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Repensando el PSOE desde el exterior

Miguel Escassi

Secretario general del PSOE Chile —

Una exiliada del franquismo residente en Chile preguntaba hace días qué le estaba pasando al mundo, por qué esta inquietante marejada de Brexits, referéndums de paz rechazados, y neonacionalismos de extrema derecha como los de Trump, Le Pen y compañía.

Lo cierto es que todos estos sucesos tienen en común dos cosas. Una, se nutren del descontento y la falta de expectativas de millones de ciudadanos y ciudadanas frustrados en esta frenética sociedad postmoderna. Y dos, florecen ante una crisis profunda de valores, donde el fin justifica los medios, y donde impera la simplificación, la vehemencia visceral y la ley del más fuerte y ruidoso, frente a la razón y el contraste sereno de ideas y proyectos.

Lo anterior requiere una reacción potente: entusiasmar con una visión de sociedad global sostenible, que balancee las desigualdades del sistema, y que le imponga límites y controles; plasmada en soluciones actuales para los problemas de hoy, pero basada en los mismos valores que nos hicieron alcanzar, no hace mucho, sociedades de bienestar cuyas defensas descuidamos por creer que ya estaban conquistadas.

Esta es justamente la gran misión pendiente de la socialdemocracia europea. En España, le corresponde al PSOE liderarla. Y para ello debe acometer, de una vez y con decisión, un proceso de renovación en dos dimensiones: fortaleciendo su fondo y cambiando su forma.

Fortalecer el fondo del PSOE significa potenciar sus ideales socialdemócratas, aterrizándolos en proyectos que convenzan e ilusionen a la ciudadanía ante los desafíos actuales, entre ellos, el desempleo y la precariedad de los trabajadores, la sostenibilidad de los sistemas públicos de protección social, la pobreza y las crecientes desigualdades en rentas y oportunidades, la emigración forzada o la evolución del modelo autonómico.

Cambiar la forma del PSOE es abrirse y modernizarse. Abrir, para inyectar participación, transparencia y energía al modelo representativo en decisiones que requieran gran legitimidad (primarias abiertas para candidaturas; consultas para programas electorales; referéndums para posicionamientos políticos de alta relevancia, plataformas y observatorios ciudadanos). Modernizar, para parecerse más a la ciudadanía y acercarse más a sus realidades (cultura de “servicio político rotatorio” con mayor limitación de mandatos; división y limitación de responsabilidades orgánicas, ejecutivas y representativas; criterios de capacidad y mérito, no sólo en el mundo público, para la elección de cargos públicos.)

El PSOE tiene una cita histórica para iniciar esta renovación: la del Comité Federal del domingo 23 de octubre, demostrando con sus decisiones la prevalencia de los valores del partido frente a la táctica electoral y demoscópica. Una cita única, dónde esta vez no es posible una solución a medias que logre el habitual balance de ideales y sentido práctico que han hecho de este partido el instrumento más eficaz para el progreso de la democracia en España.

Ni la exiliada de Chile, ni sus compañeros que llegaron a América escapando del franquismo, ni la mayoría de sus hijos y nietos, podrían entender ni perdonar que la elección del PSOE fuese legitimar un gobierno del partido más regresivo y corrupto de nuestra democracia. Los valores de estos emigrantes no se negocian ni se transan, y están por encima de intereses orgánicos y coyunturas políticas.

Para ellos, esta decisión no debe tomarse en base a escenarios de poder, sino a la coherencia con unos ideales que defendieron con sus vidas, que los llevaron a ellos y sus familias a vivir lejos de nuestro país. Un sentimiento compartido por cientos de miles de nuevos emigrantes empujados por las políticas de un gobierno cuya legitimación se evaluará este domingo.

En definitiva, esta decisión tiene un impacto crucial para España. Y un carácter refundacional para el PSOE: una encrucijada entre ser un partido “práctico”, que prioriza la conservación en el corto-plazo (mantener la actual cuota de poder para liderar la oposición durante los próximos meses); o ser un partido “coherente”, que pone por delante sus valores y el cumplimiento de su palabra (exponiéndose ante un nuevo juicio electoral con incertidumbre, en el que estaría por verse si pesa más el premio por su coherencia o el castigo por su conflicto interno).

Ninguna de las dos opciones asegura la gobernabilidad y estabilidad de España, ni el éxito del PSOE. Sin embargo, la elección del PSOE por sus valores garantiza algo prometedor: haber emprendido el camino de la renovación y la refundación. Un camino lleno dificultades, pero que llevaría al PSOE a ser nuevamente la opción de gobierno preferida por los españoles y españolas para una España próspera y sostenible. Un camino, que también podríamos explicar con orgullo y dignidad a los cientos de miles de españoles y españolas en el exterior. Y que representaría un motivo de esperanza y un ejemplo de solución para la crisis de valores de nuestra sociedad global.

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