¿Quedamos? Imposible, ¡no tengo tiempo para nada!

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¿Quién no ha tenido alguna vez esta conversación? ¿Quién no ha tenido que decidir entre lo que “hay que hacer” y lo que “me apetece hacer” porque las 24 horas del día dan para lo que dan? ¿Quién no va de prisa y corriendo para poder llegar a todo? Hay gente que tiene el “privilegio” de poder organizar sus quehaceres sin el estrés del tiempo limitado, ya sea porque no trabaja, ya sea porque dispone de una red de personas de apoyo, remuneradas o no, a quienes pueden delegar ciertas tareas. Y lo triste es que hemos normalizado que tener tiempo para descansar, para el ocio o para socializarnos es un privilegio.

La “pobreza de tiempo” la sufren sobre todo las mujeres, pero también los hombres, aunque en menor grado. Cuantas más obligaciones y menos apoyo de la pareja, la familia o las amistades tenemos, más difícil es llegar a la deseada conciliación de la vida laboral y familiar. No podemos etiquetar a esas mujeres desbordadas por intentar llegar a todo como superheroínas y alabar sus esfuerzos. Debemos pensar conjuntamente la administración, las empresas, los sindicatos y el resto de la sociedad civil en los cambios estructurales qué hay que hacer para que las personas no vivan cansadas y en un continuo estrés por falta de tiempo.

Y ahí es donde puede hacer de palanca una ley sobre usos de tiempo y racionalización de los horarios; la manera en que se distribuyen las actividades de la vida cotidiana, incluyendo el trabajo remunerado, los cuidados, el descanso y el ocio. Se trata de una visión holística que puede ofrecer soluciones a las diferentes problemáticas individuales y colectivas en cuanto a la salud mental y física, la falta de conciliación, la igualdad de género, la baja productividad, el fracaso escolar, el desapego de la ciudadanía de la vida comunitaria y la transición verde y digital.

En las medidas presentadas por la Time Use Initiative para la futura ley de los usos del tiempo, hay un arsenal de propuestas relacionadas con el tiempo que, al ponerse en práctica, marcarán un antes y un después para nuestras vidas. Reducir el tiempo de trabajo, minimizar las horas extra, compactar la jornada laboral, ampliar los permisos; adoptar el huso horario adecuado, adelantar el cierre de los comercios, la hora de cenar y la hora de mayor audiencia en la televisión; atrasar la hora de inicio de los colegios y reducir las horas lectivas, ir hacia un modelo urbanístico que sugiere ciudades de 15 minutos y regiones de 45 minutos, fomentar los bancos de tiempo y un largo etcétera. 

El Comité Económico y Social Europeo, en su dictamen sobre qué hace falta para la transición energética de hipo carbónica, indica que si la ciudadanía tiene tiempo para informarse y participar en el proceso, conseguiremos una mayor aceptación. La Organización Internacional del Trabajo presentó en 2019 una guía para para establecer una ordenación del tiempo de trabajo equilibrada. Esas sugerencias junto con otras propuestas deben ser nuestra hoja de ruta para los próximos años a fin de continuar con la modernización de nuestra sociedad, mejorar la vida de la gente y ser más felices.