Recordando a Federico –“A las cinco de la tarde/Eran las cinco en punto de la tarde”– recibí la noticia que a velocidad de vértigo circulaba por las redes, haciéndose eco de lo que nos transmitían los diarios digitales: diecisiete miembros de la ejecutiva federal del PSOE presentaban su dimisión con la intención de forzar a su vez la dimisión de Pedro Sánchez como secretario general del partido. Los dimisionarios, aparcando toda exigencia de lealtad, consumaban así el movimiento conspiratorio que desde días atrás se venía fraguando.
De forma paradójica, una conspiración a la luz del día, conocida por todos en vivo y en directo en esta época nuestra de disfrute de los efectos de la revolución informacional. El objetivo, hacer caer al secretario general del Partido Socialista para que no siga adelante con su propuesta de congreso y de las preceptivas primarias para elegir un nuevo secretario general que habría de precederle, ni con su pretensión de seguir intentando con Unidos Podemos y otras fuerzas políticas un pacto para conseguir un gobierno alternativo al que pueda representar un ejecutivo del PP de nuevo encabezado por Rajoy.
La conspiración de la que somos testigos tiene por objeto hacer caer a Pedro Sánchez antes del Comité Federal ya convocado para que lo que hasta ahora ha sido el 'no' a la investidura del candidato derechista no se mantenga, y dé paso a una abstención que suponga vía libre para un gobierno del partido de la corrupción, las políticas antisociales y las leyes autoritarias, en vez de un 'sí' a un gobierno alternativo.
Y todo ello consumado mediante lo que estamos viendo: una rebelión antidemocrática que se sirve de la utilización abusiva de los estatutos del PSOE para liquidar a su actual dirección.
Una militancia indignada, que recoge además el sentir de una ciudadanía atónita ante un espectáculo fratricida de tal magnitud, se resiste a consentir una maniobra tan desleal como descarada, que no sólo es contra el secretario general en el legítimo desempeño de sus funciones, sino que es en definitiva contra el PSOE, contra su memoria y contra lo que significa en la política española y más allá.
Por abortar un Congreso que, aun con cuestiones pendientes de resolver, es cuestión a tratar en el Comité convocado para su aprobación democrática, y por frenar, como se intenta desde muchos meses atrás, todo pacto por la izquierda para conseguir una mayoría parlamentaria que permita un gobierno capaz de políticas económicas solidarias y con voluntad de diálogo para una reforma constitucional en serio, se ha promovido una campaña de acoso y derribo contra Pedro Sánchez absolutamente deleznable.
Incluso se plantea de forma falaz e injusta la cuestión de la responsabilidad respecto a los últimos procesos electorales, pues, habiendo obligación de cargar con la responsabilidad política a la que haya lugar por unos malos resultados, no vale hablar de “resultados históricos”, por lo negativos que son, sin tener en cuenta los factores que desde atrás inciden en ellos en un largo “ciclo histórico”.
En definitiva, estamos ante un proceso promovido por Susana Díaz y otros dirigentes territoriales, que además se ponen bajo la tutela protectora de Felipe González, el cual ha llevado a una lamentable acción de revuelta palatina totalmente desentendida de la militancia así como de la ciudadanía a la que tanto se invoca.
La herida que todo esto supone para un PSOE al que se le suman nuevos obstáculos para recuperar su credibilidad es enorme. Será su militancia la que tendrá que ocuparse de restañarla mediante su movilización y el compromiso de una acción política en verdad comprometida con un proyecto socialista que merezca la pena.
Como cantaba García Lorca en su Elegía por Ignacio Sanchez Mejías, hoy nos encontramos con que “luchan la paloma y el leopardo/a las cinco de la tarde”. Toca a la militancia socialista convertir la indignidad en fuerza de reconstrucción y transformar la lucha en potencial de común transformación.