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Por una solidaridad global y una verdadera jurisdicción universal

Iglesia de San Andrés, donde hay fosas comunes de habitantes de Bucha (Ucrania), muertos durante la ocupación de la ciudad.

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No hay duda: estamos en guerra en Europa. Y como muchas otras guerras esta se caracteriza por la crueldad ejercida contra la población civil, con muchas pruebas de crímenes de guerra cometidos por el ejército ruso. El ataque contra el Estado soberano de Ucrania es una agresión y, por tanto, una violación del Derecho Internacional.

Pero lo sorprendente es la rapidez y la vehemencia con que las naciones occidentales están pidiendo que se aplique la justicia penal internacional. El fiscal jefe del Tribunal Penal Internacional de La Haya ya está investigando los acontecimientos de Ucrania, pero la jurisdicción limitada del tribunal no le permite investigar otra cosa que no sean crímenes de guerra. Fiscalías de toda Europa han abierto investigaciones paralelas, como la del fiscal federal de Alemania, cuyo prestigio ha crecido por sus exitosas investigaciones de torturas en Siria.

El Reino Unido y Estados Unidos también están pidiendo un tribunal especial para juzgar a Rusia por una agresión que viola el Derecho Internacional. Francia ha hecho transferencias de dinero a la Corte Penal Internacional para investigaciones relacionadas con Ucrania. Al parecer, las naciones occidentales están particularmente interesadas en atacar los crímenes de guerra rusos y están acelerando el sistema de justicia penal internacional y dotándolo con más recursos que cuando hubo otros casos similares.

Nadie se debería sorprender por ello. En las naciones occidentales siempre ha habido un enfoque selectivo de la justicia penal internacional y un doble rasero. Haría falta más de un artículo para hablar de ello. Es verdaderamente sorprendente que nunca se haya sancionado a Estados Unidos por la agresión contra Irak de 2003 y que casi nadie haya sido juzgado por las torturas sistemáticas que vinieron después del 11 de septiembre de 2001.

¿Cómo debería ser hoy una postura progresista y centrada en los derechos humanos?

En primer lugar, el paradigma de la rendición de cuentas está generalizándose. Una buena señal porque las guerras solían considerarse zonas sin ley y eso parece estar cambiando. Se está desarrollando un estándar al que podemos referirnos cuando se trata de crímenes en otras regiones de otros países y, en particular, de los países occidentales.

El fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI) y los fiscales de cada país pueden investigar con detenimiento los crímenes de guerra rusos y, si hay algún indicio, también los cometidos por los ucranianos. La CPI tiene jurisdicción porque hubo más de 40 países que elevaron el caso a su fiscal, algo completamente de acuerdo con sus estatutos. 

También debería ser una buena señal que haya cada vez más fiscales nacionales investigando casos de jurisdicción universal. Como actores de la sociedad civil y organizaciones de derechos humanos, eso nos permite presentar casos también cuando la investigación de situaciones o personas va en contra de los intereses de las naciones occidentales.

Donde entramos en zona peligrosa es en la exigencia de que un tribunal se haga cargo de investigaciones por agresiones que violan el Derecho Internacional y en la financiación de investigaciones particulares por parte de las naciones ricas. La justicia penal internacional, y especialmente la CPI, ya ha recibido muchas críticas por centrarse en crímenes cometidos en África y por servir a los intereses occidentales. Si los países occidentales destinan recursos para facilitar el juicio de estos crímenes, algo que no hicieron en los casos en los que ellos mismos estaban implicados, se podría dañar fatalmente la legitimidad de estos tribunales y el establecimiento de una verdadera justicia penal internacional universal.

También es interesante ver las críticas que muchos hacen a las empresas europeas con negocios en Rusia. Una vez más, entendamos esto como una norma recién desarrollada y defendamos su universalización: cuando las corporaciones hacen negocios con dictaduras y regímenes autoritarios tendrán que cumplir con los procesos de debida diligencia. No es ninguna casualidad que muchos de los estados que producen energía fósil sean regímenes autoritario. Es así con Rusia, con Arabia Saudí y con muchos otros países. De ahí que muchos argumenten que no queda más remedio que hacer negocios con ellos. Eso es otro debate pero lo que es obvio es que estamos ante una oportunidad. Teniendo en cuenta la crisis climática, también es nuetra obligación cambiar el sistema económico. No se trata solo de terminar con la dependencia del petróleo y gas rusos. Para tener un futuro sostenible como sociedad global, la clave está en no depender tanto de las energías fósiles.

Una última observación. La actitud de Polonia hacia los refugiados que en invierno entraban a su territorio desde Bielorrusia fue un escándalo. Los refugiados morían de hambre y de frío y Europa seguía sin hacer nada. Es sorprendente como este comportamiento ha cambiado en estos tiempos actuales, con millones de ucranianos entrando en el territorio de la Unión Europea. 

Es correcto señalar que en este comportamiento puede haber racismo, permitiendo entrar y dando una acogida segura a los refugiados de guerra que son cristianos y blancos, a la vez que se le niega el mismo derecho a los refugiados negros y de piel oscura procedentes de Asia y de África. Pero una vez más, hagamos nuestros estos avances y considerémoslos como un nuevo estándar: que Europa se abra a las personas que tienen la esperanza de huir de la muerte y de la guerra. Debemos abogar por una solidaridad global en vez de la solidaridad selectiva que se ejerce por ahora.

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