La portada de mañana
Acceder
Un día 'normal' en la zona cero: “Dormimos con un cuchillo bajo la almohada”
El material arrastrado por la DANA pudo aumentar hasta un 50% su poder destructivo
El 'Que te vote Txapote' no sirve para gestionar catástrofes. Por José Precedo

Vistalegre, entre el monte y el llano

En una reunión en un círculo una mujer, con décadas de luchas a sus espaldas, contaba cuál es debate político de Podemos: “He vivido toda mi vida en el monte y el 15M me sacó al llano. Podemos me llevó a ocupar el llano, pero nos quedamos a la mitad. Ahora, que tenemos que dar los pasos necesarios para terminar de ocuparlo y que ¡además se ha quedado vacío! lo que oigo es una voz que me dice 'vuelve al monte' y no lo entiendo”. Es dificil expresarlo de manera más sencilla.

El orden social y político de las últimas décadas –el régimen del 78– lo estructuró el Partido socialista. La presión y la lucha de mucha gente forzó la salida del franquismo con un orden diferente. El PSOE tomo la batuta y lo articuló. Lo hizo con la sordina que le pusieron las fuerzas del franquismo terminal, que tardaron todavía un tiempo en articularse en una nueva derecha que ha terminado siendo el Partido Popular. La propia dinámica del partido socialista –de los gal a las puertas giratorias–, sus contradicciones y la entrada en la alternancia del PP llevaron al régimen a una profunda crisis que se hizo patente en 2008.

El 15M, al grito de “no nos representan”, es el momento simbólico en el que una sociedad que deja de delegar su soberanía y decide ejercerla en primera persona del plural. En este contexto Podemos se convierte en una organización política que trata de ocupar el vacío que dejan los partidos tradicionales a la hora de representar a la mayoría social.

Se abre un proceso acelerado de cambio con el encadenamiento de contiendas electorales que termina con la conformación del débil Gobierno de Mariano Rajoy que tenemos hoy. La prisa ha dado paso a un momento de pausa y no es casual que en los próximos seis meses se produzcan las asambleas de todos los partidos políticos. Porque, una vez que el orden del 78 ya no da respuesta a la realidad social y política, lo que está en juego es quién lidera la construcción del nuevo orden; quién lo articula, si el PP o Podemos.

El Partido Popular ya ha mostrado su propuesta en sus años de gobierno: un modelo productivo centrado en la especulación financiera y las grandes obras, un mercado laboral muy precario, donde trabajar no asegura salir de la pobreza; una austeridad estructural; una fiscalidad que beneficia exageradamente a los que más tienen –con la Comunidad de Madrid como punta de lanza–, una recentralización del estado frente a las tensiones territoriales y menos democracia –leyes regresivas como la Ley mordaza para evitar la contestación social–.

Un país en el que las estudiantes de muchos institutos públicos no van a poder ir a la universidad porque sus familias no tienen con qué pagarlo. Los primeros datos que han dado el Banco de España y Oxfam de las nuevas políticas aplicadas durante la crisis indican que la renta media ha caído un 16%. La mayoría de las familias son más pobres, pero hay un 10% que es más rico y acumula ya el 52,8% de la riqueza. No hablamos de pobreza, sino de desigualdad, de la distribución de la riqueza de la quinta economía de la UE y la decimotercera del mundo. La propuesta del Partido Popular implica una sociedad estructuralmente desigual –España es ya el segundo país más desigual de la UE después de Chipre–.

En Podemos tenemos otra propuesta: un modelo productivo donde la transición energética, la cultura y los cuidados tienen un papel fundamental; el I+D+I, la descentralización productiva y la eliminación de la precariedad laboral como elementos estructurales; una fiscalidad progresiva que facilite la financiación del sistema de cohesión social –sanidad, educación y políticas sociales– que hay que reconstruir mediante un suelo de gasto social; un sistema que asegure que nadie queda desahuciado, sin energía, sin comer o sin acceso a los medicamentos; una descentralización del país, que no sólo pase por las tensiones territoriales con Cataluña o Euskadi, sino también por transitar del estado de las autonomías al estado municipal y a un sistema democrático más proporcional y participativo.

Es precisamente aquí donde hay que ubicar el debate de Podemos. Porque hay un debate político de fondo que en muchas ocasiones no se ve detrás de los cruces de tuits, declaraciones, listas, ceses o artículos que se mueven en torno a Vistalegre. La cuestión de fondo es cómo se va a posicionar Podemos en este contexto: si vamos a intentar articular el nuevo orden o sólo situarnos como un proyecto que señala éticamente los defectos del orden que instale el PP reproduciendo el papel que ha tenido la izquierda tradicional. Por tanto, si nos pensamos como gobierno o como oposición; si nos pensamos constituyentes o sólo destituyentes; si nos ubicamos en el eje arriba/abajo que permite un análisis diferente o en el izquierda/derecha que nos llevan a las salidas que ya se han agotado. Hay que recordar que estamos ante una crisis de orden, pero no de Estado.

Y también hay un debate organizativo interno sobre cómo se estructura la nueva política. Si nos hacemos un partido abierto o nos mantenemos en la organicidad tradicional; si las primarias son irrenunciables y están por encima de los acuerdos tradicionales entre corrientes; si nos descentralizamos o nos centralizamos; si nos hacemos más horizontales y se redistribuyen las responsabilidades o se consolida el centralismo; si feminizamos la cultura interna o mantenemos el actual nivel elevado de testosterona. En resumen, si nos organizamos con las claves que proponemos para nuestra sociedad. Es difícil construir un nuevo orden en el país desde una organización y una cultura política que imite a la del régimen del 78.

No se trata de posiciones antagónicas, pueden ser complementarias, aunque en esto también hay diferencias. Porque un proyecto que se percibe como una izquierda más tradicional tiene espacio en un espacio transversal, pero no al revés. Porque un espacio destituyente tiene espacio –y es necesario– en un proyecto constituyente, pero no al revés. Ensancharse asegura que la pluralidad tiene espacio, estrecharse deja fuera a muchos.

Estamos en un debate crucial, en el que hay diferencias claras y que va a marcar el futuro de Podemos y del país. Si al final dejamos que el PP imponga el orden, la sociedad estará en una situación más difícil que antes del 15M; con un sistema más desigual, que se va a asentar para varias décadas y con una ciudadanía exhausta sin capacidad de reacción.

No es una disputa fundamentalmente de caras o de reparto de una tarta, sino más bien qué sabor y forma tiene la tarta. En realidad, la cuestión es si nos replegamos al monte o tomamos el llano. La mujer del círculo dijo algo más: “El monte es nuestro, no lo perdemos; se trata de ocupar el llano”. Nosotros lo compartimos y por eso estamos trabajando en el proyecto Recuperar la ilusión. Es momento de ensancharse, de que nuestro proyecto sea el que soñamos desde el principio y hacerlo real para cambiar nuestro país.