacer funcionar las constantes vitales mínimas de nuestra sociedad. La primera tarea es protegerles, proporcionando los materiales adecuados, garantizando la seguridad laboral y dándoles prioridad a la hora de hacer tests.
Pero también salen cada día millones de personas a trabajar en trabajos que no son imprescindibles: casi un millón de trabajadores de la construcción, buena parte de los más de dos millones del sector industrial, call centers, etc. En las zonas más afectadas de nuestro país como Madrid, La Rioja, Catalunya o Euskadi que están o pronto estarán en una situación crítica esto es simplemente insostenible. Si no tomamos más drásticas y paralizamos completamente la actividad laboral no imprescindible seremos incapaces de detener el vertiginoso avance del virus y nuestro sistema sanitario colapsará.
No es una razón menor que, a pesar de nuestros esfuerzos el virus también entiende de clases. No todo el mundo puede teletrabajar. De hecho, son los trabajos de menores salarios lo que menos pueden. Un Gobierno progresista debería tener como una de sus principales tareas proteger a los trabajadores de este país y no tratar a ciertos obreros como ciudadanos de segunda. Algunas grandes plantas del sector industrial, donde hay muchos trabajadores y organización sindical, han logrado parar la producción, pero el 70% de los 2,5 millones de trabajadores este sector en España lo hacen en pymes. En total son millones de trabajadores y trabajadoras saliendo cada día de sus casas, cogiendo los transportes, en riesgo de infección y a su vez con el consecuente riesgo de expandir el virus. Salir juntos de la crisis y cuidándonos empieza porque el Gobierno nos proteja a todos por igual y no reproduzcamos lógicas sociales profundamente clasistas.
Es una decisión complicada pero hoy nuestro primer objetivo solo puede ser el de salvar vidas sin escatimar esfuerzos. Somos conscientes de que esto tendrá graves consecuencias en la economía de nuestro país. Precisamente por eso, la recuperación social debe empezar hoy mismo.
Las medidas anunciadas por el Gobierno la semana pasada van en la buena dirección, pero no son suficientes. La gravedad de la situación, pero también el compromiso del BCE de controlar la prima de riesgo y la eliminación de la regla de gasto por parte de la Comisión Europea nos permiten remar más fuerte. Tenemos que asegurarnos que no se pierde ningún empleo, que nadie pierde su casa y que nadie deja de tener garantizado lo necesario para vivir: Prohibir los despidos, aprobar una suspensión de los alquileres en aquellos casos que el arrendador sea un fondo buitre, un banco o un multipropietario y establecer un Ingreso Básico de Emergencia para todos aquellos autónomos, trabajadores eventuales o sin contrato que van a ver afectados sus ingresos. Primero, porque eso va a permitir que los españoles y españoles afronten la dura prueba del confinamiento con la certeza y la tranquilidad de que no se encontrarán la pobreza al salir de sus casas. En segundo lugar, porque eso es lo que nos permitirá recuperarnos rápidamente mañana.
En el fragor de la lucha contra el Covid19, confinados en nuestras casas y preocupados por las noticias que nos llegan de familiares, amigas y las imágenes de los hospitales, estas son las tareas principales. Pero la infección pasará y entonces tendremos que centrarnos en reconstruir una economía en un estado de shock desconocido desde hace décadas. Pero después de esta lucha no nos encontraremos las ruinas que dejan tras de sí las guerras si no un motor parado que habrá que poner en marcha. Una vez frenada la curva tendremos que arrancar la economía. Para ello necesitaremos un nuevo Plan Marshall que financie un ambicioso programa de inversiones para iniciar una recuperación económica que afronte los grandes retos de nuestro tiempo, hoy eclipsados temporalmente por la lucha contra el Covid19: reducir una desigualdad económica y social intolerable, valorar y poner en el centro los cuidados que sostienen la vida y descarbonizar nuestra economía para frenar el cambio climático.
Para cuando salgamos de esta, la imagen no puede ser de derrota, sino de un país a la altura. Estos días a las 20h de la tarde, en las ventanas y balcones de todo el país se cruzan miradas de esperanza y valentía. Nos decimos los unos a los otros que “saldremos de esta juntos”. Cojamos esa fuerza y pongámosla en práctica para cuidar a nuestra gente. Porque hoy la única forma de cuidar España es parar el país.