Decía el profesor Vicent Martínez Guzmán, referente internacional para los estudiosos de la paz, que era necesaria la descolonización de las mentes para transformar las culturas de las guerras en culturas para hacer las paces. En estos tiempos de confinamiento sus enseñanzas deberían invitar a una reflexión profunda. La crisis del coronavirus ha puesto de manifiesto la carencia de imaginarios colectivos que nos permitan concienciar de la importancia de los cuidados, de la responsabilidad, del respeto al prójimo, de lo común. Los valores tradicionalmente asociados a lo femenino están infravalorados y recurrimos al lenguaje bélico para concienciar de la importancia de la gesta.
“Tengo que felicitar a todos los españoles por la disciplina que están mostrando, todos los ciudadanos comportándose como soldados en este difícil momento. En esta guerra irregular y rara que nos ha tocado vivir o luchar, todos somos soldados”. El Jefe del Estado Mayor de la Defensa (Jemad), el general Miguel Ángel Villaroya, hablaba así este viernes, en su tradicional comparecencia de la mañana para tratar la crisis del coronavirus. Se habla de guerra contra el coronavirus, nos recuerdan que en esta guerra combatimos todos juntos. Se dice que “en el frente no hay suficientes armas” para denunciar que el personal sanitario está exponiéndose al virus sin los equipos de protección adecuados. ¿Es que no es suficientemente épica su actuación? ¿Tenemos que cubrirla con una pátina de heroísmo bélico para admirarlos más?
Los miembros de la Unidad Militar de Emergencias que han montado un hospital de campaña en el recinto ferial de Madrid saben que esto no es una guerra. Las bombas no caen del cielo mientras lo montan. El enemigo no es político, no es humano, no se mata a balazos. Y, sin embargo, están expuestos al contagio, lo saben, se cuidan a sí mismos y entre ellos. Lavándose las manos, protegiendo sus bocas. ¿Por qué no nos parece suficientemente heroico?
No somos soldados, somos ciudadanas. Profesionales de la medicina, celadores, vendedoras de verdura, cuidadoras. Vecinas solidarias. Somos un comentario de apoyo a través de la ventana y un grupo de jóvenes organizándose para hacer la compra de los mayores del barrio. Somos aplausos a las cajeras del súper de nuestras plazas cada día a las 20.00h. Nada de eso es poco épico. Sostenernos las unas a las otras como sociedad, tejer una red que no nos deje caer, no es poca cosa.
La mayoría de la gente no se está quedando en casa porque piense que esto es una guerra y haya que obedecer a un mando superior. Lo está haciendo porque sabe que así protege a los grupos con mayor riesgo evitando su contagio. Frente al marco belicista, proponemos un marco de cuidados y solidaridad. Como parte de una organización feminista y pacifista con más de cien años de historia, a las activistas de WILPF nos apena que en la gestión comunicativa para frenar esta enfermedad se sustituya el lenguaje de los cuidados por el de la guerra.
No queremos restarle importancia a esta crisis, sino todo lo contrario. El mundo entero atraviesa un momento de excepcionalidad, tremendamente grave en general y catastrófico en las familias más empobrecidas. Le estamos gritando al mundo que se lave bien las manos y hay personas en barrios bonaerenses que no tienen acceso al agua. Cabe pensar que en algunas regiones de América Latina y de África el virus será, irremediablemente, devastador. Pero sigue sin ser una guerra.
Cuando el movimiento pacifista reclama que la paz no es sólo la ausencia de guerra se refiere a este tipo de situaciones. No es decente asumir que van a verse más gravemente afectados los que menos tienen. Por eso defendemos la justicia social. Por eso era importante no reducir el número de camas en los hospitales públicos hace diez años. Esta es una crisis que pone de manifiesto que los cuidados sostienen la vida y por tanto deben ser colectivos. Tal vez sea el momento de reflexionar sobre las prioridades en materia de financiación, y sobre el concepto de seguridad que manejamos.
Hace días supimos que en Estados Unidos había aumentado la venta de armas para hacer frente al coronavirus. Si ya es sintomático el acopio innecesario de papel higiénico en los primeros días de esta alarma sanitaria, mucho más peligroso es que se dispare la venta de armas. Frente a este individualismo, abogamos por la defensa de lo común y de la solidaridad. Solo así se podrá superar esta pandemia.
No hacen falta armas, hacen falta agua y jabón. No hacen falta soldados, sino sanitarios. No hacen falta cascos sino mascarillas. Respiradores, y no fusiles de asalto.
No queremos ser soldados sino ciudadanía consciente de que será la cooperación y el buen funcionamiento de lo común lo que salve nuestras vidas. Paz es también la garantía de una sanidad universal, la justicia social, la participación de todos y todas en el diseño de la sociedad que queremos, la defensa de los derechos humanos y el reconocimiento de los cuidados como lo que son: la heroica tarea que nos mantiene con vida.