Lo del ministro Wert con los abucheos no es aceptable en una sociedad democrática. Deberíamos rechazar estas faltas de respeto y muestras de intolerancia, que se están volviendo cotidianas. No podemos consentir que el ministro siga abucheando a los ciudadanos cada vez que sale a la calle.
El último capítulo fue en el Teatro Real, el viernes pasado, cuando Wert se asomó al palco y se puso a abuchear a los espectadores: a los estudiantes, a los padres con hijos estudiantes, a los músicos y artistas presentes, y a los ciudadanos en general; todos se llevaron su ración de silbidos e insultos por parte del ministro, que se dedicó a recordar a los presentes los recortes educativos, la reducción de becas o el aumento del IVA a la cultura.
Wert es reincidente, pues lleva todo el curso abucheando a profesores, estudiantes, padres, rectores y trabajadores de la cultura. En cuanto ve una camiseta verde se pone a hacer cortes de manga. Yo mismo, como padre con hijas en colegio público, he sufrido los gritos insultantes del ministro, que me ha abucheado repetidas veces desde emisoras de radio, entrevistas de televisión, la tribuna del Congreso o la mesa del Consejo de Ministros. Cada vez que me ve, me chilla.
Hace tres semanas aun fue más lejos: el ministro faltó al respeto a unos estudiantes, los más brillantes de su generación, a los que abucheó en la entrega de diplomas, gritándoles barbaridades: “¡Me río yo de los que queréis investigar! ¡Venga, largaos a Alemania cuanto antes! ¡Y dad las gracias por haber acabado la carrera, que otros no podrán pagar la matrícula!” Completamente desatado, Wert intentó incluso agarrarlos de la mano al pasar, imagino que para retenerlos y berrearles directamente en la oreja.
Wert no es el único que va por ahí abucheando a los ciudadanos. Otros miembros de su Gobierno, Rajoy incluido, así como presidentes y consejeros autonómicos, y dirigentes del PP, han protagonizado episodios similares en el último año, abucheando a médicos, profesores, afectados por hipotecas abusivas, estafados de las preferentes, y en general a cualquiera que pase por las inmediaciones del Congreso, la calle Génova o las sedes regionales. Hagan la prueba, acérquense a algún gobernante, y ya verán cómo se llevan una pitada.
Hasta los miembros de la Familia Real empiezan a cogerle el gusto a ofendernos ruidosamente. Hace unos días el Príncipe y su mujer entraron en el Liceu de Barcelona y, nada más sentarse en el palco, se pusieron a silbar y a gritar a los incrédulos espectadores: “¡Que sepáis que pensamos seguir viviendo del cuento muchos años! ¡Y no daremos explicaciones por los escándalos de la Infanta, Urdangarín, Corinna, la cuenta suiza del rey o los elefantes muertos! ¡Voy a reinar porque soy hijo del rey, chupaos esa! ¡Ajo y agua, republicanos! ¡Y si sois independentistas, dos veces ajo y agua!”
Incluso la reina, tan modosita que parecía, se ha arrancado a abuchear en un par de ocasiones recientes. Ya que el rey no sale mucho de palacio, se ocupa ella misma de silbar y gritar a los ciudadanos en su nombre, y de recordar que su marido y ella son los máximos representantes de un sistema en descomposición. “¡Viva la Transición!”, se la oyó chillar en el Auditorio el sábado.
Parece previsible que los abucheos de gobernantes a los ciudadanos vayan a más en los próximos meses. Imagino que no podrán resistirse, y cada vez que acudan a inaugurar o visitar algo, aprovecharán para abuchear a todo el que se acerque, lo mismo estudiantes que parados o pensionistas. Habrá que armarse de paciencia.