Se nos fue Punset, pero nos deja mucho

Murió Punset y perdemos así a un gran comunicador de la ciencia, a una gran persona apoyada en una gran sonrisa. Pero es mucho lo que nos queda por todo lo que hemos aprendido con él y por él. Punset encarnaba como nadie la imagen cinematográfica de un científico, con su pelo canoso y alocado, sus aires despistados, su mirada inteligente y su gesto simpático y enigmático a la vez. Era una delicia compartir auditorio con él, se establecía una complicidad inmediata a partir de los temas que abordaba y con su forma de abordarlos, provocando a todo el que tenía cerca con la complejidad y la paradoja que se esconde hasta en las cosas más minúsculas y aparentemente triviales. Resultaba entrañable cuando se mostraba incapaz de abandonar una buena conversación y tenía que ser uno de sus asesores que, tirándole de la manga con cariño, pero con firmeza, le recordaba que debían irse para continuar con su endiablada agenda.

Punset, como jurista y economista que fue por formación, anduvo en política con Adolfo Suarez en los tiempos de la transición, pero por lo que todo el mundo le conoce es por su paso por televisión. El programa Redes de la 2 en Televisión Española, al que se dedicó 18 años (entre 1996 y 2014) como director y presentador, le acercó a nuestra sociedad y en ese acercamiento trajo aromas científicos a las conversaciones de miles de españoles. Punset abordó grandes temas de la ciencia con énfasis en la Astronomía, la Biología, la Sociología y la historia de la Ciencia. Afrontó en sus amenos libros, y siempre con una perspicaz mirada científica, la clave de cosas tan cotidianas y esenciales como nuestra propia felicidad, las emociones o el amor. En sus últimos años fue profesor de Ciencia, Tecnología y Sociedad en la Facultad de Economía del Instituto Químico de Sarrià de la Universidad Ramon Llull.

Punset fue único en el lenguaje cara a cara con otros científicos, en el formato de entrevista, o, mejor, de conversación abierta, donde las lagunas del conocimiento iban apareciendo como desafíos y donde la combinación de distintas miradas y disciplinas científicas abrían un nuevo conocimiento que se gestaba en directo ante la mirada atenta de su audiencia. Este formato recuerda a cuando los músicos se reúnen para una jam session donde los asistentes, lectores o televidentes disfrutan de la emoción de lo espontáneo, de lo que se crea de la interacción entre quienes conversan e interaccionan, algo fresco y nuevo aunque mil veces ensayado y pensado. Su libro “Cara a cara con la vida, la mente y el universo” muestra bien ese formato tan fructífero de entrevistas y diálogos con expertos que él sabía manejar tan bien.

Punset pertenece al distinguido grupo de divulgadores y comunicadores profesionales de la ciencia. Son imprescindibles para lograr un mundo mejor. Muchos científicos los admiramos por su capacidad de síntesis y también de conectar con la sociedad, con el público, con una variedad grande de personas. ¿Cómo es posible encandilar con un libro, un debate o una sesión en un programa de televisión sobre física cuántica o evolución biológica tanto a un adolescente como a un jubilado, tanto a un experto como a un lego? ¿Qué ingredientes (¿mágicos?) era capaz de reunir en sus intervenciones y escritos para que personas de vidas, edades y formaciones contrastadas se sintieran atraídas e interesadas? Punset transgredió muchas veces los límites de la ciencia exacta y pura (si es que alguien puede conocer bien cuales son esos límites) lo que le valió críticas en la comunidad científica. Pero Punset hizo más por la ciencia que la mayoría de los científicos al acercarla a tanta gente.

Posiblemente los ingredientes que Punset incluía en sus actividades emanaban de las características que ese distinguido y selecto grupo de divulgadores y comunicadores científicos comparten. En esencia, estas características fundamentales son: curiosidad por el conocimiento, pasión por entender, erudición, inteligencia y carisma. Si bien mucha gente cuenta con dos o tres de estas características, es difícil que las cinco se junten en una misma persona. Todos hemos tenido algún anónimo maestro o profesor que nos transmitió su pasión por su área de conocimiento, o que fue capaz de razonar con mucha claridad cuestiones que aún años después somos capaces de recordar y explicar. Por supuesto que todos conocemos a alguien que sabe mucho de algún tema o que tenga mucho carisma. Pero es raro que nos hayamos topado con alguien que reúna estas cinco propiedades. Y esa combinación fue el imán que atraía lo mismo a un político en un acto público que a un lector que le abordaba en un quiosco de prensa.

En el ámbito de las ciencias naturales y la biología, Félix Rodríguez de la Fuente en nuestro país, Jacques Costeau en Francia y David Attemborough en el Reino Unido han sido excelentes comunicadores de la ciencia con los que Punset compartió enfoque, perspectiva y carisma. La preocupación por entender y conservar el medio ambiente los obsesionó a los cuatro. Punset como Carl Sagan, abordó el universo, la física del cosmos, nuestra inmensa pequeñez. Punset saltó entre temas muy dispares, disfrutando con una cierta heterodoxia, como el mismísimo Isaac Asimov, aunque con menos tensión narrativa y propensión al relato. Punset compartió periodo, geografía y objetivos con el físico catalán y también divulgador Jorge Wagensberg,

otro enamorado del saber científico y de su comunicación que nos dejó hace no mucho. Wagensberg y Punset conectaron cuestiones universales de nuestra evolución como especie a nuestro sitio y a nuestra capacidad de comprensión del universo que nos rodea. Pero Punset llegó a mucha más gente, posiblemente por encarnar un personaje exagerado y más humano que muchos científicos, como Wagensberg, científicos que no podían, que no podemos evitar palabras técnicas y conceptos complejos que no acabamos de explicar y una cierta actitud condescendiente o paternalista que deriva de ser “expertos” y que nos aleja ineludiblemente del gran público.

Se marchó Punset tras perder la batalla contra un cáncer, a pesar de que provocadoramente dijo que él posiblemente no moriría nunca porque “¿Qué se muere en realidad cuanto te mueres?”. Pero nos deja mucho. Algunos piensan que nos hace falta otro Punset, pero quizá nos hacen falta varios Punsets. Los temas avanzan y se hacen complejos, por eso el símbolo de la ciencia es un árbol, con su patrón eterno de ramificación. Los desafíos de nuestra sociedad crecen y los científicos nos quedamos empequeñecidos ante la inmensa tarea de comunicar temas complejos y urgentes como el cambio climático, al que Punset dedicó varios esfuerzos, algún programa y un último documental sobre la crisis ambiental del planeta tomando como eje de inspiración su propia infancia. Nos queda su legado y nos queda su recuerdo. Pero nos queda mucho para compensar su falta y poder afrontar como él, con calidad y con calidez, el desafío de comunicar la ciencia y, sobre todo, transmitir la pasión por la ciencia.