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Verdad y mentira de Diana Quer

La madre de Diana Quer en una entrevista en Espejo Público

Julio Tovar

El 21 de agosto de 2016 una joven desapareció en A Pobra do Caramiñal, en La Coruña. Su captura y posterior ejecución por Enrique Abuín Gey, llamado 'El Chicle', ha sido revelada en los últimos días, zanjando la especulación que tuvo en vilo a un público entregado. Su nombre ya es conocido por cualquier lector de periódicos: Diana Quer.

El hecho en sí, clásico ejemplo en su resolución de la navaja de Ockham (“…en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable…”), ha supuesto uno de los mayores fenómenos recientes de ficcionalización en el periodismo. Decenas de profesionales, muchos de ellos con años en el sector, han intentado con más o menos escrúpulos despejar las incógnitas de este particular “remake” de Laura Palmer en un alejado Twin Peaks suevo.

La mención a la serie de David Lynch no es ningún caso baladí: el caso de Diana Quer responde a la perfección a los dispositivos narrativos descritos por Vladimir Propp en su célebre Morfología del cuento. Estos elementos se repiten de un cuento a otro, aún sin estar presentes todos a la vez, y son puntos de anclaje poderosos para una fértil imaginación. Permiten avanzar la trama y crean un contexto dramático que hipnotiza al lector: en torno a los espacios sin rellenar del relato originan una incógnita seductora. El libro del autor ruso describe 31 funciones narrativas que pueden encontrarse en todos los cuentos populares. Antes de la aparición del particular “lobo”, Enrique Abuín, podían identificarse dos de manera precisa: alejamiento y fechoría.

El primero establece al miembro de una familia, cualquiera, alejándose de la casa. El segundo, fechoría, se concreta en la desaparición de Diana Quer. He aquí dos elementos que permiten, sin duda, construir una narración mitológica, amparados en su fuerza ancestral, y que han demostrado una vitalidad insultante en el año y medio pasado desde la desaparición de la adolescente. Podría establecerse incluso un tercero, la mediación, pero hasta el trágico final del suceso no existió ningún tipo de redención moral; elemento consustancial en esos cuentos como relato de aprendizaje.

Lo fascinante de este caso, a pesar de todo, es cómo los medios han perdido cualquier contacto con el escenario y han amparado un festival de aspirantes a escritores de novela negra. El propio investigador en jefe de la Guardia Civil, el coronel de la UCO Manuel Sánchez Corbí, juzgó que “podría escribirse una tesis doctoral” sobre el tratamiento de los medios del caso de Diana Quer. Llegó a afirmar incluso que “hubo demasiada información que no se correspondía con la realidad”. En efecto: esas versiones incluían videntes, dilemas familiares propios de la novela decimonónica más enrevesada o reconstrucciones de la serie Narcos en plena Coruña.

Muchas de estas ficciones, que demuestran un indudable talento literario de los creadores, han quedado impregnadas en la memoria e inmortalizadas, Google mediante, en Internet. Un triunfo de la ficción, pero… ¿un fracaso del periodismo?

Los juicios paralelos

La cobertura del caso no ha superado nunca el 10% de noticias totales en los principales diarios. Todo esto comparando las páginas indexadas en total con las menciones a Diana Quer a fecha de 3 de enero de 2018. Destacan por su volumen El País (774.000 entradas) y ABC (637.000), contando con un tercer puesto para El Español (24.100), cuya sección sucesos parece ser clave en la obtención de visitas en un medio emergente. Un texto arquetipo en El País, '¿Dónde está Diana Quer?' (16 de julio de 2017), de Manuel Jabois despliega una crónica áspera, con pulcritud en el uso de adjetivos (motor del yo y la construcción literaria) y que siempre se apoyan en testimonios. El texto, incluso en la resolución del caso, sobrevive y la construcción mitológica es mínima.

Ahora, un contraejemplo como 'La guerra de los Quer-López sin Diana' en ABC y con fecha temprana, 4 de septiembre de 2016, es casi una muestra de taller literario. La periodista especializada en sucesos Cruz Morcillo, multipremiada en la Semana Negra de Gijón en años recientes, crea una crónica paralela, un texto más propio de la Crónica Rosa, donde retrata a la familia de Diana Quer. El referente podría ser Los Buddenbrook de Thomas Mann en versión pequeña y un tanto mezquina. El propósito literario de la noticia es innegable gracias a la profusión de adjetivos cargados; “prosa sonajero” que diría el escritor Juan Marsé. Así, el texto cuenta con más de 20 de ellos incluyendo expresiones claramente calificativas como “desahogado”, “dócil” o “renombrados” que funcionarían a la perfección como voz en off del filme El Cuarto Mandamiento de Orson Welles.

Para seguir esta subtrama familiar, que llegó a interpretaciones rocambolescas, Javier Negre publicó en El Mundo un texto bajo el nombre 'El libro que dinamitó a los Quer' el 1 de octubre de 2016. Enfrentaba a los padres de la desaparecida por un libro sobre la psicopatía de nombre Amor Zero y en la noticia se acusaban entre ellos de padecer trastornos psiquiátricos. Rizando el rizo, El Español curioseó las redes sociales de Valeria Quer, hermana menor de Diana, para pergeñar una noticia sin firmar donde especulaba sobre la menor de edad.

Si, a pesar de todo, el periodismo de sucesos es todavía respetuoso con las fuentes en texto, quizá por la facilidad de pleitear con palabras escritas mediante, es en la televisión donde llegó a los mayores despropósitos. Las webs del programa de Ana Rosa, donde colaboraba Cruz Morcillo, y Espejo Público superan juntas las 5000 noticias sobre el caso. Más aún, la página de este último programa, en Antena 3, alcanzó un respetable 39% de noticias dedicadas a Quer de un total de 10.900 resultados, a decir de Google.

El programa de Ana Rosa en Telecinco tuvo como constante fuente a la madre de Quer, Diana López-Pinel, que alimentó la esperanza del secuestro. Afirmó, el 26 de septiembre de 2016, “tener una teoría” y que no pretendía decirla por “si se le iba de las manos” y hacían “daño” a la desaparecida. Este programa llegó, literalmente, a hacer público el pantalón con el que la joven podía haber desaparecido: una carta propia del juego de tablero Cluedo que resulta de muy dudoso gusto. El espacio fue, además, el gran propagandista de la teoría de la familia en decadencia como origen del crimen. De este modo dijo que la madre de Diana Quer iba a fiestas de “solteros de oro que podían solucionarle la vida”.

En cuanto a Espejo Público, semanario de sucesos con origen en el año 1996, los límites morales se dinamitaron en la búsqueda del titular más escabroso. Así, llegaron a creer que la policía había contactado un vidente que “aseguraba” saber dónde estaba Quer. Más aún, alcanzaron a realizar un análisis grafológico en el cual una especialista consideró que su letra “desprende tristeza”. Se llegó, quizá en el mayor delirio, a conectar una escapada vacacional de Valeria Quer a África con la desaparición de su hermana, quizá buscando deconstruir el caso en una novela exótica de John Grisham.

Conocido el trágico final de Diana Quer es difícil no pensar en la responsabilidad moral de los textos enunciados. También, sin duda, parece necesaria una reflexión social sobre cómo esas viejas funciones narrativas que citaba Propp, fundamento del cuento, sirven todavía para pergeñar ficciones que tapan interrogantes y que cuentan con un espacio obsceno en nuestra prensa actual.

Los casos de Alcàsser, Marta del Castillo o Anabel Segura, que estuvieron sujetos a la misma especulación, parecen reencarnarse en otro suceso con violencia de género como el de Diana Quer. En cierto sentido, la pervivencia de las viejas baladas medievales, de su persuasión y literatura, consiguen embelesar todavía a un público poco entrenado en discernir verdad y mentira. Queda como único consuelo que una pieza medieval comenzaba ya de un modo familiar: “Las hijas de Peh Tyrsson en Vänge…el bosque estaba muy frío…”

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