- Ecologistas en Acción responden al artículo de Esther Samper publicado el 28 de abril en este diario
En un artículo publicado en eldiario.es por Esther Samper el 28 de abril titulado “Los tres mayores patinazos del ecologismo sobre la salud humana (I): de espaldas a la física”, la autora, biotecnóloga, afirma que nunca se ha demostrado que la telefonía móvil o el wifi provoquen problemas de salud, sean capaces de provocar mutaciones en los seres humanos o cambios químicos en la materia y que “no existe absolutamente ningún estudio médico o poblacional que pueda demostrar que el uso de dichos aparatos causa cáncer u otras enfermedades”. Incluso cuestiona que “a pesar de estas evidencias científicas la OMS decidió pecar de prudente y clasificar estas radiaciones como posiblemente cancerígenos para los humanos”. Y afirma: “cuando el ecologismo se aplica de espaldas a la ciencia por una cuestión ideológica, se convierte en una religión envuelta en verde”.
Nos extrañan las afirmaciones de la autora, pues suponen ignorar numerosas evidencias científicas al respecto, que es lo que mueve a Ecologistas en Acción a pedir que se aplique el principio de precaución. Aludiremos solo a tres.
Alertan sobre la peligrosidad de las radiaciones electromagnéticas
Cuando la OMS realizó esta clasificación de las radiofrecuencias como posible cancerígeno en 2011 ya se había realizado el estudio europeo Reflex, que demostró la rotura de hebras simples y dobles de ADN en células expuestas a radiofrecuencias. Hardell había realizado un estudio epidemiológico que demostraba mayor incidencia de tumores cerebrales y neurinomas acústicos, un tumor benigno del nervio acústico, en personas con mayor uso del móvil. Entonces faltaban estudios con animales. Recientemente se han publicado dos muy extensos e importantes. El primero realizado por el Instituto Nacional de Toxicología de EEUU demuestra mayor incidencia de schwannomas (tumores benignos de corazón) y de tumores cerebrales –con menor evidencia– en ratas expuestas a radiofrecuencias. Esos resultados los ha replicado el Instituto Ramazzini que ha encontrado tumores de corazón y de cerebro en ratas expuestas a menores intensidades. Aclarar que los schwannomas afectan a las células de Schwuann, las mismas que se ven afectadas en los neurinomas acústicos encontrados por Hardell en humanos. Eso ha llevado a que, ante las demandas de numerosos científicos de que se aumente la clasificación de carcinogenicidad anterior, la IARC el organismo de la OMS que investiga sobre cáncer, haya anunciado recientemente que va revisar la clasificación que realizó en 2011 sobre radiofrecuencias.
En diciembre de 2018, el SCHEER, comité científico de la UE de salud, medio ambiente y riesgos emergentes, ha clasificado el aumento de contaminación electromagnética que se va a producir debido al despliegue del 5G (quinta generación de telefonía móvil) como un riesgo potencial para la vida silvestre de 3 sobre 3. Alude a que, al no estar bien estudiado previamente, puede producir consecuencias biológicas no deseadas.
Respecto al wifi, Martin Pall publicó en julio de 2018 un estudio científico que recopila referencias de numerosas investigaciones que demuestran que el wifi causa estrés oxidativo celular, daño espermático/testicular, efectos neurospsiquiátricos que incluyen alteraciones en el encefalograma, apoptosis (muerte celular), daños en el ADN celular, alteraciones endocrinas, alteraciones cardíacas y de la presión sanguínea y sobrecarga de calcio en las células.
Despliegue sin regulación
Cuando se desplegaron estas tecnologías ni siquiera existía una regulación. En 1999 se regularon contemplando solo los efectos térmicos que se producen por exposiciones agudas a corto plazo, pero miles de publicaciones científicas revisadas por pares alertan de que se están produciendo otro tipo de efectos por exposiciones crónicas en niveles miles de veces por debajo de los umbrales de exposición permitidos. Describen roturas de ADN, aumento de riesgo de cáncer, estrés celular, daños metabólicos y genéticos, daños en el sistema reproductor, déficits de aprendizaje y de memoria y efectos negativos en el bienestar general de los seres humanos, pero alertan de que el daño va más allá de la especie humana, ya que cada vez hay más evidencia de efectos nocivos tanto para las plantas como para los animales.
Desde el año 2000 se han producido más de 30 llamamientos científicos firmados por centenares de científicos y médicos de todo el mundo pidiendo a la UE, a la OMS y a la ONU que se aplique el principio de precaución o que detengan el despliegue del 5G. La misma Unión Europea en una resolución de 2009 alerta de que las aseguradoras ya están aplicando su propio principio de cautela al tender a excluir de las pólizas de responsabilidad civil los daños producidos por estas tecnologías.
Optimismo tecnológico y principio de precaución
El paradigma científico que defendía que solo las radiaciones ionizantes eran capaces de causar daño está en entredicho. Cuando la ciencia absolutiza un paradigma por cuestiones económicas o por una “fe ciega en la tecnología” deja de ser ciencia. Los científicos han tardado casi doscientos años en avisarnos de las consecuencias de las emisiones de carbono para el clima. En poco más de veinte años ya son muchas las alertas sobre los efectos de las tecnologías inalámbricas para la vida. Pasarán años para que las certezas sean completamente incuestionables, pero las asociaciones ecologistas siempre se han apoyado en la ciencia para garantizar que la tecnología sea compatible con la vida y han aprendido que el principio de precaución puede evitar daños irreparables que afecten a muchas generaciones.
Esther Samper, usando calificativos despectivos en relación al ecologismo ignora que lo que hace avanzar la ciencia es su capacidad para cuestionar sus propios paradigmas. Es curioso que incluya una cita de Marie Curie, porque es un magnífico ejemplo de lo que hablamos: Madame Curie descubrió el radio pero no era inicialmente consciente de sus efectos negativos. Es más, durante años el radio fue considerado y comercializado como fuente de eterna juventud, belleza y salud. Existían cremas, pintalabios, pasta de dientes, cerveza, chocolate, medicamentos, incluso balnearios radiactivos. También los rayos X se utilizaron inicialmente para la depilación femenina. Sin embargo, Marie y Pierre Curie, su hija Irene, las pintoras de relojes fluorescentes y muchos médicos radiólogos pagaron con su salud o con su vida el exceso de optimismo tecnológico del que la humanidad suele hacer gala. Solo años después se tomó conciencia de que el radio o los rayos X eran ionizantes y dañaban las células y se empezaron a tomar precauciones, no sin negacionismo, resistencia y escepticismo inicial por parte de la industria y a veces de los propios científicos.
Siempre es trabajoso cambiar un paradigma científico, más si puede perjudicar intereses económicos, pero eso es precisamente lo que hace avanzar a la ciencia y progresar a la humanidad.