Se atribuye a Manuel Azaña la frase de que “cada hombre es un misterio impenetrable en vida y en muerte”. Desafortunadamente, Manuel Azaña no conoció a Mariano Rajoy. Habría descubierto que hay personas bastante previsibles y con escaso misterio en sus vidas. Su intervención en la primera sesión de investidura nos devolvió a la que ha sido su etapa de presidente. Mariano Rajoy volvió a ser Mariano Rajoy y sus palabras muestran claramente por qué hay una crisis política en el país.
En primer lugar, una parte importante de sus reflexiones fueron una enmienda a gran parte de su tarea de gobierno. Tras cuatro años aplicando su mayoría implacable en la cámara y hurtando al Congreso de debates muy relevantes (recordemos que cuestiones tan importantes como la reforma del sistema financiero, de la educación o del mercado laboral se tramitaron a través de Reales Decretos-Leyes), el candidato Mariano Rajoy ha descubierto la necesidad del acuerdo y el consenso. El líder del Partido Popular se acaba de dar cuenta de que existe el Pacto de Toledo, que la ciudadanía pide un gran acuerdo por la educación o que es urgente un gran pacto contra la violencia de género. Desde 2011, el único consenso que viene generando el PP, es la firme voluntad de todas las fuerzas políticas de cambiar muchas de las leyes que ha aprobado el gobierno conservador. Cuando la política y los políticos no gozan de gran credibilidad, no parece muy acertado proponer todo lo contrario a lo que uno viene haciendo desde el gobierno.
En segundo lugar, el análisis que ofreció del país no solo ha sido tremendamente superficial, sino que además ha obviado realidades que conmueven a la izquierda: la desigualdad, la injusticia social, la pobreza, la precariedad laboral, la emigración de los jóvenes…Y así un largo etcétera de perdedores de la crisis que no tuvieron ni una sola palabra por parte de Mariano Rajoy. Pero no solo eso. El líder del PP dedicó más tiempo al terrorismo o a la unidad de España que a la corrupción. Casi tardó una hora en hacer mención a este problema, como si el PP no tuviese nada que decir al respecto.
Junto a este análisis superficial, sus propuestas no dejaron de ser lugares comunes e ideas difusas. Es difícil saber qué soluciones tiene el candidato del PP para los grandes desafíos de nuestro país. ¿Es el modelo austríaco la solución a la dualidad de nuestro mercado laboral? ¿Cómo piensa resolver el problema de convivencia territorial que plantea una parte relevante de la sociedad catalana? ¿En qué medidas está pensando cuando habla de reformar la universidad? ¿Qué idea de Europa tiene el PP más allá de las generalidades que ofreció ayer a los diputados? La falta de concreción y claridad en la agenda reformista nos hacen pensar que el Partido Popular no tiene un proyecto político para el país.
En definitiva, la intervención de Mariano Rajoy puso de manifiesto muchos de los defectos que ha vivido la vida política en los últimos años. Su discurso mostró una clara desconexión respecto de la realidad: prometió todo lo contrario a lo que ha sido su forma de gobernar en los últimos años y obvió problemas muy relevantes de nuestra sociedad. Es cierto que la crisis política apenas ha preocupado a Mariano Rajoy durante estos años. En su etapa de gobierno ha sido incapaz de aprobar medidas que paliaran la desafección ciudadana hacia el funcionamiento de nuestra democracia. Esta miopía es una razón más para afirmar que el líder del PP no parece la persona más idónea para la tarea de presidente del Gobierno. Es por ello que el PSOE no puede votar a favor de un candidato que pide la investidura diciendo más tópicos que verdades, porque los españoles tienen problemas reales que no se resuelven soltando refranes.
Ignacio Urquizu es profesor de Sociología en la Universidad Complutense, diputado del PSOE en el Congreso por Teruel y acaba de publicar La crisis de representación en España (Catarata)