En el perímetro fronterizo que separa Ceuta y Marruecos hay un solo acceso con dos vías de entrada. Hay una sola vía para los 10.000 coches que cruzan diariamente la frontera, y otra vía para las 25.000 personas que, también cada día, hacen el mismo trayecto. Bajando en coche por las montañas que rodean Ceuta ya se avista la forma de embudo de la frontera: entre cuatro y cinco carriles separados por pequeños muros de cemento se convierten más adelante en una sola fila por donde poder cruzar. Colas de hasta tres y cuatro horas para pasar la frontera en coche pesan para todas, pero sobre todo para las personas que deben entrar y salir cada día para trabajar, o para las que trabajan pasando mercancía a través de ella. En el recorrido se pasa por hasta cinco puestos de seguridad donde piden y revisan los papeles. Dos vallas de más de seis metros marcan un pasillo estrecho y largo donde, al final, nos encontramos con un grupo de cuarenta personas que intentan entrar en territorio español.
Dos agentes de policía nacional controlan la entrada. De repente, uno de los agentes empieza a gritar y empuja a todo el grupo para atrás, formando una avalancha. De entre el grupo, un hombre se atreve a adelantarse y le enseña los papeles, que tiene guardados en un sobre de plástico. “¿Qué es esto? ¿Qué es esta mierda?” - dice el guardia cogiéndole el sobre. “¿Sabes lo que te digo? Que te quedarás aquí, a un ladito y sin molestar. Y ya, si eso, mañana te digo algo sobre tú y tus papeles”. Entonces los policías se percatan de nuestra presencia. Se dirigen a nosotras de manera educada y les dicen a ellos que nos dejen pasar. En pocos sitios se pueden detectar los privilegios ligados al proceso de racialización y al país de origen como en una frontera. Detrás de los agentes, sigue el mismo pasillo bordeando el mar. Al salir, a la derecha, se encuentra la playa del Tarajal. Cuando nos percatamos, aún movidos por la situación que acabábamos de vivir, un silencio incómodo nos invadió. Las 14 personas muertas en 2013 presentes. Unos metros más allá, en la primera rotonda, un guardia civil le da golpes al fajo que lleva una porteadora en la espalda mientras le chilla: “¡A ver, tú! Quiero ver lo que llevas dentro de este fajo, ábrelo. No te moverás de aquí hasta que no lo abras”. De repente nos ve y grita al grupo de porteadoras: “A ver, dejad de molestar, dejadles pasar”. A nosotras nos trataba como personas, a ellas no. Así fue nuestra primera entrada en Ceuta. Probablemente un día cualquiera en Ceuta, pero no fue una experiencia cualquiera para nosotras. Dos situaciones al azar, dos muestras de profunda violencia y de racismo. Tuvimos una sensación similar a la que experimentamos la primera vez que entramos al CIE en el 2010. La profunda sensación de encontrarnos en un lugar de no Derecho, de impunidad frente a la violencia institucional.
Con la llamada “crisis de refugiados” hemos visto como principalmente dos países, Italia y Grecia, han sido puestos en el centro de la agenda mediática y política como epicentros de la llegada de flujos migratorios para llegar a Europa. La situación de vulneración de derechos humanos ha generado una fuerte repulsa entre amplios sectores de la población: vallas, ataques por parte de la policía de los distintos países colindantes, miles de personas muertas por haber intentado llegar a las costas europeas, refuerzo de funciones y presupuesto para Frontex y un acuerdo con Turquía que vulnera la convención para las personas refugiadas y los tratados internacionales de derechos humanos. Miles de personas en tránsito intentando llegar y miles de personas en un atasco burocrático. Sin embargo, el foco no ha llegado de manera suficiente a la Frontera Sur del Estado Español. Y ello, a pesar de que Ceuta y Melilla han sido el laboratorio de los países de la UE en el control de fronteras. Un modelo que se ha visto replicado en los últimos tiempos por diferentes países, cuyas principales señas de identidad serían de vulneración de derechos en el espacio fronterizo, la externalización del control de fronteras, y las vallas con sus concertinas. También lograr que se normalice la creación de espacios de no Derecho. Este quizá es el mayor “logro” replicado.
Ha llegado el momento de poner entre todas el foco para cambiar la situación. Una de las cuestiones más urgentes, como se ha comprobado de nuevo tras las numerosas devoluciones “en caliente” que se han producido estos días en Ceuta tras el intento de entrada del pasado día 1 de enero, es la derogación inmediata del artículo de la Ley de Seguridad Ciudadana que introdujo la modificación por la puerta de atrás de la Ley de Extranjería para intentar legalizar las mismas. Siguen sin ser legales, pero a la espera de que el TEDH condene al Estado Español, hemos de trabajar, no solo para que desaparezcan de la ley sino que, también, para que cese su práctica (ya que operaban con carácter previo a su introducción en la Ley). La creación de vías legales de entrada, más allá de la existencia de unos supuestos puestos de solicitud de asilo que no operan en la práctica, también se hace imprescindible. Así como, entre otras medidas, lograr que se agilicen, racionalicen y se controlen los tiempos para que las personas que estén en los Centros de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), en donde las personas migradas y las personas con petición de asilo son establecidas temporalmente, sean trasladadas a la Península. Y que, con ello, se acabe con la saturación en los CETI. Mientras que la capacidad del centro es de aproximadamente 500 personas, cuando estuvimos hace mes y medio había más de 800. La atención médica y psicológica está bajo mínimos y las condiciones de todo el centro son pésimas. Lo más preocupante era la dejadez con la que explicaba la situación la responsable que nos lo mostró. También medidas que encaren las vulneraciones de derechos a Menores No Acompañados, a las víctimas de trata, así como a las solicitantes de asilo.
Es importante visibilizar y reconocer el trabajo hecho por entidades y personas individuales que llevan trabajando muchos años en Ceuta y Melilla para los derechos de las personas migradas, aprovechando un momento donde esta cuestión se encuentra en el centro de la agenda europea e internacional. Para ello, es una gran noticia que desde los colectivos que promovieron la Caravana a Grecia en el verano pasado, estén convocando una caravana a la Frontera Sur para este verano. Pero debemos ir más allá de una mera visibilización: hay que denunciar, sumar esfuerzos y coordinarnos entre todas las entidades que trabajamos para y con las personas migradas para establecer objetivos comunes a corto, medio y largo plazo. Es importante hacer hincapié en el sentido común general y focalizar bien para hacernos con la hegemonía discursiva a través de todos los instrumentos y mecanismos que tenemos a nuestro alcance. Por otra parte, y con la vista puesta a los recursos que tenemos, debemos establecer objetivos concretos y factibles para contribuir de manera efectiva a un cambio en la gestión de las políticas migratorias en el Estado Español. Con estos objetivos en mente y las experiencias acumuladas por otras organizaciones durante años, elaboraremos un informe sobre las vulneraciones de derechos a las personas migradas en la Frontera Sur, y paralelamente tenemos la propuesta de trazar entre todas las entidades que trabajan allí y las de la península una agenda y objetivos comunes para 2017 porque, aunque parezca muy básico, hemos de, como mínimo, restablecer la legalidad en la Frontera Sur.