París, Atocha y la ventana de Overton
Después de los terribles atentados de París, las fuerzas políticas en España se encuentran buscando su posición en un terreno muy complejo.
La reacción de François Hollande y su Gobierno ha sido -sin que esto tenga que entenderse como un juicio de valor, sino como una mera constatación de un hecho- muy similar a la que definió la doctrina Bush-Blair-Aznar tras el 11 de septiembre: Francia está en guerra contra el terrorismo. Francia será implacable. Francia devolverá “golpe por golpe” al Estado Islámico, en palabras del propio Hollande.
Inmersos en este clima y con las portadas llenas de saludos marciales, de barbudos sujetando el Corán y de cazas Rafale y Mirage despegando de portaviones con su carga de muerte, es natural que algunos de nuestros líderes políticos en España se sientan tentados de adoptar el mismo marco que ha elegido el presidente francés.
Quizás sus asesores les están diciendo que no hay nada más presidencial que declarar una guerra; que, en momentos de zozobra, el pueblo necesita líderes masculinos y fuertes que no duden en asumir el mando y apretar botones rojos; que un buen enemigo externo cohesiona a los ciudadanos en torno al poder y hace que se olviden de los problemas domésticos; o que, cuando la gente está en estado de 'shock', está también dispuesta a renunciar a los derechos, a las libertades y a la convivencia a cambio de seguridad.
Joseph P. Overton introdujo a finales del siglo pasado una idea que viene muy al hilo de todo esto: la así llamada “ventana de Overton”. Según el analista político, la opinión pública define la posición de la ventana; la cual -obviamente- va moviéndose con el paso del tiempo. Así, las ideas o propuestas que cayesen dentro de la ventana serían las que, en un momento dado, se considerarían sensatas, viables o aceptables entre la población; las que caen fuera, en cambio, serían vistas como radicales, irrealizables o utópicas y aquellos que las defendiesen tendrían muy difícil conseguir o mantener el poder por la vía democrática.
Pareciera que algunos de nuestros líderes están pensando en estos momentos que la ventana de Overton -en el asunto del terrorismo y los atentados de París- se sitúa en España más o menos donde la dibuja Hollande… que es más o menos donde la dibujaron Bush, Blair y Aznar al inicio del milenio. Quizás por eso parecen tan dispuestos a asumir el marco bélico y securitario, jugueteando con el “golpe por golpe”, con el miedo al otro y hasta con la restricción del uso de las redes sociales.
Si es así, si es este su análisis, no cabe duda de que no han entendido y no han aprendido nada.
Si una cosa nos enseñó el 15M, es que opinión pública no es lo mismo que opinión publicada y que el país oficial y el país real se parecen mucho menos de lo que a algunos les gustaría. El imprevisto terremoto electoral de las europeas tiene mucho que ver con que una muy joven fuerza política entendió y abrazó la amplitud de esta disonancia.
El 11 de marzo de 2004 y los días subsiguientes, así como el histórico rechazo a la participación de España en la guerra de Irak que se manifestó en las calles y en las encuestas los meses anteriores a esta fecha, son también momentos que conviene recordar.
Después del peor atentado de nuestra historia reciente, la reacción de nuestro pueblo fue inteligente, decente y ejemplar. Primero -inevitablemente-, el duelo, el apoyo a las víctimas y a sus familias y la condena más firme a los salvajes asesinatos y a los que los perpetraron. Al mismo tiempo, ninguna reacción xenófoba de calado. Más bien todo lo contrario: cierre de filas y unidad con la comunidad musulmana. Segundo, identificación clara de las verdaderas causas de lo que había ocurrido y rechazo masivo -como consecuencia obvia de este análisis- de las intervenciones militares como estrategia para acabar con el terrorismo yihadista.
Esto fue lo que pensó, dijo, hizo y votó España entonces. Aunque a algunos no les gustase demasiado, es ahí donde descubrimos que estaba la ventana de Overton hace ya más de una década.
Quizás este 20 de diciembre tengamos la ocasión de ver algo similar y la clave vuelva a residir en cuáles son las fuerzas políticas que escuchan lo que dice la ciudadanía y cuáles confunden la voz de la gente con lo que se dice en las portadas, en las tertulias de la televisión y en los Consejos de Ministros.