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Opinión - ¡Nos comerán! Por Esther Palomera

Sánchez y la independencia

Ciudadanos en una calle de Bilbao.

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El titular podría ser este: Pedro Sánchez logra reducir al 19% el deseo de independencia en Euskadi.

Ese es el dato que publica el sociómetro  que acaba de elaborar el Gobierno Vasco. El deseo de independencia tuvo su máximo durante la presidencia de Mariano Rajoy, y su mínimo ahora con Sánchez en La Moncloa. 

En concreto, sólo el 19% se manifiesta a favor de la independencia mientras que un 43% está en desacuerdo con la independencia y un 33% estaría a favor o en contra según las circunstancias.

Algo tiene que ver, evidentemente, esa luna de miel compartida entre PNV y EHBildu con el actual inquilino de La Moncloa y ello a pesar de los exabruptos de dirigentes del PP, como Rafael Hernando, entonces portavoz del PP, que, con motivo de la moción de censura y la elección de Sánchez como presidente en junio de 2018, dijo aquello de que este era presidente gracias “a los viejos amigos de la ETA”, refiriéndose al apoyo de EHBildu.

Resulta curioso constatar que el PP –heredero de Alianza Popular, heredero de los siete magníficos que la fundaron y que salieron directamente del franquismo y del Movimiento Nacional, adalid de la unidad de España y partidario del “antes una España roja que rota” de José Calvo Sotelo– llevara a Euskadi a las cotas más altas de deseo de independencia. No parece una utilización inteligente de la política en pos de un objetivo tan básico para ese partido como es el de la “unidad de la Patria”.

Los políticos más valorados de Euskadi según el reciente sociómetro son el nuevo lehendakari, Imanol Pradales, y el que fuera candidato de EHBildu, Pello Otxandiano. Ambos pertenecen al corpus nacionalista clásico, proceden de la idea central expresada por el creador del nacionalismo vasco, Sabino Arana, en su libro Bizcaya por su independencia.

Ninguno de los dos proponía la independencia como objetivo en el programa político que presentaron en las últimas elecciones. Lo de Otxandiano todavía resultaba más llamativo, si consideramos que dentro de EHBildu se encuadra Sortu, el partido clave de esa coalición, y que Sortu resulta ser la heredera de Herri Batasuna.

Es decir, está claro que para ambas formaciones, competidoras en la atracción del voto nacionalista, lo de la independencia a la hora de atraer voto transversal, en la actual situación política, resultaba una rémora.

De hecho, EHBildu que construyó una inteligente campaña electoral, logró atraer buena parte del voto de izquierda de los caladeros de Podemos o Sumar, del voto de izquierda no nacionalista o independentista.

En las elecciones autonómicas celebradas en abril de este mismo año, el PNV logró el 35,17% de los votos y EHBildu se le acercó con un 32,44% de los votos. Es decir, entre ambos lograron  un impresionante 67,61%, pero en su propuesta política no aparecía el concepto de independencia.

Meses después, el pasado octubre, el propio Arnaldo Otegi, al presentar la ponencia política para el tercer congreso de EHBildu, a celebrar en Pamplona en febrero de 2025, explicó que “defendemos el gradualismo para lograr mayores cotas de soberanía porque la independencia no va a ser de golpe ni para mañana”.

Resulta meridianamente claro que para los vascos en la actualidad ese no es un problema esencial, al contrario de otros que sí se sitúan en la primera línea de exigencia, según los datos ofrecidos por el sociómetro, como son los problemas relacionados con el mercado de trabajo, la vivienda, la sanidad y, en concreto, la situación de Osakidetza, el organismo que controla la sanidad en Euskadi, y la delincuencia e inseguridad ciudadana. La preocupación por el “terrorismo, presos y proceso de paz” ha descendido a niveles mínimos, cuando hace unas décadas se situaba en la cúspide de la escala de los principales problemas.

PNV y EHBildu, enfrentados en lograr el liderazgo nacionalista, surfean ahora por esas aguas del derecho a decidir, el nuevo estatus del autogobierno y la bilateralidad, olvidados del maximalismo independentista y con la vista puesta también en agregar a ese nuevo estatus, al Partido Socialista y a lo que representan  Podemos o Sumar.

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