Salvini contra la dignidad de Europa
Tras declararse ganador de las elecciones europeas en Italia el pasado 26M, Salvini ha venido inflando el pecho con gestos de desafío a la Unión Europea, para demostrar que él es el tenor que lidera el coro político del nuevo grupo europeo: Identidad y Democracia.
Ante el silencio de la Comisión Europea, ocupada en las negociaciones sobre los altos cargos que entrarán en el nuevo equipo ejecutivo del que puede considerarse el “Gobierno de la UE”, Salvini se proyecta como el “hombre fuerte” que viene a salvar a Italia de sus “enemigos”. Lo hemos visto en el caso de la detención de la Capitana del Sea-Watch 3, Carola Rackete. Salvini procura construirse una imagen de caudillo posmoderno gracias al uso sofisticado de las redes sociales y los medios de comunicación: implacable contra los “invasores”.
El éxito de Salvini no está en su capacidad para explicar las posibles soluciones a la crisis económica que azota a su país, sino en su ímpetu para señalar a los “culpables”. Valiéndose de una retórica simplista y demagógica, Salvini insiste en señalar los peligros para el desarrollo nacional que representan los “enemigos externos”, a saber, los inmigrantes africanos, y los “enemigos internos”, a saber, la comunidad romaní.
Desde que fue nombrado ministro del Interior, Salvini ha hecho declaraciones que suponen un flagrante agravio moral contra la dignidad de la comunidad romaní, y más aún, que atentan contra los derechos fundamentales de este colectivo. En junio del pasado año, expresó en una entrevista de radio la intención de crear un censo de aquellas personas que sean de etnia romaní, para expulsar a los que no hayan nacido en el país, lamentando que los que sean italianos “hay que quedárselos”. Precisamente, el pasado mes de junio, en su perfil de twitter, pedía la esterilización de una mujer romaní acusada de hurto. Y, esta misma semana, ha pedido un informe sobre los campamentos de romaníes para localizar a los ilegales y “preparar un plan de desalojo”, y subraya “que a menudo constituyen un peligro para el orden público y la seguridad”.
Estamos ante un claro caso de instrumentalización política del “chivo expiatorio”, analizado de manera magistral por el sociólogo René Girard, que consiste en escoger un enemigo reducido en número, y por lo tanto fácil de eliminar, que carga en su existencia con todo el mal de una sociedad. La segregación habitacional en la que vive la comunidad romaní desde hace décadas no es suficiente. Salvini no se conforma con el asedio y la segregación, quiere la expulsión: que los romaníes dejen de existir en Italia.
Los campamentos segregados, en los que vive un sector de la comunidad romaní en Italia, están formados por una demografía compleja que se ha configurado en tres fases: la primera, formada en la década de 1960 por ciudadanos romaníes de nacionalidad italiana; la segunda, formada en la década de 1990 por ciudadanos romaníes que huían de la guerra de los Balcanes, en el proceso de descomposición de ex-Yugoslavia; la tercera, formada en la década 2005-2015 por ciudadanos romaníes de nacionalidad búlgara, rumana y croata, en el proceso de ampliación de la UE hacia Europa central y del este.
Esta compleja demografía convive en los 50 campamentos que se reparten por todo el país. De las 40,000 personas que se estiman en los campamentos, dos terceras partes viven en campamentos legales, gestionados por las autoridades municipales, y una tercera parte en campamentos ilegales. En ambos casos, la comunidad romaní se enfrenta a tasas de desempleo más altas que el resto de la ciudadanía, pocos o ningún servicio público, viviendas en mal estado, educación de baja calidad, infraestructuras sanitarias deficientes y estigmatización severa.
La gestión de los campamentos de romaníes, conocidos popularmente en Italia como “Campi Nomadi”, forma parte de la agenda de la Comisión Europea desde 2011, cuando se aprobó el “Marco Europeo de Estrategias Nacionales para la Inclusión Social de la Población Romaní”. Este año y el siguiente son cruciales para cumplir con los objetivos de inclusión marcados por la Comisión; tras este plazo, Italia se enfrentará a una evaluación del uso de los presupuestos asignados del Fondo Social Europeo, de los Fondos Estructurales y Fondos de Inversión. Salvini quiere hacer trampas en el inminente examen, expulsando masivamente a los ciudadanos romaníes que residen en los campamentos, para no tener que dar cuenta de su estado de exclusión y marginalización. Pero la expulsión no es una opción sencilla, muchos de los residentes en los campamentos son ciudadanos nacidos en Italia: algunos con nacionalidad italiana, otros sin documentos de identificación por dejadez institucional, pero que no tendrán mucha dificultad para demostrar que mientras que sus padres llegaron como migrantes, ellos no han tenido otro país de residencia más que Italia.
No sabemos hasta dónde es capaz de llegar Salvini con esta fanfarria política. De momento, la comunidad romaní es rehén del “hombre fuerte” de Italia que cuestiona los valores humanistas de la UE, al tiempo que evita dar explicaciones en el Parlamento de los 65 millones de dólares en negro que, presuntamente, habría recibido de lobistas cercanos al Kremlin para financiar a su partido Lega Nord.
Una vez más, la historia nos avisa: pisar la dignidad romaní es el primer paso para aplastar la dignidad de Europa.