¿Qué consecuencias tiene la ruptura del acuerdo nuclear entre EEUU e Irán?
Trump lo ha vuelto a hacer. En una acción unilateral que responde más a las lógicas particulares de la política interna norteamericana que a intereses estratégicos externos, ha vuelto a jugar a la ruleta rusa en la escena internacional. Primero fue lanzando la madre de todas las bombas en Afganistán, luego fue bombardeando bases militares de Assad sin ninguna resolución de la ONU que lo amparara y ahora le ha tocado el turno a Irán. La ruptura del acuerdo nuclear entre EEUU e Irán puede acarrear unas consecuencias nefastas para la estabilidad de la región y la paz y seguridad tanto en Oriente Medio como en el eje euroatlántico.
El acuerdo nuclear de Irán fue firmado en Viena el pasado año 2015. Participaron las grandes potencias nucleares, políticas y económicas del planeta: Estados Unidos, Reino Unido, Francia, China, Rusia y Alemania. Fue un éxito de la diplomacia norteamericana, legado de la administración Obama que garantizaba la imposibilidad de que Irán pudiera tener la bomba atómica. Gracias al acuerdo, Teherán reducía sensiblemente su programa nuclear, dedicando las centrales a efectos civiles y no militares. Para que nos hagamos una idea, según el acuerdo Irán solo puede mantener un stock de 300 kilogramos de uranio poco enriquecido. Esta cifra es ridícula comparada con los 100.000 kilogramos de uranio altamente enriquecido que tuvo en el pasado. En pocas palabras, la energía nuclear iraní se iba a destinar únicamente a generar electricidad, pero no a enriquecer uranio.
¿A cambio de qué Irán aceptó renunciar a su programa nuclear?
Pues básicamente del levantamiento de las sanciones internacionales que se mantenían contra el país y que lo habían sumido en una profunda crisis económica y social. El acuerdo desbloqueó más de 100 000 millones de dólares que Irán tenía congelados en el extranjero, permitió a Irán volver a vender petróleo –con la consecuente bajada de precios que eso provoca, el primer efecto de la ruptura del acuerdo ha sido la subida de los precios del crudo- así como volver a comprar aviones para sus aerolíneas. Nada más firmarse el acuerdo, la multinacional Boeing consiguió uno de sus mejores acuerdos comerciales.
Por lo tanto, este acuerdo tuvo efectos muy positivos tanto para Irán como para el conjunto de la región y de la comunidad internacional. Se produjo una desescalada de tensiones en una de las zonas más calientes del globo abriendo nuevas oportunidades de paz y estabilidad. Un Irán sin bombas atómicas significaba un Irán abierto a asumir los acuerdos de la ONU y un Irán que ya no supone una amenaza bélica para Israel. La no proliferación siempre ha tenido efectos positivos tanto para los países involucrados en conflictos como para la seguridad de la vida en la Tierra.
¿Por qué entonces Trump rompe un acuerdo que trabajaba en favor de la paz, la estabilidad y la seguridad?
Básicamente por dos razones: una, la victoria de Assad en Siria contra los grupos rebeldes apoyados por Arabia Saudí y Occidente. Dos: la primera victoria de Hezbolá en las urnas en el Líbano el pasado domingo 6 de mayo. Irán fue un actor clave para la victoria y consolidación de Assad en Siria tras siete años de una durísima guerra, del mismo modo que el principal valedor de Hezbolá en el Líbano es Irán. Por esa razón, la semana pasada Marruecos rompió relaciones diplomáticas con Teherán: Hezbolá estaba enviando armamento y apoyo logístico al Frente Polisario (Sáhara), abriendo otro frente tras el constante avance de Irán en la región y en el mundo árabe.
Actualmente y desde hace más de una década, se está produciendo una guerra fría entre Irán y Arabia Saudí que está cambiando la correlación de fuerzas en Oriente Medio. Arabia Saudí no ha hecho más que perder posiciones –perdiendo tanto la guerra en Siria como la del Yemen- mientras que Irán no para de aumentar su influencia en la zona. Es muy significativo que, tras 9 años sin poder celebrar elecciones parlamentarias en el Líbano, el Movimiento de Resistencia Islámica del Líbano (Hezbolá) y sus aliados lograran 67 escaños de 128 posibles, pasando así de ser el grupo parlamentario minoritario entre los musulmanes a ser el grupo mayoritario. Esta victoria democrática ha hecho saltar todas las alertas en Israel, que ya amenazaba con un ataque preventivo el mismo lunes 7 de mayo.
Esta guerra fría entre Irán y Arabia Saudí responde tanto a cosmovisiones dentro del islam (chiismo iraní VS wahabismo saudí, que es una rama radical del sunismo y sostén ideológico de grupos terroristas como ISIS o Al Qaeda) pero, sobre todo, a los intereses geoestratégicos en la región. El aliado directo de Estados Unidos es Arabia Saudí, mientras que los aliados de Rusia y China giran en la órbita de Irán. La guerra en Siria era clave para terminar de dirimir del lado de quién caía finalmente el peso de la región. Y el resultado de ese dramático conflicto no augura nada bueno para los intereses norteamericanos en la región.
¿Qué persigue Trump rompiendo el acuerdo nuclear?
Provocar a Irán. La ruptura unilateral del acuerdo no ha contado con el apoyo de la Unión Europea lo que ha hecho emerger por primera vez desde hace bastante tiempo una pequeña fractura en la clásica alianza euroatlántica. Al romper el acuerdo, Trump está preparando de forma temeraria el escenario para una guerra a gran escala en la región. Por un lado, está allanando el terreno para reiniciar las sanciones económicas contra Irán, para intentar asfixiarla económicamente y que deje de aumentar su influencia en los distintos países de Oriente Medio. Por otro lado, está incentivando a que Irán vuelva a enriquecer uranio y, por lo tanto, justificando esa guerra preventiva.
En todo caso, a nadie se le escapa que es una irresponsabilidad romper así el acuerdo nuclear de Irán, que contaba incluso con el apoyo de opositores iraníes. El actual presidente de Irán, Hasán Rouhaní, es el ala más moderada del régimen y es un interlocutor con el que poder trabajar en una dirección pacífica y pacificadora.
Trump juega con fuego. Desde que asumió la presidencia de Estados Unidos se ha caracterizado por una línea de acción exterior errática, poco estratégica y hecha a golpe de impulsos. Unos impulsos que muchas veces responden más a la necesidad de desviar el foco de sus problemas internos. A nadie se le escapa que cuando lanza la bomba sobre Afganistán o cuando intenta subirle el perfil a Kim Jong Un como si fuera un igual, intentando activar el imaginario de una guerra fría inexistente, no hace otra cosa que opacar asuntos internos y disciplinar al país cohesionándolo en base a un enemigo externo. Esos impulsos, sin embargo, pueden prender una mecha muy peligrosa. Ahora mismo, una escalada de tensión y hostilidades en Oriente Medio con potencias nucleares involucradas nos conduciría de lleno hacia la catástrofe.
Por esa razón, se hace más necesario que nunca mostrar y liderar una agenda europea de paz. Una agenda con capacidad para romper la dialéctica Trump-Putin y generar un espacio de consenso propio, con la suficiente fuerza como para arrastrar al resto de países hacia posiciones comunes que trabajen en favor de la seguridad, la estabilidad y la paz. El descrédito de Estados Unidos y su irresponsabilidad a la hora de ejercer el poder en la escena internacional de la mano de Trump los inhabilita para seguir incrementando las hostilidades en el mundo. Toca estar a la altura del momento y que España abandone su subordinación y seguidismo característico de los últimos gobiernos para impulsar un multilateralismo democrático que ahora mismo exige tanto la ciudadanía como los distintos pueblos directamente afectados por la guerra.