Empecemos con algo de ficción política. Imaginemos una presidenta andaluza, alineada claramente con los intereses de su pueblo, comprometida con las mayorías sociales y defensora de un federalismo democrático, plurinacional y solidario, ¿qué tendría que hacer en un contexto como este? Lo primero, constatar que el modelo autonómico está agotado y que toda la Constitución Española tiene problemas muy serios de legitimidad. Lo segundo es que, desde hace años, los aspectos más progresivos de la Constitución están siendo desvirtuados y que se está imponiendo una “Constitución material” claramente neoliberal cuyo ejemplo más claro y evidente es la Reforma exprés del artículo 135. En tercer lugar, tomaría nota de que la “crisis catalana” afecta a todo el Estado y que Andalucía debería jugar un papel positivo para encontrar una salida federal, solidaria y socialmente avanzada. Es más, podría haber jugado un papel de mediación, de síntesis desde el federalismo que Andalucía representa y defiende.
Se trata, como se verá, de una pura y simple política ficción. Nuestra presidenta ha sido maestra en enfrentar andaluces contra catalanes, alinearse sin complejos detrás del Gobierno de Mariano Rajoy y pactar rebajas de impuestos con la nueva derecha que representa Ciudadanos. Susana Díaz personifica una deriva populista desde un regionalismo de oposición. Lo diría así: malo para Andalucía y malo para España. Hay que repetirlo hasta que se convierta en sentido común: el pueblo andaluz, mayoritariamente, conquistó su autonomía y con ello cambió el mapa político de España. Andalucía construyó su autonomía, no frente a Catalunya, Madrid o Euskadi sino en favor de un proyecto propio que coincidía con los intereses y aspiraciones de las mayorías sociales del Estado. El federalismo andaluz ha estado ligado siempre a la emancipación social, al respeto de las identidades nacionales, a la alianza entre los pueblos; por eso ha sido de izquierdas y solidario. Es una vieja herencia que sigue viva en el imaginario social y que periódicamente emerge. No queremos separar sino unir; no queremos privilegios, reivindicamos la justicia y estamos convencidos que nuestro bien como Comunidad ayuda y promueve la cooperación y el apoyo mutuo.
Le guste o no a Susana Díaz, le guste o no al PP o a Ciudadanos, en España se abre un escenario federal, un escenario donde las relaciones sociales y de poder van a redefinirse y Andalucía necesita voz propia, proyecto claro y una hoja de ruta que sirva para cambiar nuestro modelo productivo, garantizar los derechos sociales e impulsar una sociedad igualitaria comprometida con el medio ambiente del que irremediablemente somos parte. A este debate nosotros aportaremos nuestro patrimonio ideal y moral desde nuestros problemas comunes y específicos. Queremos romper el círculo vicioso que nos convierte en “periferia de la periferia” y que nos condena a una economía sin base industrial propia, a la sobreexplotación turística, a la precariedad y bajos salarios y a la esquilmación dramática de nuestros recursos naturales.
Defenderemos en Andalucía y en España la garantía constitucional de los derechos sociales de todos y todas, una fiscalidad realmente progresiva y un sistema de financiación autonómico que promueva la igualdad entre territorios y la solidaridad entre las personas. Apostamos por una reforma de la administración y de la gestión pública que impulse, no solo la descentralización sino la democratización del poder político, que fomente la participación en la cosa pública y que organice una democracia participativa de base municipal. Aspiramos a combinar la democracia directa con la democracia representativa; las cuestiones fundamentales sobre nuestro futuro tienen que ser decididas por los andaluces y andaluzas.
Nuestra Comunidad siempre ha sido un lugar de encuentro entre culturas, valores y narraciones históricas. Somos mediterráneos y atlánticos y vivimos entre Europa y África. Nada de lo que ocurra en estos mundos nos es ajeno, guste o no, se quiera o no, tenemos la obligación de implicarnos en esta realidad geopolítica desde una cultura de paz, de cooperación, de promoción de un desarrollo humano sostenible. No tiene justificación histórica la militarización de Andalucía y que nos convirtamos en parte de una estrategia imperial contra otros pueblos, contra otras naciones. Paz, cooperación, desarrollo y solidaridad.