En tiempos de la posverdad lo más normal es que alguna vez te hayan colado una 'fake news'. Incluso cuando nos amparamos en la protección de abrir una app en nuestra casa, estamos siendo manipuladas en una campaña de marketing dirigida a alzar a un psicópata a la Casa Blanca o a romper la Gran Bretaña en dos mitades.
Nada escapa al curso interesado de la globalización. Así, sale un señor y dice que las ONGs que ayudan a salvar el planeta están incendiando el Amazonas por una cuestión personal. Sale un señor y dice que Open Arms es una tapadera de tráfico de personas. No hay pruebas. Circulan fotografías y vídeos manipulados apestando a bulo y una parte de la sociedad los cree.
De momento, los grandes resultados de las noticias falsas los ha obtenido la extrema derecha. Suele ocurrir en tiempos convulsos socioeconómicos, que buena parte del electorado deserte por la derecha porque es, para ellos, sinónimo de orden e inmovilidad. Pero poco va a ayudar ese reparto de temática que se ha decidido gestionar: la derecha está para unas cosas; la izquierda, para otras. Imposible encontrarse.
La derecha se ha colgado el papel de Villano y rechaza por sistema todo aquello que según ellos es “de progres”. Están aquí contra el “buenismo” de la izquierda. Por el “malismo”, entiendo entonces. Es muy grave el error de enfrentar ideologías cuando hay problemas comunes cuyas secuelas están lejos de la voluntad humana: como la crisis medioambiental y sus consecuencias naturales. Aquí, la derecha se sitúa de perfil en la lucha contra el cambio climático y le resultan muy lejanas las crisis migratorias. Con esa inoperatividad de una parte de la sociedad, estos problemas reales no encuentran el empuje de la solución.
Me pregunto si lloraron con la muerte de Mufasa o rieron a carcajadas porque ir contra el maltrato animal es algo de izquierdas. No sé dónde encuentran la motivación cristiana para salir a cuestionar el rescate a personas que vienen en pateras. No sé qué tipo de libido salvaje se apodera de esa gente cuando relativizan o se desentienden del machismo y de las cifras de mujeres asesinadas.
Desde la estrella de la muerte la derecha grita con orgullo cosas en contra de la calidad humana y de la ayuda al prójimo olvidándose de algo esencial: somos la especie que lo extinguirá todo.
Siendo coherentes, quienes que se consideran conservadores deberían tomar parte en temas como la conservación del medio ambiente, o de los valores tradicionales de comunidad y solidaridad. Pero quienes lideran la derecha no son capaces de ofrecer a sus votantes un proyecto con el que comprometerse como personas que habitan un mundo caduco. El neoliberalismo ha traído el sálvese quien pueda y está claro que ni las frustraciones, ni las miserias de la mayoría son capaces ya de unirnos contra el despotismo de unos pocos.
Se celebra pronto la cumbre sobre la acción climática del 2019 y es responsabilidad de los gobiernos que se imponga el sentido común frente a los lados del tablero y se comprenda que la crisis ecológica y social nos interpela a todos y a todas porque sus consecuencias no van a pedir ningún carnet.
En Baleares, una docena de entidades y también Unidas Podemos, hemos impulsado y estamos liderando la declaración de situación de emergencia climática en las Illes. Espero que el resto de partidos se sumen y defiendan de verdad el futuro de la gente.
Hay que consensuar un plan para fortalecer la economía estancada y continuar el desarrollo pero equilibrarlo con una realidad económica y social más justa para todas las personas. Sería posible con un nuevo pacto verde como proyecto político integral, que traiga orden, equidad y renueve el contrato social roto entre privilegiados y mayoría. Podríamos probar a poner las necesidades humanitarias y ecológicas por encima de las ideológicas y como dijo Alexandria Ocasio: construir un movimiento más amplio para la justicia social, económica y racial.
Pero es posible que no logremos romper con los prejuicios de la izquierda- siempre dividida y decepcionada- y la derecha -siempre inmóvil y complaciente- frente al ecologismo y la justicia social. Y con tanta fractura entre la mayoría y tantísimo poder en manos de unos pocos, la naturaleza será la que tenga la última palabra. El día del juicio final tiene pinta que sea una tormenta perfecta y es más que probable que nos encuentre a todos divididos.