¿Será Feijóo otro indocumentado en Moncloa?

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La política en España va camino de arrastrarnos al abismo en un pozo de estulticia, fruto de la desidia social, el papel de los medios de comunicación rehenes de los grandes fondos de inversión y la maquinaria oxidada e inútil de las grandes formaciones políticas que nos han traído hasta aquí, tras el fiasco de la Transición. 

Las soflamas vacías de contenido de cada miércoles en el Congreso, los insultos permanentes entre actores políticos, la debilidad de la sociedad civil y la falta de alternativa al sistema actual, corrupto y escasamente transparente, no permiten ser muy optimistas a quienes creemos que la democracia es otra cosa. Esta ausencia de altura intelectual es particularmente latente en el ámbito económico, donde aprendices que vienen del campo de la cirugía o supuestos economistas como Rato y Montoro, junto a modernas esclavistas como la exministra Salgado, han sido encumbrados/as a las más altas instancias de la gobernanza económica nacional, sin olvidarnos de la mayor detractora del gasto público que ahora lidera el Ministerio de Economía patrio. 

Esta falta de cabezas pensantes y líderes solventes, que es histórica en España, pero también en la UE, coincide con una fase convulsa en materia económica a nivel mundial. Tras la pandemia, con un desigual comportamiento a nivel europeo, nos ha llegado la invasión rusa en Ucrania, lo que ha desencadenado el despertar de lo que creíamos superado, la inflación, de infausto recuerdo para países como Alemania. Los precios de los alimentos, de la energía se han desatado, no solo por el riesgo o incertidumbre, sino por la financiarización de la economía que todo el stablishment neoclásico ha abrazado y defendido. Este proceso favorece la especulación con materias primas esenciales, de igual forma que se hace con el suelo y otros activos básicos que no se permiten nacionalizar ni regular, bajo el mantra de la libertad de mercado en un mundo poblado por oligopolios dirigidos directa o indirectamente por los diferentes ex políticos que han pasado por la Comisión Europea o por los grandes gobiernos europeos. 

El resultado, sin que a nadie deba sorprender, es que la desigualdad social se acrecienta y ahora se nota más, ya que mientras la inflación se mantenía bajo mínimos, ante la ausencia de demanda efectiva, se podía justificar la moderación salarial, tan necesaria para generar los ingentes beneficios sin que medie ningún conflicto social. Esta tónica ha sido lo que ha propiciado que durante la pandemia, pero también antes, los grupos más vulnerables hayan sido silenciados tras el aldabonazo de los chalecos amarillos y nuestro 15M ya olvidado. Las medidas tomadas en los últimos dos años, inéditas para el estándar europeo de propensión a la desigualdad y extracción de rentas de los más débiles,  han maquillado el verdadero cáncer de nuestra economía, la incapacidad para redistribuir y sacar de forma estructural de la pobreza a millones de europeos, por supuesto en el resto de zonas deprimidas del planeta, no hay ni siquiera esa voluntad. 

La idea de que la austeridad expansiva y desfiscalización son las herramientas que permitirán volver a la senda del crecimiento sin déficit y con niveles de deuda aceptables para una concepción económica tan falaz, como ineficiente, simplemente se han quedado agazapadas a la espera de que las fuerzas políticas que lo sostienen, social liberales, conservadores, austriacos y socialdemócratas de la órbita de Felipe González en España puedan volver a implantarlas sin que les afecte electoralmente. 

En este contexto, con un shock de oferta encima provocado por el encarecimiento de materias primas, que venía ya de antes de la guerra en Ucrania, y un país estructuralmente pobre y desigual, estamos asistiendo, de nuevo, a un show político desalentador y empobrecedor. El cambio de líder en el PP, de un Casado inexperto y encefalograma plano, a un político profesional como Feijóo que ha dejado Galicia más pobre, con menos población y con unos servicios públicos deshechos, en línea con la tónica general, con algunos matices entre CCAA. Y se estrena con un pacto con la ultraderecha en Castilla y León, como aperitivo de lo que tendrá que hacer en Andalucía, donde tendrá tiempo de planificar reuniones absurdas para evitar la foto, y cuyo colofón será su entrada triunfal en Moncloa con Abascal para cambiar las cortinas y el colchón donde ha dormido el comunista de Sánchez. 

Antes de que llegue ese día, que no está tan lejos, ha escrito un panfleto anónimo, sin logo, ni firma, que se hace llamar programa económico plagado de errores de concepto, desconocimiento de mínimos sobre cómo funciona su esquema económico neoclásico que sonrojaría a cualquier alumno de primero de Ciencias Económicas en cualquier facultad. En esencia propone una bajada de impuestos a los tramos más bajos de renta, un impuesto negativo a los muy pobres, unas ayudas de 200-300 euros a familias vulnerables, reducciones adicionales de impuestos sobre hidrocarburos y energía que su partido elevó y que luego votó en contra y una actualización del mínimo exento. Todo ello, en muchos casos, vulnerando la normativa europea, posicionándose en contra del FMI, organismo detestable que ahora se pone como ejemplo, y suscribiendo una moción de censura a todo el sentido del voto del PP durante la pandemia. La realidad del PP es que ha votado en contra de los ERTE, de la subida del salario mínimo, de la bajada del IVA de la electricidad, del Ingreso Mínimo Vital, de las ayudas a autónomos, del bono del alquiler, etc. Es decir, prácticamente a todo lo que ahora propugna como elemento salvador para las rentas medias y bajas, a quienes desprecia profundamente. Y lo más gracioso es el apartado de racionalización del gasto público, en pleno  escándalo de las comisiones en Madrid y los negocios del hermano de Ayuso. 

Vayamos a ver las debilidades conceptuales del próximo indocumentado en Moncloa. En primer lugar, y a pesar de su insistencia, todo el plan anónimo y sin firmar, no busca reducir la inflación que es lo que, aparentemente le preocupa. Es más todas las medidas van en la dirección contraria, al menos si nos creemos el modelo IS-LM que hay detrás. Tampoco le preocupa mucho el déficit y la deuda, algo que comparto, ya que todo el supuesto exceso recaudatorio por el alza de los precios hay que gastarlo, en lugar de ahorrarlo. Pero además, este gasto no se direcciona hacia políticas de oferta que mitigarían la reducción de oferta agregada provocada por el alza de costes de producción para numerosos sectores y para los consumidores. Eso permitiría absorber parte de la reducción de PIB real y aumento de precios provocado por el shock actual. Aquí los asesores no han estado muy lucidos, viéndose la mano de Lacalle y Elvira Rodríguez.  

En realidad lo que destila el documento es que el problema que tenemos es de demanda, lo que comparto pero por insuficiencia de rentas en muchos percentiles de renta, lo que sin duda si enchufamos más renta, agrandaremos, supuestamente, el problema de la inflación lo que confirma que la inflación no es el gran problema. 

Pero el principal desconocimiento del próximo inquilino de Moncloa es que cree que su modelo de rebaja fiscal solo beneficia a los tres últimos tramos de la escala fiscal. Debería saber que todos los contribuyentes, independientemente de su nivel de renta, están gravados en parte por el primer, segundo y tercer tramo de renta, por lo que les acabaría afectando también a los escalones más altos, lo que sin duda agravará la desigualdad favorecida desde las altas instancias del poder en España. Por último, lo del impuesto negativo para los que ingresen 14.000 euros es una broma, teniendo la opción del IMV, otra cosa es que la desidia de la administración no permita que llegue de verdad en tiempo y forma a quien lo necesita. Esto, obviamente, no cambiará cuando llegue el binomio Feijóo-Abascal. Tal vez lo único decente, sea la actualización del mínimo exento, medida que ya llevaba Zapatero en 2004, a instancias de Miguel Sebastián.  

En materia de oferta se abre el conjunto vacío. Ni una sola medida de ahorro energético para mitigar el alza de precios, salvo lo del impuesto de sociedades que todos sabemos que no tiene ningún efecto. La rebaja impositiva está prácticamente agotada, antes de tener que pedir árnica en Bruselas, y encima Feijóo y sus secuaces no han apoyado el proyecto de desacoplar el gas del cálculo de la tarifa eléctrica, alineándose con los grandes operadores y oligopolios que siguen buscando beneficios caídos de Bruselas, no del cielo.

Con este plan los consumidores más vulnerables seguirán igual o peor, con mas inflación, la escasez no será compensada con ahorro energético, ni una medida para abaratar el transporte público, aunque siendo justos esta parte también se le ha olvidado al presidente Sánchez. Por todo ello, los problemas de oferta seguirán y se convertirán en permanentes. Como tampoco se legisla para evitar la especulación en mercados financieros de materias primas, tenemos una tormenta perfecta para perpetuar la pobreza entre las clases trabajadoras que, ahora, se estrenarán en España, votando masivamente al vago e indocumentado de Abascal. 

Por último, ni una palabra sobre un pacto de rentas. Los salarios son el anatema para la derecha y la extrema derecha. Es por ello que el presidente de CEOE, Garamendi, ha aplaudido con fervor un plan que consagra el triunfo del capital sobre el trabajo, algo que es estructural, pero que hasta ahora estaba algo más disimulado. Mientras la depauperación salarial siga en estos términos, las empresas respirarán y dentro de poco se extenderá la propuesta de la exministra Salgado de las jornadas de 12 horas diarias sin pago por las horas extras. Atentos a quién vamos a llevar a Moncloa. Un indocumentado más que viene con un vago de serie. Ánimo.