Resurrección y (segunda) muerte de Bicimad
Estamos en fechas que se prestan a los juegos de palabras con toda la semántica asociada a la Semana Santa: muerte, resurrección, cautiverio, penitencia, etc. Estas palabras ayudan a comprender la situación de BiciMad, el enésimo fiasco de gestión del, ya a todas luces, fallido gobierno de Almeida.
Cuando arrancó este mandato, pronosticamos que no serían capaces de materializar ninguna de las promesas que hicieron a los madrileños para llegar a la alcaldía: Soterrar la A5, acabar con Madrid Central, volver a abrir la Gran Vía al tráfico de paso o construir un parking junto al Retiro. Afortunadamente, todo sea dicho. Ni siquiera, y no era tan complicado, completar la peatonalización de la Puerta del Sol.
El actual gobierno municipal no ha logrado nada de lo que se había propuesto, motivo por el cual, Almeida va a pasar a ocupar el primer puesto en el podio de los peores alcaldes de Madrid, en clara pugna con Ana Botella. Ella, al menos, trajo la bici pública a Madrid, si bien es verdad que con un modelo que no era sostenible. Y precisamente de eso, de BiciMad, vamos a hablar en este artículo.
En rápido recordatorio, Botella licitó y adjudicó en 2013 un contrato a la empresa “Bonopark” para que gestionara el servicio de bicicleta compartida en Madrid. Fue una adjudicación muy discutida en su momento por la escasa experiencia de la empresa seleccionada en grandes ciudades. El coste, 25 millones a distribuir en 12 años, se vio muy pronto que no llegaba para garantizar la calidad de este servicio. Se trató, una vez más, de hacerse la foto y escoger lo más barato (que, como dice el refrán, acabó saliendo más caro).
Rescate
BiciMad se fue deteriorando y cuando en 2015 llegamos al gobierno, nos tocó rescatarlo. Lo mismo sucedió con la Empresa Municipal de Vivienda (EMVS), que estaba en quiebra técnica y en pleno proceso de liquidación cuando aterrizamos en Cibeles y tras una inyección de 26 millones y un saneamiento completo de la entidad, la situamos a la cabeza de las promotoras (públicas y privadas) del país.
Pero volviendo a Bicimad, nuestro gobierno, el de Carmena, tenía dos opciones: o dejarlo morir, o resolver el contrato con la adjudicataria, compensando a la empresa por la inversión inicial realizada, y no amortizada. Optamos por la segunda porque nuestra prioridad era que los madrileños pudieran seguir disfrutando del servicio y que este estuviera a la altura de sus expectativas.
Los servicios técnicos y jurídicos tasaron dicha compensación en 10,3 millones de euros, que le fueron abonados a Bonopark. A partir de ahí, la EMT asumió la gestión directa del contrato y a lo largo de todo nuestro mandato, bicimad no paró de crecer tanto en número de usuarios como en el grado de satisfacción de estos, situándose en máximos históricos en los meses de mayo y junio de 2019. El servicio estaba muerto y conseguimos resucitarlo. Los trabajadores de Bonopark accedieron a las pruebas correspondientes y casi todos pasaron a incorporarse a la plantilla de EMT y la empresa municipal asumió el viejo contrato, aunque con bastantes limitaciones para la ampliación del servicio o la incorporación de publicidad, por ejemplo.
Sin embargo, llegar ahí no había sido un camino de rosas. El actual alcalde, y entonces líder de la oposición, Martínez-Almeida, había hecho todo lo posible por torpedear aquel proceso.
Recurrió en los tribunales el rescate de BiciMad y presentó una querella penal contra dos miembros del equipo de Carmena por prevaricación. Ese proceso judicial, que acabo archivado, retrasó la necesaria ampliación de BiciMad a la que se comprometió nuestro gobierno cuando rescatamos la concesión porque así lo impuso el juez. Todo quedó en nada, furia y ruido otra vez del PP, hacer daño para nada más que retrasar la extensión de la bici pública.
Pese a todo ello, BiciMad alcanzó los mejores resultados en número de usuarios y grado de satisfacción de su historia.
En estas llegaron las elecciones, y tras ellas el cambio de gobierno. Manuela ganó, hay que recordarlo, pero la suma de los votos de Vox y Ciudadanos a los del PP, entregaron la alcaldía a Almeida. Y entonces comenzó el caos.
Fiasco
Primero, con aquel anuncio de “BiciMad Go”. Bicicletas sin anclaje que iban a facilitar la extensión de BiciMad a los distritos de la periferia y acabó, como todo lo que depende del concejal de Medioambiente de Almeida, Borja Carabante, en fiasco. Un fiasco por el que nadie asumió ninguna responsabilidad. Otra marca de la casa.
Pero no todo iban a ser malas noticias. Tras los acuerdos de Cibeles y el pacto de presupuestos con nuestro grupo, el gobierno de Almeida se comprometió a completar el proceso de remunicipalización de BiciMad que iniciamos en la etapa de Camena. En lugar de que la Empresa Municipal de Transportes (EMT) gestionara el contrato, la plantilla y todos los medios pasarían a formar parte de la estructura de la propia empresa, tal y como sucede con los autobuses.
Esta fue, queremos reivindicarlo, una de las exigencias que impusimos a Almeida para alcanzar aquel acuerdo presupuestario.
Lo tenían todo para hacerlo bien. Sin regla de gasto, con fondos europeos y el apoyo de toda la oposición. Por cierto, ninguna de estas tres cosas las tuvo nuestro gobierno.
Pero ni con eso han sido capaces. Cuando en octubre, el gobierno de Almeida llevó a Pleno el expediente de remunicipalización, le advertimos de que había cosas que hacían dudar de la viabilidad del sistema.
Déficit
En primer lugar, se estimaba un coste de 45 millones de euros, de los cuales se preveía recibir una parte, no especificada, en aportaciones privadas. Le preguntamos qué ocurriría si estas no llegaban, pero no obtuvimos respuesta.
Además, la operación preveía un impacto en el déficit del ayuntamiento de unos 10 millones entre los años 2024 y 2031, tal y como figura en la memoria económica del expediente. Para compensarlo, el Ayuntamiento se compromete a realizar una aportación anual de 7,4 millones. Los 2,6 restantes proceden de esas aportaciones privadas que, como apuntábamos, nadie asegura que vayan a llegar.
En tercer lugar, toda la operación pivotaba sobre una aportación de 37 millones de euros procedentes de los Fondos Europeos que tampoco estaban garantizados.
El cuarto de los elementos que nos generaban muchas dudas era el incremento de personal previsto, claramente insuficiente para gestionar la ampliación anunciada manteniendo los estándares de calidad del servicio.
El quinto y último, era que el servicio siempre resultaba deficitario en cualquiera de los escenarios contemplados, de lo que surgía el temor de una nueva concesión a futuro con la justificación de que la insostenibilidad del sistema. Nada nuevo en la manera de entender la gestión de lo público por parte del PP.
El resultado de todo esto, el previsible. Hoy BiciMad es un desastre. Algo que Almeida ya sabía cuando anunció la gratuidad del servicio hasta pasadas las elecciones. Como siempre, el alcalde pretendía esconder tras un buen titular una pésima gestión, pero esta vez no le ha salido.
Nuestro actual alcalde, minúsculo heredero de la gran Manuela, recibió un Ayuntamiento con mil millones de superávit anual y lo va a dejar con casi 300 millones de déficit. Heredó un servicio de BiciMad que funcionaba y no dejaba de crecer en usuarios y en satisfacción de estos, y va a dejar un montón de estaciones vacías y bicis vandalizadas desperdigadas por toda la ciudad.
Al final, tenemos que reconocerle un mérito. Sin pretenderlo, ha conseguido lo que anunciaba: que BiciMad llegue a todos los barrios y sea de uso gratuito. Entiéndase la ironía. Los parches que ponen cada vez que salta el escándalo, no van a funcionar. No están funcionando y está a la vista de cualquier usuario.
Almeida pasará a la historia como el peor alcalde de Madrid. El peor por su falta de proyecto y de gestión, pero, sobre todo, el peor porque nadie tuvo antes tantas oportunidades como él y tan poca capacidad de aprovecharlas. Si el hijo del dios de los cristianos volvió de entre los muertos, Almeida ha mandado de vuelta al sepulcro un servicio que con mucho esfuerzo y tesón había sido devuelto a la vida por el gobierno de Carmena. En mayo, si los madrileños nos dan su confianza, volveremos para retornarlo al mundo de los vivos.
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