En materia de derechos humanos, en el combate contra la impunidad de crímenes internacionales y contra la corrupción (ejes centrales de la fundación que presido, FIBGAR) se han producido avances y retrocesos en 2018.
Este año hemos celebrado los 70 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos y de la Convención contra el Genocidio; 40 años de la Constitución Española; 20 años de la creación de la Corte Penal Internacional y de la detención de Pinochet en aplicación del Principio de Jurisdicción Universal. Pese a los buenos resultados, nos enfrentamos a desafíos urgentes y amenazas ciertas.
La Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, ha destacado que la Declaración Universal tiene la virtud de adaptarse a nuevos retos, entre los que destaca el calentamiento global, producto de la contaminación ambiental. El aumento de las emisiones de gases invernadero experimentado este año no es casual. Entre otros factores, ello se debe al abandono del Acuerdo de París por parte del gobierno estadounidense de Trump, dejando sin efecto las medidas anteriormente adoptadas por Obama.
En diciembre de 2018 se ha celebrado una nueva cumbre sobre el cambio climático en Polonia, auspiciada por Naciones Unidas, para poner en marcha las medidas acordadas dos años atrás en la capital francesa. Sin embargo, estas iniciativas se están desarrollando sin un marco jurídico que obligue a los países firmantes a cumplir sus compromisos. Desde la Fundación Internacional Baltasar Garzón proponemos, además de establecer este marco jurídico, la inclusión urgente del delito de ecocidio en el Estatuto de la Corte Penal Internacional y en el ámbito de aplicación del principio de Jurisdicción Universal, para que los costos de los incumplimientos de los acuerdos los soporten los responsables de aquellas decisiones que ponen en riesgo nuestra subsistencia en el planeta Tierra.
El auge de la ultraderecha
En otros aspectos, este año hemos sido testigos del auge y consolidación de la ultraderecha en distintas partes del mundo. En Europa ha penetrado claramente en Francia, Holanda, Suecia, Noruega, Gran Bretaña, Hungría, Polonia, Italia y ahora también en España, pero igualmente lo ha hecho en Estados Unidos y Brasil entre otros países. En todos ellos destacan algunos elementos comunes que se concretan en el retroceso en igualdad de derechos entre mujeres y hombres, en considerar la inmigración como un problema y a los inmigrantes como verdaderos enemigos y culpables de los males que aquejan a la sociedad. De alguna forma recuerdan el discurso nazi contra los judíos, postulando su reclusión en centros de internamiento a modo de guetos y muros de contención en las fronteras.
Este año, en una decisión sin precedentes, el Parlamento Europeo aprobó la apertura de un expediente sancionatorio a Hungría por la corrupción del gobierno y sus políticas contra los inmigrantes, la libertad de prensa, la independencia universitaria, así como el abandono de las mujeres víctimas de violencia machista, infringiendo el artículo 7 del Tratado de la Unión Europea al vulnerar sus “valores fundacionales”. Es el mismo discurso que defienden los de Salvini en Italia, o en Polonia, y que propugna también Vox en España ensalzando a los “héroes nacionales” y la desaparición de la Ley de Memoria Histórica.
Al otro lado del Atlántico, en Estados Unidos, el Gobierno que preside Donald Trump no tiene ningún reparo en separar a niñas y niños de sus padres y madres, en enviar al Ejército a defender las fronteras de los inmigrantes, sin prestar ningún tipo de apoyo ni médico ni humanitario a quienes, ilegalmente o no, ya están dentro de su territorio, y permitiendo la muerte de los que no son capaces de resistir las extenuantes condiciones climáticas, el hambre y la sed.
En Brasil Jair Bolsonaro propone un recorte en derechos sociales sin precedentes. Un programa que ya está siendo alabado por otros gobiernos de derechas en Sudamérica, como el de Macri en Argentina, desestabilizando al poder judicial y eliminando conquistas sociales, o el de Sebastián Piñera en Chile, mientras en el sur de este país ya han comenzado a asesinar líderes indígenas y continúan los montajes judiciales para encarcelarlos.
O el de Duque en Colombia, dificultando así el proceso de paz, sin olvidar casos como el de Nicaragua en el que los ataques a la población y medios de comunicación han sobrepasado todos los límites; o Venezuela, donde el entendimiento político sigue siendo inexistente y la crisis migratoria sumamente preocupante sin que favorezca mucho la postura de algunos responsables políticos como la del secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA).
El problema afecta también severamente al poder judicial. En Hungría se acaba de aprobar una ley para crear tribunales bajo el control del gobierno y en España un impúdico mensaje de un político del PP despertó todas las alarmas sobre las turbias intenciones de controlar la Sala Segunda del Tribunal Supremo a través de la presidencia del CGPJ.
Expectativas en España
A finales de mayo se sembraron grandes expectativas de cambio en España, sobre todo la de acabar con la senda de austeridad que tanto sufrimiento económico había ocasionado a millones de españoles. Pero lamentablemente todo está aún pendiente, al igual que la recuperación de la Jurisdicción Universal que fue laminada en 2014 por el Partido Popular, ley declarada recientemente constitucional y que ahora se pretende reformar para regresar a la ley de 2009.
A pesar de los ímprobos y solitarios esfuerzos de la ministra de justicia Dolores Delgado por recuperar la Jurisdicción Universal de la primera época, avalada por el Tribunal Constitucional en 2005 y 2007, la realidad es que los términos en que se aplicará son restringidos, contraviniendo con ello su esencia y finalidad y renunciando a una breve pero intensa historia de lucha contra la impunidad de los más graves crímenes internacionales desde España que tuvo trascendencia en todo el mundo. Pero debemos ser optimistas y afirmar que aún hay tiempo de que otros grupos del arco parlamentario corrijan, aunque sea mínimamente, ese rumbo y se obtenga una ley que verdaderamente ponga en el núcleo la defensa universal de las víctimas.
Solidarios con los refugiados
No todo ha sido negativo. Mientras todos los países europeos cerraban sus puertos a un barco cargado de inmigrantes en el Mediterráneo fue nuestro país, ya con un nuevo gobierno, el que extendió su mano solidaria para acoger a cientos de inmigrantes y refugiados, para vergüenza del resto de socios europeos. Otros estados se apresuraron entonces a manifestar su disposición a acoger, pero cerraron rápidamente las puertas al siguiente barco en espera de un pacto europeo para garantizar una inmigración ordenada, aunque ese pacto tarda demasiado y parece que nunca llegará.
Pero no todo ha sido bondad en el nuevo Gobierno cuando se han resucitado las devoluciones, ya no en caliente, sino exprés, y que además no se eliminan las concertinas en las vallas fronterizas.
La mentira
La ultraderecha ha llegado al poder en todos los países mediante mentiras, exageraciones y verdades a medias, con datos falsos y vídeos que difunden en las redes sociales sin control ni verificación alguna. Es la mentira la que da réditos políticos inmediatos, la que ha conducido al Reino Unido al Brexit, a Trump a ganar las elecciones y mantenerse en el poder a pesar de los escándalos de diverso tipo, la que ha llevado a Bolsonaro a gobernar, a Vox a entrar en las instituciones, y al avance de la ultraderecha en todo el mundo.
Una ultraderecha que ha sembrado su discurso de miedo y odio; que ha arrastrado incluso a los partidos que se llaman demócratas y constitucionalistas, conduciéndolos a negar el diálogo como herramienta propia de la política para la resolución de conflictos. Como el que se vive en Cataluña, donde se acusa de antipatriotas, de no demócratas y de no constitucionalistas a quienes se atreven a intentar poner sobre la mesa el diálogo como camino de solución, prefiriendo en cambio la vía de la confrontación permanente.
Será porque la verdad ya no interesa y porque es peligrosa que este año nuevamente hay tanto periodista asesinado en el mundo, y que se recurre a la perversidad y crueldad propia de épocas pasadas e impensables, como la muerte de Jamal Khashoggi en la Embajada de Arabia Saudí en Turquía. En España tampoco se ha tenido ningún escrúpulo a la hora de violentar la libertad de información, requisando el teléfono personal de periodistas que daban a conocer los detalles de una investigación por corrupción en Baleares, obviando los preceptos fundamentales que marca la Constitución
Igualdad
El movimiento feminista no lo ha tenido fácil este año. Si bien se ha consolidado con iniciativas globales y desde distintos rincones del mundo se han alzado millones de voces para exigir verdadera igualdad sin cortapisas ni techos de cristal, a la vez ha sido precisa la denuncia de acosos, de agresiones sexuales y de asesinatos de mujeres en todo el mundo, también en España. A su vez se dictan resoluciones judiciales que con dudosa argumentación jurídica demuestran la falta de conocimiento y sensibilidad en materia de derechos de la mujer. El machismo a veces parece estar en retirada, pero se resiste a partir con nuevos intentos que proponen derogar la Ley de igualdad de género y volver a los injustos privilegios de los que el patriarcado nos ha permitido disfrutar durante siglos a los hombres.
Sin lugar a duda son tiempos difíciles para los derechos humanos, para las libertades y la democracia, pero que no se equivoquen los fabricantes de miedo. Como dijera Rosa Luxemburgo: “Quien no se mueve, no siente las cadenas”. Desde los organismos internacionales y la sociedad civil somos muchos los que seguimos y seguiremos luchando en contra de la impunidad, en pro de la jurisdicción universal y los Derechos Humanos. Algunas de las medidas regresivas que se pretenden implementar o ya se están implementando en otras latitudes están al borde de la ilegalidad, o bien derechamente traspasan la ley, la Constitución y el derecho internacional de los derechos humanos.
Hay esperanza y siempre la habrá mientras existan mujeres y hombres de bien que crean que todos los seres humanos nacemos libres e iguales en dignidad y derechos. Y quienes piensan que, al menos desde 1948 en adelante, el mundo reconoce que el catálogo que expresa la Declaración Universal es una barrera infranqueable que defenderemos, y lo haremos como siempre lo hemos hecho: con la denuncia, con las herramientas del Derecho y la Justicia, no sólo por nuestro bien, sino también por el bien de ellos, por todas y todos, por la humanidad en su conjunto. Este año 2019, con aire fresco, con energías renovadas, seguiremos luchando por aquello que como género humano nos corresponde, en armonía con la Madre Tierra que nos acoge y ampara, a pesar del maltrato que sufre por la acción depredadora de muchos.