Vienen a pagarnos las pensiones
Nuestra derrota estuvo siempre implícita en la victoria ajena; nuestra riqueza ha generado siempre nuestra pobreza para alimentar la prosperidad de otros: los imperios y sus caporales nativos. En la alquimia colonial y neo-colonial, el oro se transfigura en chatarra, y los alimentos se convierten en veneno. “Las venas abiertas de América Latina ” (1971), Eduardo Galeano
Vienen a pagarnos las pensiones es una frase transversal que han utilizado desde partidos de derecha e izquierda, hasta el Banco de España o el FMI. Detrás de esa frase nada inocente, se esconde una visión utilitarista de las migraciones que se ha asentado por desgracia en nuestro imaginario colectivo, normalizando el hecho de que un migrante en España es un producto al servicio de -nuestro- Estado de Bienestar.
Las raíces de esta “doctrina utilitarista” se remonta al desarrollo mismo del propio capitalismo, que como bien explicaba Harvey, el imperialismo y el colonialismo han sido socialmente necesarios para el éxito del sistema. Tal y como describen Marx y Engels en un texto poco conocido de ambos:
«La gran industria creó el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de América. El mercado mundial imprimió un gigantesco impulso al comercio, a la navegación, a las comunicaciones por tierra. A su vez estos progresos redundaron considerablemente en provecho de la industria, y en la misma proporción en que se dilataban la industria, el comercio, la navegación o los ferrocarriles, se desarrollaba la burguesía, crecían sus capitales, iba desplazando y esfumando a todas las clases heredadas de la Edad Media» .
Más recientemente, autores críticos desde las propias “coloniales” como Franz Fanon desarrollaron la tesis de cómo los oprimidos (y la esclavitud) han sido funcionales al auge del capitalismo europeo. En el fin de lo que llamamos “el corto siglo XX”, el triunfo del neoliberalismo -y su sentido común- de mano de los chicago boys, del thatcherismo y de la Trilateral, afianzaron la idea de que la viabilidad y sostenibilidad de nuestro Estado de Bienestar dependía -en tiempos de bonanza, exclusivamente- en la apertura del mercado, atrayendo con ello mano de obra- barata, si es posible- convirtiendo la migración en un fenómeno útil para la mejora de nuestra sociedad, y un problema cuando llegan tiempos de crisis. Lo que Kondratiev denomina en su teoría de ciclo “el invierno”, coincide con el momento de cierre y de recesión: los migrantes no son bienvenidos; mientras que durante la “primavera” y “verano”, periodos de elevada inflación, la migración es un elemento bueno que impulsa la propia economía.
Aterrizando esta cuestión al caso concreto de España en las últimas décadas, esta doctrina se instaló con el gobierno de Aznar, dando lugar a uno de los mayores procesos de regularización que ha vivido nuestro país (en los años 2000 bastaba con mostrar el abono de transporte para poder regularizar tu situación) en un momento, como era de esperar, de superávit y de crecimiento económico. Precisamente el boom de la construcción posibilitó la absorción de una importante mano de obra -barata- migrante, que rápidamente con el inicio de la crisis fue señalada -y castigada- por el mismo sistema que les acogió. La población que peor ha vivido las consecuencias de la crisis, por ser la capa más vulnerable de la sociedad, ha sido la migrante: los que más desahucios han sufrido, teniendo que elegir entre paro, precariedad o retorno. Casualmente, nuestros jóvenes que han tenido que emigrar fuera han tenido la misma suerte, con la diferencia de verse condenados al exilio en lugar de al retorno.
Ahora el debate oscila entre el cierre de fronteras -con la creación de una supuesta “crisis migratoria” fruto de la propia búsqueda de enemigos por parte de una derecha que a falta de proyecto político propio levanta la bandera del odio para poner a pelear al último con el penúltimo- y la migración ordenada y segura, siendo la seguridad un concepto que alude al bienestar de todos y todas. De esta forma, el problema de la sostenibilidad de la hucha de las pensiones, por citar un ejemplo claro, depende en gran medida de nuestra capacidad de atraer a jóvenes migrantes trabajadores -precarios, siempre- para asegurar nuestras pensiones futuras, en un país donde la natalidad ha descendido drásticamente en los últimos 30 años. Hace unos días en la Diputación Permanente, una diputada del PP decía “que vengan migrantes pero inmigrantes que trabajen”. El Banco de España y el FMI también se han sumado a esa petición hace apenas unas semanas, enfatizando la necesidad de llevar a cabo políticas de migración que permitan aumentar la oferta de mano de obra y luchar contra el envejecimiento.
Es relevante resaltar que todos los indicadores económicos demuestran que la población migrante efectivamente aporta más al Estado de bienestar de lo que recibe. Es falsa esa idea de que vienen aquí a usar y a desmantelar nuestros servicios públicos. No obstante, es un error, que casualmente la izquierda ha comprado, hablar de los aportes de la migración desde una visión puramente económica y utilitarista. Lo que nos diferencia de la derecha son los valores de justicia y de igualdad, así como el reconocimiento de los derechos de todos y todas. La población migrante es un sujeto político que construye España día a día y a la que no se le puede subalternizar ni victimizar. Vivimos tiempos en los que no podemos permitirnos regalarle a la derecha la disputa popular alimentando su odio. Tenemos que ser capaces de volver a recuperar el eje oligarquía Vs pueblo, porque al fin y al cabo somos el mismo pueblo que durante tanto tiempo ha estado sufriendo las políticas de recorte en derechos. Ahora que -supuestamente- hay un gobierno progresista en el poder, urge no cometer errores del pasado y empezar a tratar desde la igualdad a quienes forman parte de este país. Sin importar su acento, su color de piel. Sin importar su utilidad para el sistema. Se trata de garantizar sus derechos políticos y civiles. Su ciudadanía, en definitiva.
[1] Sobre el sistema colonial del capitalismo, ed estudio, 1964.
[2] Los condenados de la Tierra. Ver Capítulo 1 sobre “La violencia”.
[3] Ver: Artículo de Infolibre