Los problemas de enviar armas a Ucrania
Es un error. La urgencia es parar la guerra, no alimentarla. No se trata aquí de cuestionar el derecho de las personas agredidas a defenderse, sino de señalar que existen alternativas a las tres opciones que se han puesto hasta ahora sobre la mesa: la escalada (con más armas y más guerra), la imposición de sanciones cuyo objetivo declarado es el de asfixiar la economía de Rusia (que es también la economía de su población y tiene también implicaciones en otras gentes) o la rendición declarada del gobierno ucraniano. Ni Putin ni Zelenski ni la OTAN pueden permitirse derrotas públicas ante sus audiencias, y por ello cabe cambiar radicalmente el marco de la respuesta y priorizar espacios de diálogo. La invasión rusa no tiene justificación alguna y merece la máxima condena, pero no conviene olvidar que una parte de los argumentos esgrimidos en los últimos meses, también los de Moscú, merecen atención, debate y negociación, sobre todo aquellos que giran en torno a la arquitectura de seguridad en una Europa en la que también se encuentra Rusia.
Con todo, el propósito de estas líneas está relacionado con la comparecencia este miércoles de Pedro Sánchez en el Congreso, en la que ha comprometido el envío de “material militar ofensivo” que se sumará a la partida española del fondo europeo de ayuda a la paz, a través del cual la Unión Europea ha decidido canalizar a Ucrania 500 millones de euros. Enviar armas como ayuda a la paz, una contradicción tan mayúscula como irresponsable. El rechazo a esta iniciativa está fundamentado en razonamientos morales y pragmáticos. Sin embargo, quienes la apoyan podrían hacerse las dos preguntas que se sugieren en este artículo. La primera tiene que ver con si son armas lo que necesita Ucrania. La segunda, con las consecuencias en el medio o largo plazo, también allende sus fronteras.
Ucrania produce armas, muchas. También las exporta, en grandes cantidades. Según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI, en su acrónimo en inglés), entre 2016 y 2020 ocupó la décimosegunda posición en el ranking de mayores exportadoras del mundo (en 2012, antes de las guerras, fue la cuarta). En 2019 destacaron las transferencias a Arabia Saudí para que Riad hiciera la guerra en Yemen. Nótese que en ese periodo, 2016-2020, Ucrania sufría un conflicto armado, pero aun así le sobraban armas. Cabe además combinar este dato que sitúa a Kiev como gran exportadora con otro cuanto menos sorprendente: si bien la principal destinataria de las armas ucranianas en ese periodo fue la misma China que ahora le da la espalda (receptora del 38% del total), la segunda fue, precisamente, Rusia (allí llegó el 20%). Esas armas se exportaron con la aprobación del gobierno ucraniano, fueron transferencias legales (del tráfico ilegal nos ocupamos más abajo). Fueron armas comprometidas con Rusia con anterioridad a 2014, pero que ni guerras ni anexiones impidieron. Es este un buen ejemplo de cómo los negocios pueden anteponerse al sufrimiento de tu propia gente.
Ukroboronprom es la mayor industria de armas ucraniana. Ocupa el lugar 77 entre las cien mayores empresas de armas del mundo, en un ranking en el que la mayoría de las compañías son de EEUU, China y Rusia. Como ejemplo comparativo, la primera española, Navantia, es la 84. Esta empresa ucraniana emplea a cerca de 80.000 personas para producir, entre otros, sistemas de armas, carros blindados, municiones y explosivos, y tiene 34 filiales. Solo Ukroboronprom vendió armas por un valor de 1.320 millones de dólares en 2020, bastante más del doble de lo que puede recibir de la UE. Y Ucrania tiene mucha más industria militar.
La segunda pregunta, más bien una preocupación, tiene relación con el hecho probado de que Ucrania ha sido reconocida como una de las suministradoras de armas ilegales más activas del mundo, también a algunas de las guerras más desastrosas que hemos conocido. Esto incluye transferencias ilegales a Saddam Hussein o a los talibanes, entre muchas otras. El fin de la Unión Soviética dejó volúmenes extraordinarios de armas en Ucrania por su relevancia estratégica y su proximidad geográfica a los miembros de la OTAN. La fuerte disponibilidad de armas a precio de saldo, la corrupción del sector de Defensa y el oportunismo de los negocios, por sucios que sean, facilitaron que buena parte de los traficantes de armas del mundo hayan portado pasaporte ucraniano o hayan utilizado las facilidades o los arsenales en ese país. A modo de ejemplo, otro informe del SIPRI señaló en 2009 que Ukrainian Cargo Airways, propiedad del Ministerio de Defensa ucraniano, habría estado involucrada “en entregas de armas desestabilizadoras a fuerzas armadas parte de los conflictos en la República Democrática del Congo y Angola”.
El párrafo anterior tiene que ver con las garantías que Ucrania puede ofrecer, tras la desestabilización que produce la guerra, de que el “material militar ofensivo” enviado no terminará matando personas en otros conflictos armados. Estas garantías las solicita la legislación española sobre exportaciones de armas, que está a su vez basada en la Posición Común que obliga a todos los miembros de la UE (y que tampoco recomienda esas transferencias a contextos bélicos o con potencial desestabilizador regional). La experiencia en otras donaciones nos advierte de la posibilidad de envío de material anticuado o poco atractivo para un país que destaca como productor de armamento, y susceptible de ser reexportado si no se necesita. Esas garantías están por llegar en un lugar con estructuras, contactos y saber hacer en el tráfico de armas.
La mejor expresión de solidaridad con la población ucraniana es parar la guerra. Parafraseando al agresor, desputinizándola y desotanizándola. Pero forzándoles a reconducir sus diferencias en una mesa de negociación desprovista de “material militar ofensivo”.
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