Urgencias en plasma
Hace pocos días, un mensaje en Twitter de una paciente del servicio de Urgencias del Hospital de Villalba en Madrid causó revuelo. En el mismo explicaba que había acudido al servicio hospitalario por el empeoramiento del dolor ciático que sufría. Su sorpresa vino cuando la doctora que le atendió no la visitó presencialmente sino a través de una pantalla: “Una doctora a través de la webcam. Ni exploración, ni pruebas. Pinchazo y a casa”. El texto lo acompañaba con una imagen de dicha visita que recordaba al célebre plasma de las comparecencias del expresidente del Gobierno, Mariano Rajoy.
Por más que pueda parecer una simple anécdota viralizada por las redes sociales, lo cierto es que es una nueva alerta de la medicina que nos espera a la vuelta de la esquina. Vale la pena repasar la secuencia de los hechos. La paciente se dirige a Urgencias y allí, muy probablemente, un profesional de enfermería hizo el debido triaje. Posteriormente, y cuando creía que sería atendida por el especialista facultativo, se encontró en una sala con una pantalla de televisión, al otro lado de la cual apareció una doctora prescribiendo un tratamiento y remitiendo a la paciente a su domicilio.
Por lo que ha trascendido del caso, al parecer ese sistema de atención ya está implantado en varios hospitales de la Comunidad de Madrid y el consejero de Sanidad de dicha comunidad, Enrique Ruiz Escudero, valora esta metodología de manera muy positiva y apuesta por su generalización, tal como explicó tras la denuncia de la paciente del Hospital de Villalba.
No se trata de denostar la telemedicina, un recurso que, bien aplicado, conlleva innegables beneficios, como la agilización de procesos y la optimización del tiempo asistencial. Por otro lado, desde el punto de vista empresarial, no hay duda de que este modelo es ventajoso: un solo facultativo de guardia (posiblemente localizada, cuyo precio es menor) ofrece atención a diversos hospitales simultáneamente y atiende pacientes como si estuviera frente a una cadena de montaje. Pero nos debemos preguntar si la atención a distancia es deseable en un caso como el anteriormente descrito. Y también cabe cuestionar si los médicos se deben prestar a ello.
En primer lugar, porque nos encontramos ante una demanda de atención urgente, muy heterogénea, que puede requerir múltiple servicios y especialidades médicas a la vez. A Urgencias acuden patologías banales, pero también colapsos, infartos, accidentes con fracturas complejas y un largo etcétera. En algunos casos, la visita telemática puede parecer suficiente (aunque la mayoría de médicos discreparían), pero en muchos otros un profesional no va a poder hacer nada por medios electrónicos. Así pues, un médico remoto y alejado del hospital no va a poder dar una correcta atención sanitaria a todas las urgencias de su especialidad.
Como vemos, la variabilidad clínica desaconseja este tipo de prácticas, pero los gestores sanitarios insisten en su valor positivo. Su propuesta pasa por desnaturalizar el acto médico excluyendo del proceso diagnóstico-terapéutico la exploración física. ¿De verdad creen que en una atención hospitalaria urgente el examen del paciente no es relevante?
Es evidente que determinadas actuaciones pueden apoyarse en medios telemáticos, tomando todas las cautelas y medios para asegurar la protección de datos, pero no se puede generalizar la teleasistencia a todos los campos de la atención sanitaria, disfrazando de modernidad y progreso tecnológico una evidente voluntad de seguir recortando costes en la sanidad pública.
Por desgracia no siempre somos conscientes, pero está en nuestras manos, las de los facultativos que trabajamos en la sanidad pública, consentir procedimientos que a menudo causan bochorno. Debemos negarnos a realizar determinados actos médicos que ponen en riesgo nuestro juicio clínico y, en consecuencia, la seguridad de nuestros pacientes. Y para darnos amparo están las organizaciones colegiales y los sindicatos profesionales cuyo cometido es defender siempre la buena praxis médica.
Porque la telemedicina no puede sustituir la exploración de una articulación, la auscultación cardíaca o la palpación de un abdomen, así como tampoco puede darle la mano a un paciente que lo necesita para transmitirle determinadas noticias. Debemos oponernos frontalmente a la generalización de prácticas que únicamente persiguen la “racionalización” de los recursos sanitarios. Si hay escasez de personal, lo que hay que hacer es hacer es contratar más y tratarlo mejor, no sustituirlo por hologramas.
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