La única oposición a Franco la hizo... Juan de Borbón
En las recientes pruebas de EVAU en la Comunidad de Madrid, me correspondió ser vocal correctora de Historia de España en la Universidad Complutense. Quisera transmitirles algunas inquietudes que me ha dejado esa experiencia.
Los exámenes de Historia de España deberían ser más una prueba de madurez para futuros universitarios que una evaluación de contenidos enciclopédicos, según están planteados actualmente. La asignatura es tan amplia temática y cronológicamente desde la época de Esperanza Aguirre en el Ministerio de Educación debido a la polémica que suscitó el presidente José María Aznar, con la colaboración de la Real Academia de la Historia, sobre la gravedad de que los estudiantes españoles no conociesen a Viriato. Aunque ha transcurrido demasiado tiempo desde esa decisión, el temario de segundo de bachillerato continúa incluyendo desde Atapuerca hasta el final del siglo XX. Esta situación explica la memorización de la amplia materia que deben aprender los chicos en un curso académico. Por si alguien lo desconoce, cabe destacar que esta asignatura de Historia es obligatoria para todas las opciones de Bachillerato, como lo son Lengua y Literatura españolas e Inglés, el primer idioma extranjero.
De este modo, los alumnos se aprenden los contenidos como si fueran una papilla que luego repiten recurrentemente, atendiendo a los apuntes de sus profesores y/o los libros de texto. Por tanto, algunos de los errores y mitos que reproducen en los exámenes son más atribuibles a sus docentes, algunos poco actualizados o condicionados por los estereotipos extendidos hasta la saciedad en la sociedad española. No olvidemos el enorme peso de colegios concertados y privados, en su mayoría católicos, en todo el país y, en particular en Madrid. Además, debido a la extensa materia que debe impartirse en un curso académico, renuncian a explicar el siglo XX español dado el carácter traumático de nuestro pasado reciente, optando sólo por explicar el XIX dentro de la historia contemporánea, etapa que tiene más peso en la materia y en los exámenes.
En este sentido los profesores facilitan las diez líneas de las preguntas cortas que corresponden a los períodos de la prehistoria, historia antigua, historia medieval e historia moderna. Mientras que de la etapa contemporánea ven preferentemente el siglo decimonónico. Algunos estudian también el siglo XX, pero, en muchos casos, plagado de historias de Blancanieves. De esta manera, cuando yo imparto Historia de España del siglo XX en tercero de Grado de Historia tengo que desbrozar todo lo que han aprendido, lleno de mitos y mentiras, y empezar de cero. Por este motivo casi prefiero que no hayan visto nada en bachillerato.
Estas circunstancias explican los errores graves y carencias, aparte del sesgo ideológico de la mayoría de los exámenes. A continuación, señalo algunos de ellos. En el tema de la oposición al franquismo no señalan ninguna hasta 1945 con Juan de Borbón —caracterizado como Don Juan— y el manifiesto de Lausanne, que fue pacífica y muy intelectual, mientras que el PCE o la oposición universitaria ni se mencionan. La constitución de 1931 contemplaba la expropiación de casas, como si la publicidad de alarmas y el histerismo mediático de los programas televisivos hubieran calado entre los estudiantes. Casares Quiroga y Felipe González fueron los líderes del partido comunista. Unamuno estuvo en las protestas contra la dictadura franquista. También sitúan el secuestro de Ortega Lara y el asesinato de Miguel Ángel Blanco en la oposición al régimen dictatorial.
Del movimiento obrero en España apenas saben nada, desde su aparición en el siglo XIX, salvo que fue clandestino y violento o muy violento. O afirmaciones como que la Segunda República fue un período muy inestable política y socialmente que provocó la Guerra Civil, justificando el golpe de Estado de julio de 1936. Como existe un grave problema de comprensión lectora, la gran mayoría afirma que Alfonso XIII dimitió y/o abdicó en abril de 1931 en vez de exiliarse. La historia que aprenden es muy nacionalista, de marcado carácter político y centrada en las elites, protagonizada únicamente por reyes y militares, y las mujeres que aparecen sólo si son reinas. Se incide en conceptos cuestionables y un tanto desfasados como la Reconquista, y la dictadura de Franco en el temario se sitúa en 1939 en vez de en 1936.
La historia de España de segundo de Bachillerato debería circunscribirse a la historia contemporánea, como estaba en los planes de estudio anteriores, por varios motivos. En primer lugar, porque es un periodo más abarcable y accesible para este nivel académico que, además, se debe estudiar en un curso más breve, condicionado precisamente por la EVAU. En segundo lugar, porque para los ciudadanos del siglo XXI es el periodo más próximo a la historia actual en la que vivimos. De hecho, la historia contemporánea es la parte de la historia que más nos ilumina sobre el momento presente. La sociedad actual es deudora de los procesos históricos que jalonaron los siglos XIX y XX. Con esta defensa de la historia contemporánea no quiero despreciar ni marginar las etapas anteriores, todo lo contrario, deben estudiarse en cursos anteriores porque son igual de importantes. Y, por último, si queremos que esta prueba de acceso a la universidad fuese una prueba de madurez no serían tan importantes los contenidos, aprendidos de memoria y no siempre comprendidos adecuadamente, como redactar un ensayo con ideas y conceptos, pero solvente. En este sentido se valoraría saber escribir correctamente (frases a ser posible con sujeto, verbo y predicado) sin faltas de ortografía, con signos de puntuación adecuados y soltura en la redacción. Las autoridades políticas y académicas del Estado, tanto gubernamentales como autonómicas, deberían acordar con rigor y claridad los contenidos y capacidades a valorar.
Por último, quiero incidir en el perfil socioeconómico de la clase que vigilé durante los cuatro días de exámenes, que correspondían a alumnos de un colegio privado de uno de los municipios con más renta de España. Lo más sorprendente es la media de nota en bachillerato de esos alumnos, entre 9,70 y 10, como si toda la sabiduría y las virtudes de la humanidad, parafraseando a la película La Marsellesa de Jean Renoir de 1938, se concentraran en ese centro escolar. En este sentido, esas calificaciones abundarían en las noticias de prensa y estudios educativos y sociológicos que aluden a la inflación de notas en el bachillerato, sobre todo en los centros privados, y que representan el 60% de la calificación final con la que eligen los grados o dobles grados que quieren estudiar en la universidad pública. Pero, si no se llega a esas notas de corte, que en muchos casos oscilan entre el 13 y el 14, siempre está la universidad privada. Sólo en la CAM tiene muchísima presencia y oferta, más del doble que la pública en cuanto a centros. De este modo por un alto precio se ofrece a las familias los estudios que los chicos quieren estudiar por vocación, pero su calificación no les permite cursar en la universidad pública. La enseñanza universitaria es un negocio muy rentable, la calidad de los profesores y de esos grados es otro tema, y lamentablemente secundario.
32