Las elecciones catalanas han sido convocadas con un inmenso anuncio en el que, como si de una oferta de empleo se tratara, puede leerse: Se busca auctoritas para labores de gobierno. Razón: la ciudadanía.
Resulta obvio que las elecciones sirven para elegir, del latín eligere cuya raíz nos lleva al significado de escoger entre. Pero el 12M no se trata solo de elegir entre diversas candidaturas. Hay algo más trascendente, se trata de escoger la vía que nos permita salir de la larga década de empantanamiento sufrida por la sociedad catalana.
Aunque las derechas apuestan por mantener la bronca y el barro para gobernar España, existe un amplio acuerdo, quizás el más transversal de todos, entre el resto de los partidos en que estas elecciones van sobre todo de como gobernar la etapa del post procés.
Pero el consenso se acaba aquí y ya se vislumbran maneras muy distintas de enfocar el retorno a la normalidad institucional. Algunos, es el caso de Junts, pretenden avanzar hacia el 2015 y para ello apuestan por la vuelta del “presidente legítimo”. Un retorno real o ficticio, eso está por ver, que la astucia es muy adictiva.
En un mundo de hiperliderazgos, Puigdemont es más que un candidato, es una bandera en sí mismo. Pero las banderas, incluso cuando llevan el perfil de un candidato potente, solo sirven para las campañas, su fuerza se acaba la misma noche electoral.
Ahora, lo que Catalunya necesita urgentemente no son más banderas, sino una auctoritas para gobernar todo lo que se ha desgobernado durante esta década. Y para este viaje hace falta mucha sabiduría colectiva que nunca va a cubrir ningún liderazgo personal por muy potente que sea.
Además, a la vista de la más que segura fragmentación del parlamento de Catalunya que saldrá de las urnas, se va a necesitar la confluencia de diferentes fuerzas políticas.
También de la concertación con los actores sociales representativos de la sociedad y de sus diversos intereses.
Debemos afrontar problemas acuciantes, algunos que compartimos con el resto del mundo, como los impactos de la crisis climática, que en Catalunya se manifiesta en forma de crónica sequía. Comenzamos a asumir que para mejorar la educación debemos actuar también sobre otras variables sociales que, desde fuera de los centros educativos, tienen una gran incidencia en las labores de la escuela.
Tenemos debates que llevan abiertos desde hace décadas, como el del sistema de financiación, ligado a la necesaria reforma de la ordenación político territorial de España. Este es un terreno propicio a la subasta electoral, pero si se quiere avanzar resulta imprescindible, aunque no es suficiente, un amplio acuerdo social y político en Catalunya.
No todo son problemas o debates inconclusos, tenemos también grandes oportunidades ante nosotros. Déjenme citar una de las más trascendentes. La transición energética nos abre la posibilidad de promover un gran cambio de nuestro sistema productivo. Las transiciones en marcha -digital, energética, demográfica- comportan entre otras cosas un nuevo reparto de cartas en el tablero global.
Catalunya, como España, es pobre en el factor clave de la industrialización, los combustibles fósiles, pero inmensamente rica en sol y suelo. Durante décadas hemos utilizado estos factores para impulsar una economía con mucho peso de la construcción especulativa, que además no garantiza el derecho a la vivienda de la ciudadanía, y un modelo turístico masivo, con fuertes impactos ambientales y sociales, que requiere reformularse para sobrevivir.
Ahora se nos abre la oportunidad de utilizar el mismo sol y suelo para convertirnos en lideres de las energías renovables, con las que conseguir mucha más autonomía energética y al tiempo atraer inversiones industriales, también de servicios en el mundo de la digitalización, que requieren de un uso intensivo de energía. Por supuesto, no se trata de hacer una disrupción brusca ni de enterrar ningún sector productivo, pero sí de aprovechar las nuevas cartas que se nos ofrecen, pactando los costes sociales y territoriales que toda transición comporta.
En el papel parece fácil, pero hay algunos obstáculos que requieren de mucha auctoritas para alcanzar acuerdos sociales en el territorio. No es un problema exclusivo de nuestro país, pero en Catalunya sufrimos una grave indigestión de bananas. “Banana” es el acrónimo en inglés con el que se conoce uno de los grandes obstáculos para la transición energética, la oposición territorial a las instalaciones eólicas y fotovoltaicas. “Build Absolutely Nothing Anywhere Near Anything”. En román paladino “construir absolutamente nada cerca de alguna cosa”.
Estos son, entre otros muchos, problemas, debates y oportunidades que nadie puede afrontar en solitario. En campaña, algunos pueden aparentar que sí, que se bastan solos, pero ese espejismo se desvanece la misma noche del 12 de mayo.
Por la envergadura de los retos y por la más que previsible fragmentación del Parlamento de Catalunya, si de verdad queremos salir del empantanamiento resulta vital construir alternativas transversales con amplio apoyo parlamentario y social.
Todas las propuestas son legítimas, por supuesto, pero la apuesta independentista ya ha mostrado sus límites. La pugna insomne entre ERC y Junts los condena a la esterilidad en el terreno de la gobernanza, como se ha visto esta última legislatura. Además, ahora ya no sirve aquello que se repetía durante el procés, primero hagamos la independencia, luego ya debatiremos del país que queremos construir. No se trata solo de salir del hoyo, también tenemos que decidir hacia donde queremos dirigirnos.
Los retos de futuro son inmensos, sobre todo por el largo período de empantanamiento sufrido. Catalunya necesita que las fuerzas progresistas trabajen en la reconstrucción. Ningún partido por si solo dispone ni dispondrá después del 12M de la auctoritas para gobernar en solitario.
Soy consciente de que en campaña aumentan las alergias, como en primavera, a pronunciarse sobre las alianzas futuras. Aunque la transparencia es muy sana y exigible democráticamente, no pretendo que los partidos se desnuden en público antes del 12M. Me conformo con que sus actuaciones de hoy no hipotequen, por acción u omisión, la construcción de una alternativa que nos aporte la auctoritas que necesitamos para salir del empantanamiento.