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Opinión - Salvar el Mediterráneo y a sus gentes. Por Neus Tomàs

Refugiados: rendición en la tercera fase

Primera Fase. 13 de mayo de 2015: Agenda Europea de Migración

El incremento imparable de refugiados hacia Europa, por mar y por tierra, hasta Grecia e Italia, experimentado en 2014, fue afrontado por la nueva Comisión Juncker con un optimismo algo exagerado. La Comisión adoptó el 13 de mayo de 2015 la llamada 'Agenda Europea de Migración', calificada por Federica Mogherini como “valiente”.

Sus medidas inmediatas eran:

- Triplicar las capacidades y activos para las operaciones conjuntas de Frontex.

- Proponer un mecanismo de 'distribución temporal' y de 'reubicación' en otros países europeos de personas necesitadas de protección internacional (refugiados llegados a Grecia e Italia).

- Proponer un programa de 'reasentamiento' en toda la UE de 20.000 plazas de refugiados que estaban en Líbano, Jordania y Turquía.

- Operación en el Mediterráneo para desmantelar las redes de traficantes.

Efectos de estas medidas: ninguno. En la segunda mitad de 2015 subió el número de llegadas de refugiados calificados por la Comisión como “irregulares” (sic). Solo en octubre, más de 200.000 personas llegaron a Grecia. Las rutas establecidas se consolidaron: Mediterráneo Oriental y Balcanes Occidentales, a través de las fronteras (entonces inexistentes) del espacio Schengen. Dejaron un reguero de muertos en el Mediterráneo.

Segunda Fase. Septiembre de 2015: muerte de Aylan

La figura inerte de Aylan en los telediarios atragantó la comida a los europeos y obligó a los gobiernos a hacer alguna gesticulación. Pero sin medidas realmente eficaces.

El Consejo Europeo de octubre se desentendió del fracaso evidente de la gestión del flujo de refugiados sirios y afganos hacia Europa provenientes de Siria y de los campos de acogida. Adoptó unas conclusiones 'buenístas', pero estériles y faltas de compromiso. Se 'alienta' a los Estados a que aumenten sus capacidades de acogida, que aceleren el proceso paralizado de reubicación, o a que establezcan procedimientos de asilo en las fronteras o en las zonas de tránsito. Y, eso sí, “a apoyar plenamente a la Comisión” en la asistencia humanitaria. Así hasta 18 recomendaciones genéricas sin eficacia alguna.

En diciembre (17 y 18), olvidado el shock de Aylan, el Consejo Europeo –con la actitud siempre pasiva y silente del gobierno de Rajoy (entonces no 'en funciones')- empieza a preocuparse por el “control de las fronteras exteriores”. Eso se convierte en la prioridad, no la seguridad de quienes huyen de la guerra.

Tercera fase. 25 de febrero de 2016: cierre de fronteras y suspensión de Schengen. La rendición

Esa fecha pasará a la historia de la vergüenza de Europa. Después de una reunión de ministros de Justicia e Interior de la UE, incapaces de acordar nada, Austria y nueve países de los Balcanes decidieron unilateralmente establecer vallas fronterizas e impedir el paso del flujo de refugiados hacia el centro y norte de Europa. Esa fue la respuesta a la impotencia de las instituciones de la UE para imponer a los Estados una política común receptiva –y no de rechazo- a los miles de refugiados con derecho a ser protegidos según el derecho internacional (Convenio de Ginebra). Una violación en toda regla del derecho de asilo, clave de los derechos humanos que Europa presume garantizar.

Ni reubicación, ni recolocación. Nada de nada. La política de asilo europea sencillamente no existe. Austria, Bulgaria, Rumanía, Croacia, Eslovenia, países miembros de la UE, más Albania, Bosnia, Kosovo, Macedonia y Montenegro, aspirantes a ingresar en el club, se mofaron de éste. Y lo hicieron sin previo aviso. Además, Viktor Orbam, primer ministro húngaro, ha decidido convocar un referéndum contra las medidas de reubicación y reasentamiento propuestas por la débil Comisión.

La decisión sorpresiva, acordada con nocturnidad y alevosía por Merkel, Tusk y el gobierno de Erdogan para que éste, a cambio de dinero, reciba de nuevo a quienes, pasando por Turquía están en Grecia, es hacer de la necesidad virtud: si los países balcánicos no quieren refugiados, volvámoslos a enviar a Turquía, cuyo pedigrí de derechos humanos empeora cada día. Turquía, 'parking' para los refugiados otra vez. Este es el resultado de la cumbre UE-Turquía de 7 de marzo en Bruselas, que, si Dios no lo remedia, será refrendada en el próximo Consejo Europeo de la próxima semana, a pesar de la protesta de Naciones Unidas.

Aún tengo esperanzas de que la ley internacional no sea masacrada, ni se efectúen expulsiones colectivas, prohibidas por el derecho europeo. Pero la decisión adoptada tiene poco margen para ser cambiada desde el momento en que Europa está bloqueada y Schengen en suspenso. Hay propuestas que producen auténtico rubor, como la de reasentar en la UE, por cada sirio readmitido por Turquía procedente de las islas griegas, otro sirio procedente de Turquía. Una especie de rifa o cambalache en un zoco 'turco', con seres humanos como mercancía.

Europa corre un gravísimo riesgo al entrar por ese camino de entregar a los refugiados a un país no seguro como Turquía, poniendo en cuestión sus valores fundamentales y su identidad y violando el principionon refoulemendel Convenio de Ginebra, ya que hoy todo sirio es un refugiado prima facie. Pero, además, toma una opción ineficaz. Esa fase grandilocuente de Tusk de que “los días de migración irregular a Europa se han terminado” es ridícula, cuando no lamentable. Si la política migratoria se endurece, los beneficios de los traficantes aumentan y las vías de entrada se hacen más difíciles y mortíferas.

Desgraciadamente, las elecciones en Alemania del año próximo tienen que ver con el giro de Merkel, cuya inicial aceptación generosa de refugiados abrió la esperanza de un tratamiento del asilo con arreglo a la ley y a los valores humanitarios. La misma razón electoralista explica lo que otros gobiernos han decidido, favoreciendo el auge de la xenofobia.

No hay una 'crisis de refugiados'. Europa es muy grande y capaz de integrarlos. Lo que hay es una crisis del proyecto europeo. Eso es lo que está en cuestión el 17 y 18 de marzo en Bruselas, y de lo que el Gobierno español no quiere responder ante el Parlamento.