Siempre que alguien me dice que visitará León le recomiendo vivamente pasar por la Colegiata románica de San Isidoro, para mí la joya artísticamente más deliciosa de la ciudad. Allí, amén de otras maravillas, en su museo se expone una biblia visigótico-mozárabe que por sí misma merecería la visita.
El esfuerzo de elaboración de un texto así en el siglo X debía de ser tan laborioso, que no en vano la última de sus ilustraciones corresponde a una gran letra omega y, justo debajo, un dibujo de los monjes escribientes brindando por haber terminado tamaña obra. Misión cumplida, parecen decir.
Trabajo arduo el de esos monjes pero, ya en nuestros días, la resolución de la investidura para el PSOE no lo ha sido menos. La gestión de la misma ha comportado costes y traído incertidumbres, evidentes aún en la mente de quienes apostaron por la abstención. Sin embargo, viendo la indisimulada satisfacción con que en estos últimos días se mueve la actual dirección del PSOE en el Congreso, pareciera que estuviéramos ante la estampa de los monjes brindando descrita anteriormente. Es comprensible la necesidad de capitalizar algún éxito ante un panorama poco halagüeño, pero por exceso se puede enviar el mensaje de que van tan bien las cosas, que al final tendremos que alegrarnos de que el PP esté gobernando y el PSOE en la oposición.
Es cierto que se han tomado acuerdos en el Congreso que atacan puntos importantes de la anterior legislatura popular, pero combatir la vasta producción legislativa que se produjo en ese tiempo, merecerá una aplicación propia de esos monjes escribanos.
En primer lugar porque no es lo mismo destruir que crear; se puede aprobar una Proposición No de Ley (PNL) en el Congreso para rechazar la Reforma Laboral, pero si legislativamente no hay acuerdo sobre un texto alternativo, se quedará en eso, una mera declaración.
Estas semanas asimismo nos han servido de ejemplo en cuanto a que el PP en el Ejecutivo, si quiere, tiene a su disposición una y mil artimañas para entorpecer y bloquear la labor legislativa del Congreso. Además, en última instancia, lo que salga de las cámaras deberá ser implementado por un Gobierno que, dependiendo de su entusiasmo con la norma, puede ser más o menos diligente con su ejecución. Por todo ello, parece que la única forma efectiva de plantear avances seguros, será pactando las reformas con un PP que ya ha señalado que no permitirá una enmienda a la totalidad a su etapa anterior. Ejemplos de acuerdo han sido la mejora de la LOMCE (éste multipartito) o la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI).
Pese a las dificultades, no obstante, el PSOE, como principal fuerza de la oposición, puede y debe intentar articular mayorías alternativas al PP en el Congreso. Será una tarea ardua en la que habrá que pactar textos legislativos comunes, alternativamente con Ciudadanos y Podemos, o bien con Podemos y los grupos nacionalistas. Algunas de las PNL más simbólicas de estas semanas, se han aprobado con este juego de mayorías. Falta saber hasta dónde se podrá llegar cuando haya que pasar de las musas al teatro.
No deja uno de pensar qué hubiera ocurrido si se hubiesen explorado esas sendas para investir un gobierno socialista, que al fin y al cabo hubiera tenido sustentar su labor desde el Ejecutivo de la misma forma: pactando y jugando con mayorías alternativas desde las cámaras. ¿Cuánto hubieran cambiado de verdad las cosas con una tarea ejecutiva y reglamentaria cómplice con la del Congreso? ¿Alguien puede hacer un recuento de la importancia de las medidas aprobadas que ha vetado el Gobierno desde que comenzó la legislatura? ¿Alguien se hace una idea de cuántas cosas capitales hubieran cambiado ya de haber habido otro Gobierno?
Pero mirar al pasado en exceso produce solo melancolía. Estas navidades Rajoy se tomará el turrón en la Moncloa y todo parece apuntar que habrá más. Lo que pasa a nuestro alrededor nos muestra que la mayoría de la población en el “mundo desarrollado” cada vez está más harta y tiene más incertidumbre. Por ello, cuando no se ofrece una evidente alternativa al statu quo, se acaba buscando una.
No creo que la autocomplacencia sea la mejor señal que el partido que representa la socialdemocracia en España puede enviar. Porque la derecha sigue al mando del BOE, porque inevitablemente la parte principal del edificio que han construido continuará en pie, porque la terrible desigualdad continúa, porque no podemos transmitir la impresión de que estamos más a gusto en la oposición de lo que lo estaríamos gobernando. No hay nada más humillante que ser constantemente alabado por tus enemigos y la música que toca su orquesta, es tan relajante que es cierto que cuesta no dejarse adormecer. Una concesión aquí, una pequeña mejora allá, y puede que quienes hablan de partido ganador en verdad se hayan acomodado a su posición subalterna.
Si no cambiamos, nos cambiarán, las fórmulas del pasado no funcionan en el presente. La socialdemocracia puede escoger el camino de Portugal, o sumarse a esas piezas de dominó que van cayendo por toda Europa. De ortodoxia mal entendida están los cementerios políticos llenos.