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Cuando pensemos en prohibir, reflexionemos sobre la necesidad de educar

Un niño usando el teléfono móvil y una tablet.

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El mundo digital no fue creado ni por ni para la infancia y esto no es nuevo. En su momento, les invitamos a entrar sin darles las herramientas adecuadas y adaptadas a su edad y madurez. Yo misma recuerdo haber aprendido a utilizar, antes que mi madre, el ordenador y el móvil con soltura, en una época en la que conectarse a internet requería bloquear la línea telefónica. 

Ahora, tras décadas de continuo y exponencial avance tecnológico, vemos el impacto que un uso sin acompañamiento puede tener y aparece como solución prohibir el acceso al móvil y a internet. ¿Es ese el enfoque de derechos de infancia y adolescencia? ¿Es esa la preparación para una vida que ya no podemos llamar analógica? Si llegamos al escenario en el que la prohibición es la norma, ¿no necesitaríamos educación digital? 

Para analizar cualquier materia que afecta a niños, niñas y adolescentes, es necesario hacerlo desde la Convención de los Derechos del Niño y de las Observaciones Generales del Comité de los Derechos del Niño. Esta visión proporciona la perspectiva necesaria especialmente cuando hablamos de prohibir y no hablamos de educar.

Tenemos que entender y compartir la preocupación de las familias, docentes, etc., ante estos nuevos retos en la crianza y educación de los niños y niñas. Sin embargo, las preguntas que quiero plantear aquí son: ¿se debe prohibir por ley que los niños y niñas tengan móvil o debe tratarse desde otros espacios?, ¿es la prohibición la única salida?

Por supuesto que cada uno tiene su rol. Las plataformas deben cumplir con los derechos de la infancia y adolescencia de la mano de las instituciones. Si asumimos que la infancia y adolescencia están en internet y disponemos de legislación en protección de la infancia que así lo establece, deben trabajar para que sea un entorno seguro, desde el propio diseño, pasando por el uso y contenidos, hasta los canales de reporte y denuncia. No pueden libremente exponerles a contenido que sea violento o sexual que no es apropiado para su edad. Todas las plataformas deben tener presente, cada día, que también son responsables de la protección de la infancia y adolescencia. 

Las familias y la escuela, desde diferentes perspectivas, deben dar ejemplo y acompañamiento. Sin embargo, esto no comienza en la adolescencia. Es necesario construir el apego, la confianza y el diálogo poco a poco, desde la primera infancia. Esto no solo cubre el entorno digital o la ahora llamada crianza digital, ¿por qué? Porque debemos liberarnos del mensaje de que la crianza digital está separada de la crianza “tradicional”. Tampoco está separada de la educación afectivo-sexual o de la educación desde el respeto de derechos. Todo lo digital plantea nuevos retos, como una piedra más en el complicado camino de educar, pero internet y las tecnologías son utilizadas por personas, al fin y al cabo, a veces con buena intención, otras con mala y, en ocasiones, sin darse cuenta de las consecuencias de sus acciones. Precisamente por eso, la educación sí que contribuirá a tener las herramientas adecuadas para poder afrontar la vida en todas las etapas, y la vida hoy también es tecnológica. 

Esto no quiere decir que la educación no esté compuesta por límites y normas. Esto no quiere decir que sea bueno o adecuado que un niño de 3 años esté expuesto a una pantalla. Por el contrario, sí implica preparar progresivamente a los niños, las niñas y adolescentes, con nociones como la privacidad, el riesgo de contactar con extraños, enseñar alternativas a la tecnología y una vida saludable, etc. Estas mismas nociones que parecen sencillas, ¿las tenemos claras las personas adultas? 

La prohibición, los controles parentales, etc., si bien pueden parecer una buena solución, no son educar, se encontrará la manera de evitarlos y son un parche temporal. La prohibición no va a acompañar desde la infancia a la etapa adulta y no va a enseñar a abordar una vida que, repito, está claramente marcada por la tecnología. La prohibición no va a hacer que desaparezca el problema a los 14 o a los 16 o a los 18 años. Aquello que sí puede ayudar es favorecer que desarrollen herramientas propias y un pensamiento crítico, que sepan que pueden pedir ayuda, que aprendan a encontrar motivación, curiosidad, entretenimiento fuera de una pantalla y una red social. Al final se trata de velar por su educación integral, por que participen en las decisiones que les afectan, por que accedan a información fiable y de calidad, por su privacidad, por su desarrollo de capacidades, por la no discriminación y por una larga lista de derechos más. 

¿Hay algo más? Por supuesto que sí. Hace poco me planteaban si poníamos siempre el foco en las víctimas de violencia online. Por supuesto, no solo debemos poner el foco en los niños, niñas y adolescentes. Se debe prevenir que cualquier persona que pretenda agredirles y que rinda las cuentas cuando lo intente o lo consiga. Por supuesto que se debe perseguir a quien abusa sexualmente de niños y niñas, físicamente o por internet. Por supuesto que se debe intervenir para que no lo vuelvan a hacer. Sin embargo, debemos asumir que internet, así como la vida, nunca será 100% seguro. Ofrecerles conocimientos suficientes para auto protegerse tiene un gran valor, no lo subestimemos.  

Ahora bien, ¿disponemos de lo necesario para esta tarea? Para poder enseñar desde la familia, la escuela y demás ámbitos es obligación de las administraciones públicas proporcionar todas las herramientas necesarias, pero deben ser útiles y accesibles. Aquí llega el momento de la autocrítica. Se han desarrollado guías, cursos, recomendaciones, también desde la sociedad civil, pero estamos fallando en hacer llegar el mensaje.  Hemos fallado porque ante la necesidad de encontrar lo que es mejor para los niños y las niñas, llegamos a la conclusión de que la única vía que nos queda es prohibir. Por eso seguiremos trabajando para dar con la respuesta, analizando y proponiendo soluciones en clave de política pública, de programas, de herramientas que contribuyan a abordar el problema. Eso sí, desde el enfoque de derechos de infancia y adolescencia. 

Los Estados deben proteger a la infancia y adolescencia a través de sus instituciones, legislación y políticas públicas. Esta protección no puede ir en detrimento del resto de derechos de la infancia y adolescencia, sino que debemos encontrar el equilibrio para cumplirlos de la mejor y más extensa forma posible. En la vida analógica y en la vida virtual, que son la misma. 

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