Salvar a Salvamento Marítimo

Las nuevas medidas para la militarización de la frontera sur convertirán a Salvamento Marítimo en una pieza clave para el control migratorio. Así, estas resoluciones hacen un uso fraudulento del servicio público, cuyo objetivo es la salvaguarda de la vida en el mar y no la ejecución de sistemas de control del movimiento.

Debemos enmarcar este cambio que enfrenta Salvamento Marítimo en las políticas globales europeas de “gestión de la vida humana en las fronteras”,  que sabemos han optado por varias estrategias de muerte selectiva en estas últimas décadas.

Una de ellas ha sido el uso directo de material militar implementado y favorecido por los intereses de las industrias armamentísticas del norte global. Es decir, ejecutar a las personas migrantes en los tránsitos y en los intentos de cruce; ya sea por acciones de los militares de los Estados o por la violencia de las organizaciones criminales.

Y otra de las políticas, tal vez incluso más eficaz que la primera, pasa por no asesinar directamente a las personas que se mueven, pero sí por dejarlas morir.  

La muerte como principio último del control fronterizo entra dentro del concepto de necropolítica acuñado por Achille Mbembe. Este pensador camerunés explica que los “regímenes políticos en el mundo actual obedecen a la premisa de hacer morir y dejar vivir” y sitúa la aparición de estas estrategias de control sobre la vida en la colonización.

Si no lo evitamos, Salvamento Marítimo se convertirá en un actor más con poder para generar muerte dentro de la frontera, aunque este hecho ataque a la base fundamental de su servicio, que es la defensa del derecho a la vida. Salvamento Marítimo de España ha sido, hasta el momento, un pequeño oasis de vida en las políticas de muerte de la Fronteras europeas.

El Mediterráneo occidental es un claro ejemplo de a quiénes se deja morir en el mar. El pasado 1 de febrero la justicia italiana abrió una investigación a los guardacostas de este país bajo la sospecha de no haber prestado asistencia en un naufragio de mediados de enero donde murieron 117 personas.

No es la primera vez que un servicio público europeo deja morir lentamente a naúfragos en el Mediterráneo, estableciendo así un Estado de excepción en el que los derechos de las personas migrantes dependen directamente de directrices militares y de control.

Para justificar este cambio en el rumbo de Salvamento basta con crear categorías de naúfragos con un marcado sesgo racial que son presentados como enemigos ficticios ante la población española.

Así, el racismo institucional es clave para que se tomen este tipo de medidas, porque los mensajes que se han vertido durante décadas de las personas que llegan en patera permiten su muerte y la criminalización de Salvamento Marítimo por defender su derecho a la vida.

Explica Mbembe que se construye “la percepción de la existencia del otro como un atentado a mi propia vida, como una amenaza mortal o un peligro absoluto cuya eliminación reforzaría mi potencial de vida y de seguridad”. Por lo tanto, no rescatar “al otro” o no poner los medios para que sea rescatado es representado como una protección del Estado hacia su ciudadanía.

Así, llegados a este punto, cualquier medida política encaminada a dejarles ahogarse es totalmente asumible por el sistema democrático español y no es ya monopolio de los discursos de extrema derecha. Porque en la necropolítica que vivimos en nuestras fronteras marítimas los cuerpos racializados, los cuerpos que no son privilegiados por razón de su nacimiento, son mercancías, son desechables, y los grupos de personas migrantes que transitan los mares pueden ser fácilmente eliminados.

Por eso, durante estos años, hemos defendido a Salvamento Marítimo, pero sobre todo a las personas que trabajan en este servicio y que no quieren aceptar que se pervierta su labor. Trabajadoras que quieren seguir defendiendo el derecho a la vida de cualquier náufrago con los mejores medios y con la misma fuerza.

Por eso, durante estos años, hemos visto cómo las comunidades migrantes y las familias se organizaban para poder alertar de situaciones de riesgo en el mar. Porque nadie como ellos saben que sus vidas no importan en las fronteras y porque nadie como ellos sabe cómo se resiste ante esas políticas de muerte.

“Si los hijos blancos de aquellos que dejaron de buscar a mi hijo negro estuviesen en el mar, estuviesen en peligro. Si dependiese de mí buscarles, pondría todos los medios necesarios a mi alcance para encontrarles vivos. Porque ni siquiera a aquellos que dejaron de buscar a mi hijo les deseo que pasen por el calvario por el que mi familia está pasando”, padre de un desaparecido en 2018 en el Estrecho de Gibraltar.