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'Pavo, cállate'. De Rubiales, masculinidad y silencios

Luis Rubiales en una foto de archivo.
27 de agosto de 2023 21:22 h

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Nadie quedó indiferente tras la asamblea de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) en la que Luis Rubiales gritaba que no iba a dimitir al tiempo que repetía una retahíla de frases que podrían considerarse grandes hits del machismo atemporal como eso de que uno no puede ser machista porque quiere a sus hijas. El hombre del momento, que le ha quitado el protagonismo de las portadas a Daniel Sancho, nos abrió las puertas de la RFEF en lo que parecía una versión cutre de la serie 'Succession'. 

Como de la descripción pormenorizada de su discurso ya se han realizado infinidad de análisis en un corto espacio de tiempo nos centraremos aquí en atender las formas en las que se relacionan los hombres y el poder con el silencio. Una de las expresiones del poder masculino es la habilitación para controlar los silencios. Tener la capacidad de decretarlos así como de romperlos. Un hombre con poder puede acallar a una mujer y, si habla, asegurarse de que nadie la escucha. También puede solicitar el silencio cómplice de sus compañeros. Al “calladita estás más guapa” lo acompaña ahora un “calladitos somos más fuertes” que busca la inacción de los hombres como la herramienta clásica que siempre ha ejercido de garantía de las diversas opresiones en torno al género. 

El silencio y las mujeres

De todo este esperpento nacional se está creando la imagen de que Rubiales es un bonobo primitivo en una España progresista y respetuosa con las mujeres de tal forma que este tipo de conductas no pudieran producirse sin consecuencias. No es así. La complicada realidad a gestionar es bien distinta. Existen dos tipos de silencio para las mujeres en estos casos; el primer silencio, el de ser callada, y el segundo silencio, el que se produce cuando una vez hablas se te silencia para que no te escuchen. La posibilidad de imponer la dignidad de Jennifer Hermoso a ambos se produce auspiciada por el hecho de ser una ganadora.

Patriarcado y capitalismo son dos estructuras que se entrelazan en buena parte de las relaciones sociales. El capitalismo ofrece la dicotomía éxito/fracaso como herramientas delimitadoras de las posiciones de poder desde las cuales el patriarcado actúa. Al principio del caso Rubiales, todo este berenjenal aparecía en algunos medios como ‘polémica’. Quizás, si el repartidor de besos no consentidos hubiese sido un fan cualquiera se habría hablado de ‘actitud reprochable’. Pero que nadie dude de que si quien decidiera obviar el consentimiento de la futbolista fuera una persona que viviese en la calle se habría hablado desde el minuto uno de delito sexual.

El éxito (político, económico, deportivo,…) da licencia para imponer silencios. No es coincidencia que viésemos a Luis Rubiales defenderse a sí mismo alegando sus éxitos de gestión como argumento por el cual no pensaba dimitir. ¿Cuál es entonces el error estratégico que cometió Rubiales y que le va a impedir irse de rositas del abuso cometido? No percatarse de que él no era ya la única persona de éxito en el estadio. Jennifer Hermoso, así como el resto de la selección, acababa de acceder a una posición de éxito que logró a través del fútbol, uno de los grandes estamentos fundantes de la meritocracia patria. Junto con la estrella de campeona del mundo se ganó con las mismas normas de juego del capitalismo el derecho a elegir qué decir, cuándo decirlo, cómo decirlo y que se la escuchara. Si en algo tenía razón Rubiales era en pedir que España siga avanzando en libertades. Solo que en lugar de entender las libertades como la capacidad de hacer lo que te venga en gana, como entiende el suspendido presidente de la RFEF, convendría centrarse en mejorar la libertad de las mujeres de forma que si se ven en esta situación no necesiten haber triunfado en su campo para que se las defienda y se las escuche.

El silencio y los hombres

Mientras que en el fútbol femenino se ha escenificado una de las mayores muestras de aquello que el feminismo denomina ‘sororidad’, el fútbol masculino ha estado desaparecido. Hasta la inmolación de Luis Rubiales con su discurso echado al monte en la asamblea de la RFEF no se habían producido apenas apoyos de los hombres del mundo del fútbol en defensa de la selección femenina y de Jennifer Hermoso. Incluso después, los apoyos siguen llegando con cuentagotas. Ni qué decir tiene que Rubiales contaba con estos silencios. 

Algunos periodistas deportivos alegan que se produce el silencio porque son deportistas de élite cuyas palabras tienen mucha transcendencia y prefieren no arriesgarse a que se les malinterprete o entren en polémicas de las que luego no puedan salir. Si el motivo real fuese que prefieren no comentar públicamente nada que no sea estrictamente deportivo ¿qué justificación tiene que tantos de ellos apoyasen a Vinicius cuando recibió insultos racistas? Eso sí, quizás tampoco se manifestarían ante la prensa contra el racismo cuando se produzca de nuevo algo similar en otro deporte. Así que puede ser que se trate de un silencio que se deriva de no respetar verdaderamente el fútbol femenino al mismo nivel del masculino ni considerar a las jugadoras compañeras de sus homólogos masculinos.

Sin embargo, esa no es la única explicación. Ahora mismo debe haber muchos jugadores que hasta se muestren en privado molestos pensando “¿por qué tengo yo que hablar de esto? ¿qué tiene que ver conmigo?”. Para entender pensamientos tan obtusos hay que comprender un elemento básico de la masculinidad; el individualismo. 

En muchos casos el supremacismo masculino se articula como grupo frente a las mujeres, especialmente cuando ellas se organizan también como grupo para reivindicar derechos. Sin embargo, sigue siendo parte fundamental de la identidad masculina el individualismo. Incluso en los deportes de equipo, sigue habiendo esa sensación de que cada hombre es responsable de sus fracasos y triunfos y que, por lo tanto, a cualquier incidencia que pueda surgir le corresponde un abordaje en solitario. La manera de mostrar apoyo y complicidad en este caso se produce mediante el silencio. Si otro hombre de tu círculo se tropieza, se arruina, esnifa pegamento o le planta un beso en la boca a una jugadora de fútbol en contra de su voluntad la forma de apoyar que tienen muchos hombres es callarse. Sale casi de forma automática, se llega a un punto en el que se efectivamente no entienden que pueda haber alguien, en este caso media España, que esté esperando a que se posicionen públicamente.

Por muchos cambios en la sociedad en general y en los hombres en particular que haya provocado el feminismo, aún perviven restos de un machismo bien antiguo con elementos del franquismo sociológico. Me refiero a aquella máxima que considera a todo hombre soberano de lo que ocurra de puertas adentro en su propia casa. Y la casa de Rubiales eran los estadios de fútbol de toda España.

Por supuesto, nos podemos olvidar del otro principal tipo de silencio. En el mundo del fútbol es la zona de la sociedad española donde más parecidos podemos encontrar con un sistema de familias, capos y mafias. Es por ello que el otro tipo de silencio que estamos presenciando es el preventivo. Podríamos poner de ejemplo el comunicado del Fútbol Club Barcelona en el que jugaban al equilibrismo con tal de no posicionarse abiertamente en contra de Rubiales escudándose en que ya ha pedido disculpas. La realidad es que en su último discurso lo que hizo fue acusar de Jennifer Hermoso de mentir lo cual no parece una disculpa. Una vez caído Rubiales, seguirá habiendo en el mundo futbolístico un buen puñado de hombres que han venido utilizando sus posiciones de poder de la misma manera que Luis Rubiales que, por no ser tan visibles sus obscenidades, seguirán anquilosando el deporte una buena temporada más.

La espiral del silencio

¿Qué pretendía Rubiales con su incendiario discurso ante la asamblea de la RFEF? Trataba de forzar un reposicionamiento de muchos hombres. No le interesan las mujeres porque sabe que ya las ha perdido, de ahí que se tome la libertad de arremeter con el feminismo que él denomina falso. Su objetivo era animar a esos “hombres de bien” a que rompieran la espiral del silencio.

La espiral del silencio es un concepto propuesto por la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann. De manera simplificada, podríamos decir que consiste en la fuerza que tiene la opinión considerada mayoritaria de silenciar las opiniones minoritarias por miedo a la exclusión social. Usando lo ocurrido como ejemplo, resulta evidente que las opiniones y posturas de gran parte del mundo deportivo así como del espectro mediático y político han ido variando desde que se originó el problema. Algunos periódicos no le dieron importancia al principio hasta ver la repercusión y nivel de repuesta social a los actos de Rubiales. El propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, le estrechó la mano a Rubiales en la recepción a las jugadoras en Moncloa, hecho que no se contempla que se pudiera repetir ahora. 

Ha sido la abrumadora respuesta social afirmando que el cuerpo de las mujeres no es territorio de conquista ni premio de celebración lo que ha condicionado que se forme una mayoría de apoyo a Jennifer Hermoso y un silenciamiento de las voces más rancias. “Hay mucha gente, que aunque silenciada, me está apoyando”, dijo Rubiales en el que podría haber sido su discurso de investidura como nuevo líder de Vox. Era su forma de intentar romper la espiral. Le estaba diciendo a quienes le apoyan que, a diferencia de la larga lista de asuntos turbios en los que se ha visto implicado, para salir de este marrón iba a necesitar algo más que el silencio cómplice masculino. Rubiales necesita que sus respaldos salgan de sus respectivas cavernas le formen un pasillo, tan típico del mundo futbolístico, y le saluden agarrándose los testículos en señal de fraternal respeto.

El que debió ser un discurso de dimisión se convirtió en una especie de declaración de guerra cultural. Lo que no sabe Rubiales es que ya la ha perdido. Los suyos habrán roto el silencio con sus aplausos, pero ellas tampoco se van a callar a partir de ahora ni media palabra.

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