El 5 de junio, un editorial de El País cargaba contra el “magma populista y radical formado por Podemos e IU”, una “opción rupturista” que parecen hoy preferir muchos votantes “exasperados por la crisis económica y política”. Los beneméritos guardianes de nuestra ingenuidad tienen que advertir frente a “esa impostura que puede costarle muy cara a la sociedad española” (“Una gran impostura - El centro izquierda retrocede ante la pinza del populismo y el catastrofismo”).
Si algo debería hoy llamarnos la atención es el fenomenal estrechamiento de perspectiva política que ha ido afianzándose durante los decenios de profundización neoliberal que tenemos tras nosotros. Escribir PPSOE no es una broma, sino una apretada síntesis de análisis político de largo alcance. Este sistema, uno de cuyos potentes altavoces es El País, no tolera más opción que entre neoliberalismo a lo bruto, o neoliberalismo “con rostro humano”. Y el conglomerado de mass-media, en efecto, da algo de miedo, como señalaba José Sanclemente. El editorial de El País practica lo que acaso habría que llamar pinochetismo periodístico.
Así las cosas, lo que nos inquieta a alguna gente es la distancia creciente entre las políticas que podrán llevarse a cabo incluso si PPSOE es derrotado en las urnas (y tenemos por tanto un gobierno asociado a Unidxs Podemos, las mareas ciudadanas y los nuevos municipalismos) y las políticas que, desde un análisis realista, tendríamos que ser capaces de llevar a cabo, en este segundo decenio del siglo XXI que yo vengo llamando, desde hace algún tiempo, el Siglo de la Gran Prueba. El congreso del Partido Socialdemócrata Alemán SPD en Bad Godesberg se celebró en noviembre de 1959. A pesar de lo cual, en cierta forma, ¡ahí seguimos! No desde luego el PSOE, cuyo neoliberalismo “con rostro humano” hace tiempo que sólo la pereza mental permite seguir asociando con la izquierda. Pero sí otros actores políticos: en su reciente encuentro con empresarios españoles en el Hotel Ritz, Pablo Iglesias “ha desgranado su habitual discurso: la defensa de una salida neokeynesiana a la crisis. El líder de Podemos se ha reivindicado, como ya hiciera ante los empresarios catalanes en Sitges, como la nueva socialdemocracia”.
Resulta interesante en este punto revisar brevísimamente el reciente debate de Esteban de Manuel Jerez con Vicenç Navarro, vale decir, ecología política frente a socialdemocracia clásica… El primero, en efecto, reprocha al segundo no salir de los planteamientos de la socialdemocracia de los primeros decenios del siglo XX (sería el plan A frente al neoliberalismo vigente del PPSOE, plan A que, como hemos visto, Pablo Iglesias hace suyo). Frente a esto, subraya Esteban con razón, como no tenemos un planeta B, nos hace falta un plan B –que sería el programa de Equo sintetizado en la fórmula Green New Deal. La tragedia es hoy que si el plan A tiene ochenta años de retraso, el plan B tiene treinta o cuarenta. Desde un análisis más realista de la situación, más vale ir preparando un plan C que nos sirva para ir construyendo arcas de Noé… A esto lo podríamos llamar quizá ecosocialismo descalzo.
Y es que en 2014, por vez primera en la historia de la era industrial (salvo shocks petrolíferos), menguó la disponibilidad de energía por persona. Y en 2015, por primera vez, la temperatura promedio de la superficie de la Tierra superó un grado centígrado de aumento con respecto a la época preindustrial. Como señala Juan Carlos Barba, hemos chocado ya contra el iceberg, pero aún no nos damos por enterados…
Hoy ya hemos alcanzado the limits to growth, los límites del crecimiento sobre los que alertaba el primer informe al Club de Roma en 1972; sabemos que un ulterior crecimiento basado en el consumo de mayor cantidad de recursos naturales y mayor ocupación de espacio ambiental alejará todavía más a nuestras sociedades de una economía sustentable; y es obvio que, al sobrepasar los límites, estamos bloqueando aceleradamente opciones que podríamos necesitar en el futuro. La época en que las sociedades humanas y sus economías eran relativamente pequeñas con respecto a la biosfera, y tenían sobre ésta relativamente poco impacto, pertenece irrevocablemente al pasado. Parece que no acabamos de hacernos cargos de la dureza de las rupturas y discontinuidades históricas que tenemos por delante, vinculadas con la escasez de energía y materiales, el deterioro de las condiciones climáticas y ecológicas y el aumento de la conflictividad social y geopolítica –al borde del abismo. La fantasía básica de nuestra época es que el crecimiento exponencial de las tecnologías digitales sobrecompensará el descenso energético y los demás límites biofísicos… Y es pura fantasía –pese a que el orden existente se apoya en ella.
“Muchos son los problemas, una la solución: economía mapuche de subsistencia” (reza uno de los ARTEFACTOS del poeta chileno Nicanor Parra). Hoy cabe sospechar que, de forma sustentable, podríamos estabilizar economías de subsistencia modernizadas, con energías renovables y tecnologías intermedias…pero no esas economías industriales hipertecnológicas cada vez más automatizadas que espera el sentido común dominante. La cuestión no estriba en ser optimistas o pesimistas: se trata, antes que nada, de analizar la realidad sin hacernos trampas en el solitario. La cultura dominante se ha situado –y nos ha situado a todas y a todos- fuera de la realidad. Basta con reflexionar un rato sobre clima y energía para darse cuenta de ello… Nuestras sociedades desiguales, petrodependientes y biocidas no deberían reprimir esta reflexión, a comienzos del Siglo de la Gran Prueba. Por eso, amigos y amigas, votemos bien el 26-J –es decir, votemos a la candidatura de Unidxs Podemos- y no pongamos en duda ni un momento que, incluso si “los nuestros” llegan al gobierno, todo estará por hacer: comenzando por las ciclópeas tareas de pedagogía política y autoconstrucción sociocultural que necesitamos para iniciar los caminos que llevan hacia los planes B y C.