Abre los ojos

La única Economía que conocemos es aquella cuyo objetivo es el crecimiento.

¡La felicidad es otra cosa!

¿Acaso alguna vez nos preguntamos cómo repercuten nuestras decisiones

de consumo en el resto de países o en el nuestro propio?

¿Cómo repercuten en la naturaleza, en los derechos humanos?

¿Hemos espabilado ya o todavía nos quedan más tortas por recibir?¿Habrá servido esta crisis, tan dolorosa y dramática para algunas familias, para aprender algo?¿O todavía volveríamos a pisar en las mismas arenas movedizas?

Desde el gobierno de Aznar, ¡todo iba bien! Muchos se frotaban las manos, unos desde el gobierno, la banca o su posición de empresario privilegiado, y otros especulando.

De todos estos ya nos esperamos cualquier cosa ¿verdad? No son muy de fiar que digamos. Pero es que en el grupo de los especuladores estamos incluida toda la ciudadanía. Bueno toda no, perdón: toda aquella que en vez de ver la vivienda como un derecho para todos ha aprovechado la situación para comprar y vender más caro, con las “sobras” del crédito hipotecario costearse un coche o unas vacaciones, para lucir de nivel de vida ante el vecino, etc. ¿Os dais por aludidos? Entonces va por vosotros: ¡La felicidad es otra cosa!

La única Economía que conocemos es aquella cuyo objetivo es el crecimiento. Hay que expandirse, buscar nuevos mercados y afianzar los conocidos, hay que aumentar la productividad, tener más, ganar más, comprar más…!Qué estrés! ¿Pero dónde narices hemos llegado? Ya ni siquiera somos capaces de reconocer esas pequeñas cosas que nos alegran y nos hacen ser mejores.

Con esta creencia dogmática dominante, los que acaparan el poder se lo montan muy bien. Intentan hacer creer a todo ciudadano que los asuntos de economía y política son cosa de ellos, que los demás no tenemos ni idea y debemos hacerles caso si queremos vivir bien. Pero, ¿qué es para ustedes vivir bien? Ah sí, crecer. ¿Hacer crecer vuestras carteras, cuentas corrientes y posesiones a nombre de toda vuestra familia?

Y qué decir del 'gran jefazo', el sistema financiero, que utilizando informaciones a medias y sin dejar claras a los ciudadanos las condiciones de sus contratos, se ha reído en la cara de familias que ahora como consecuencia se encuentran en una trama de difícil desenlace. Y ante este poder que adquiere la economía financiera, ¿en qué posición queda la economía real? No olvidemos que la crisis financiera del 2008 fue la que dio paso a la crisis real, y no al revés.

Se ha demostrado además la autonomía de la banca respecto a operaciones vinculadas con el sistema productivo. La bolsa de valores es suficiente para que la banca permanezca a flote. Da miedo. Que yo sepa, los bancos no nacieron para esto. Además, la banca ha sido rescatada a pesar de sus engaños y los de siempre han vuelto a sus beneficios desorbitados, impunes por todas las consecuencias de sus decisiones, sin asumir ninguna responsabilidad y más forrados todavía si cabe. ¡Es de locos! Después de todo, 'el gran jefazo' sigue dando jaque a todo agente que le plante cara.

Por otro lado, en este círculo de crecimiento y especulación sobre el que se sostiene la economía, ¿cómo hacer llegar la idea de que no necesitamos casas de lujo, ni coches con mil y un accesorios que solo demuestran “estatus”, ni vacaciones en resorts que solo nos alejan de la realidad y encanto natural de un país? ¿Por qué no ser en vez de aparentar?

Cuando era niña las vacaciones eran para mí quince días en playas saturadas, restaurantes a rebosar, hoteles invadiendo la tranquilidad de la costa. Vamos, que más que buscar tranquilidad y relajación, tenías que buscar un hueco. Una vez visto lo visto, yo busco playas donde no ha llegado todavía el Mc Donald´s y el disfrute es el doble.

He aprendido que si nos damos a nosotros mismos lo que realmente necesitamos como seres humanos que somos; si nos sentimos bien con lo que hacemos y notamos como nos llena y nos gratifica; si conseguimos hacer más positivo nuestro entorno y el de la gente que nos rodea; si somos creativos y nos damos una oportunidad, la felicidad sale desde nuestro interior. Y esta felicidad es de verdad, no depende de coches, de pisos, de riqueza ni de estatus que demostrar ante nadie.

Si poco a poco somos capaces de interiorizar esto y cambiamos la dirección de nuestras decisiones, otro mundo distinto y mejor nos espera seguro; si seguimos por este camino de explotación de la naturaleza, de las personas y de todos los recursos, tenemos fecha de caducidad, nosotros junto con el planeta que nos acoge y aguanta de momento.

Suena muy sencillo, pero cómo explicas esto a alguien con un pensamiento “multinacionalista” como parte de su personalidad. O a magnates de las finanzas, ciegos con los futuros, derivados, commodities y demás lastres de la sociedad.

Se me ocurre que se podría iniciar “la nueva era del Tour de los Ricos”. Sí, como en los cincuenta, pero con destinos un poco distintos, un tour a la cruda realidad. Vacaciones con hipoteca incluida al paro laboral, con dos hijos y algún familiar más al cargo. A las favelas de Brasil, a descubrir la cara opuesta del bonito Rio de Janeiro. En fin, un viaje a palpar la realidad de algunas familias, pueblos y países, que nosotros mismos empobrecemos con nuestra forma de vida sin ni siquiera saberlo, que ya se encargan de contarnos las cosas como les viene bien.

Debemos ser conscientes de las desigualdades que estamos creando con nuestras actuaciones, con nuestra despreocupación y falta de responsabilidad social. Y lo estamos haciendo entre todos, los gobernantes por vendernos la moto y nosotros por comprarla. ¿Acaso alguna vez nos preguntamos cómo repercuten nuestras decisiones de consumo en el resto de países o en el nuestro propio? ¿Cómo repercuten en la naturaleza, en los derechos humanos? No se puede echar siempre balones fuera.

Aunque la “hipnosis del crecimiento” todavía afecta a un importante sector de la sociedad, es esperanzador ver que gran parte de la ciudadanía se está levantando del letargo para conseguir un cambio. Como dijo Gandhi: “Si quieres cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo”. Por lo tanto, despertemos de una vez, no podemos pretender ser gobernados sin más. Tendremos algo que decir, ¿O no?

Este artículo refleja exclusivamente la opinión de su autora.