En el arranque de este 2023, un año que será una permanente campaña electoral, conviene que todos miremos a Portugal. En pocos días, exactamente el 30 de este mes, se cumplirá un año de una mayoría absoluta histórica en el país luso que nadie supo pronosticar.
Salvando las distancias, y a pesar de los vaivenes recientes de la política portuguesa, hay ciertos paralelismos entre nuestra actual coyuntura política y la situación previa a esa mayoría absoluta del socialismo portugués que conviene recordar.
En primer lugar, fue un gobierno de coalición entre el Partido Socialista, el Bloco de Esquerda y el Partido Comunista al que le tocó sacar a Portugal de la gran recesión económica. El primer ministro portugués, Antonio Costa, heredó un país rescatado por la troika en 2011 y sumido en una profunda crisis económica en 2013.
El resultado de la gestión de la coalición fue tan espectacular que incluso el FMI se quedó con la boca abierta. En pocos años, el país luso acabó prácticamente con el déficit, redujo drásticamente su deuda pública, llevó la desigualdad al mínimo de los últimos años y logró rebajar la tasa de paro a cifras nunca vistas. A esto hay que añadir la paz social que la alianza progresista logró durante seis años.
Aquí, en España, el Gobierno de Pedro Sánchez heredó en 2018 un país atenazado por la corrupción y la división territorial con Cataluña tras una declaración de independencia y dos referendums ilegales. Poco después, tras las elecciones de noviembre de 2019, surgía el primer gobierno de coalición de nuestra historia, y un año más tarde llegaría la pandemia, el volcán Cumbre Vieja, Filomena y la guerra de Putin, configurando el contexto y el escenario más complicado de gobernar de nuestra historia reciente.
Y, a pesar de ello, el Gobierno ha logrado liderar la creación de empleo en Europa y ser uno de los países que más crecen de la UE y que menor inflación tienen. Todo, acompañado del mayor nivel de protección social que nunca hubo en este país. Y también con una oposición remando a la contra.
El segundo de los parecidos razonables con Portugal son las encuestas. A la mayoría absoluta del socialismo portugués no la vio venir nadie. La victoria absolutísima de Antonio Costa no fue anticipada en los sondeos. En ninguno. Incluso en los días previos a votar, en el mejor de los casos, los sondeos apuntaban a un empate técnico.
En España vemos encuestas casi a diario. Y si miramos por el retrovisor, podemos recordar cómo, en un tiempo no muy lejano, vimos encuestas que hacían presidente a Albert Rivera o a Pablo Iglesias, primera fuerza a Ciudadanos o a Podemos, o encuestas que pronosticaban el sorpasso de Podemos al PSOE, o de Vox al PP. Nada de todo eso ocurrió.
Los expertos demoscópicos, los de verdad, saben que, en los tiempos de radicalización y tensión política que vivimos, hay una buena parte desideologizada del electorado que decide su voto en función de otras claves, y cada vez más tarde, para reclamar con su voto, entre otras cuestiones, estabilidad, tolerancia, convivencia, compromiso con el bienestar social y la defensa de los derechos sociales y de lo público.
Por eso, estoy convencido de que los españoles, igual que hicieron los portugueses, premiarán en su momento la estabilidad, la certidumbre y la seguridad que ha aportado, y está aportando, el Gobierno de Pedro Sánchez en medio de la peor coyuntura que ha conocido nuestra historia reciente. Porque, por mucho que algunos polaricen la vida pública, lo cierto es que hay una gran mayoría de españoles que anhela una convivencia sin enfrentamientos en la que se respete la diversidad dentro de una España unida.
Y son ellos quienes valorarán la labor de un Gobierno de progreso que ha hecho permanentes reformas para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos con políticas al servicio de las personas, especialmente de las que más necesitan de la solidaridad para construir sus proyectos de vida. Y también valorarán a quienes no han estado a la altura de sus responsabilidades cuando el país más lo necesitaba. Hoy estamos objetivamente mucho mejor que en 2017 y que en 2019 y la gente también valorará eso.
Y el tercer paralelismo con Portugal, es la división de la izquierda. Los votantes castigaron duramente a los socios minoritarios del Partido Socialista portugués que habían formado en 2015 la geringonça. El bloqueo a los presupuestos del Bloco y el Partido Comunista fue considerado por el electorado como una traición al Gobierno de progreso. Y eso que en Portugal hizo que el voto útil de izquierda se concentrase en el Partido Socialista, aquí la división a la izquierda del PSOE podría provocar una desmovilización del electorado de parte de la izquierda, y las candidaturas podrían verse castigadas por la Ley electoral. Una situación indeseable de la que solo saldría beneficiada la derecha.
Por eso, es crucial que la gestión del Gobierno y del PSOE sea percibida y valorada como lo que es: la socialdemocracia moderada, centrada y ejemplar que en Europa lidera soluciones, y en España ha hecho avanzar al país social, económica y territorialmente gestionando con eficacia el porvenir del país; por mucho que algunos se empeñen en hablar de radicalidad, tiranías y dictaduras para generar ruido y distraer la atención de todo lo anterior.