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Opinión - ¿Misiles para qué? Por José Enrique de Ayala

Abramos los ojos de una vez

“No tocaré la sanidad, la educación, las pensiones”, eso es sagrado, dijeron. Y las tres cosas están en liquidación. La sanidad pública se privatiza, se trocea, se degrada; se regala a empresas privadas para que hagan negocio con ella. La educación pública se degrada también hasta niveles inimaginables. Miles de niños y niñas no tienen libros, cientos de miles de estudiantes universitarios tienen que abandonar la carrera que estudiaban por no poder pagarla; se reduce el número de profesores, la educación que se ofrece es de mucha peor calidad y mientras, los colegios concertados reciben más dinero, terrenos, prebendas de todo tipo. El sistema público de pensiones comienza también su liquidación y no se hace por ahorrar, sino porque es un negocio enorme en el que todavía no han metido mano las financieras. Los bancos que han quebrado por su mala gestión, que han timado, estafado y especulado reciben subvenciones de cientos de miles de millones a fondo perdido y sus responsables, lejos de ir a la cárcel, son contratados como “asesores” de no sé sabe qué por cientos de miles de euros. El paro crece, el despido se abarata y se facilita. La vivienda sigue siendo un bien inalcanzable para la mayoría y los que no pueden hacer frente a las deudas contraídas con engaños son expulsados de sus casas. La pobreza se extiende por millones de hogares.

Miles de personas a las que se les han robado sus ahorros mediante el timo de las preferentes ven cómo Europa impone su pérdida como una exigencia. Multan a quienes acuden a las manifestaciones y han aumentado las penas para todos los delitos que pueden cometer los pobres, mientras que indultan y alivian o hacen desaparecer cualquier delito que cometan los ricos. Imponen los postulados de la iglesia en cuestiones que la sociedad no comparte como el aborto; imponen un antifeminismo reclamado por la iglesia. Pero, además, el presidente del gobierno desprecia al Parlamento, miente sin pudor, desprecia a la democracia, no contesta preguntas, gobierna como un déspota. Él y todos sus ministros/as se ríen de la gente, desprecian nuestros problemas, son provocadores y ofensivos, su desprecio de clase es evidente. La corrupción es endémica simplemente porque no les importa, los imputados no dimiten y siguen cobrando, los sueldos de banqueros son insoportables...El presidente del Gobierno y sus ministros y ministras son mentirosos y unos miserables que están aprovechando la crisis para imponer un programa neoliberal que hace las delicias de los empresarios y de los poderosos y que era desde el principio su verdadero y oculto programa de gobierno.

Pero esto va mucho más allá del gobierno del Partido Popular y si nos negamos a verlo nos estaremos engañando. El PSOE, o el PSOE más IU, tienen un talante, un “corazón” mucho más democrático y popular, sin duda alguna. Y esto afecta de manera muy importante a la vida cotidiana de la gente; es importante no sentirse insultado y despreciado por los que gobiernan. Sus recortes serían más suaves, sin duda, se esforzarían en que las medidas económicas dolieran menos, tratarían de buscar ayudas para quienes no tienen nada; de paliar la desesperación. Y no impondrían medidas que no vienen impuestas por ninguna autoridad europea y que suponen importantes retrocesos en derechos fundamentales, como todo lo que tienen que ver con los derechos de las mujeres o las minorías. No minimizo estas diferencias que son muy importantes. No son iguales, pero al mismo tiempo sí lo son. Abramos los ojos de una vez. Los votantes de IU, del PSOE e incluso votantes conservadores pero demócratas tienen que asumir la realidad. Estamos económicamente intervenidos, desde Bruselas nos dan órdenes, no recomendaciones. La democracia está intervenida también porque las órdenes de la Troika, del poder financiero, no pueden desobedecerse...a no ser que se desobedezcan y con la democracia como bandera se encuentre una manera de romper con este sistema. Porque el capitalismo financiero y la democracia se han demostrado incompatibles. Abramos los ojos de una vez y no hagamos como que no nos enteramos de lo que pasa alrededor: el gobierno de izquierdas de Holanda ha dicho que el estado del bienestar es insostenible y que comienza con los recortes. Hollande, que tantas esperanzas despertó, no ha osado levantar la voz a los que mandan, ni un poquito, y está recortando también, si bien más suavemente. La (ex) socialdemocracia alemana puede gobernar con Merkel y nadie nota la diferencia, en Italia la llamada izquierda gobierna con el partido de Berlusconi y la única diferencia es que aquellos parecen sexualmente más controlados y menos dados a hacer el payaso. El capitalismo financiero está acabando con la democracia y lo que antes llamábamos izquierda está desaparecida porque se ha quedado sin espacio en este sistema. Este sistema de partidos es nada, estos partidos son nada, gestores, empleados, y cuanto antes nos demos cuenta mejor.

En realidad, lo dijo Julio Anguita y tenía razón, la simple intención de poner en práctica la Declaración Universal de los Derechos Humanos es ahora un objetivo revolucionario que la Troika ha proscrito. Si queremos cambiar algo sólo es posible desde un discurso político que proponga refundar Europa desde la ciudadanía, desde abajo, y no como se ha hecho hasta ahora desde arriba. Esta Europa nos ahoga y destruye nuestras vidas. Visto desde una perspectiva global europea, e incluso internacional, el juego de nuestros partidos es cansino e insustancial, si miramos alrededor vemos que el emperador está desnudo, que no tiene con qué cubrirse, pero con eso nos vienen distrayendo. Sin ruptura, sin mencionar la posibilidad de desafiar al capitalismo financiero, la democracia se muere, como cualquier posibilidad de bienestar. Yo tampoco sé cómo se hace. Tendremos que encontrar la manera.