Los acosadores no pueden salir triunfantes
Es tan estruendoso el ruido que ya es difícil seguir el hilo de los hechos sustanciales. El avispero se ha revuelto ante el anuncio de Sánchez de meditar si dimite por el acoso que sufren su mujer y él, según argumentó en su Carta a la Ciudadanía. Tiempo de espera hasta el lunes que se llena con un cúmulo agobiante de especulaciones. Alguna estará en lo cierto. O no. La crisis es profunda, eso sí se ve claro. Pedro Sánchez quiere marcharse, se asegura. O quedarse muy reforzado con los apoyos que sin duda está logrando. Pero, como ya comentamos, esto no va solo del Presidente Sánchez; afecta a toda la sociedad. A la democracia.
Tan claro como la magnitud de la crisis es el fondo que la impulsa: las turbias acciones judiciales y mediáticas que, al servicio de tumbar un gobierno para poner otro (de la derecha), dan la definición del golpismo. Hemos visto tanto destrozo democrático ya, tanto daño a políticos molestos al objetivo; hemos avisado hasta quedar afónicos. Y un día estalla todo por los aires. Fue demasiado aguantar sin hacer nada. Y habrá que ponerse a ello porque esto no termina aquí, sea como sea su conclusión.
Pase lo que pase el lunes, hay que acabar con el golpismo judicial y mediático que da alas al político. Y esto no lo pueden hacer los propios desestabilizadores. La derecha extrema española está deslegitimizada para operar ningún cambio en la limpieza democrática y, por tanto, no puede conseguir su propósito y consolidar su victoria en el gobierno de la nación. No, sin una regeneración profunda que no lleva camino alguno de intentar dado que cada año que pasa –desde la presidencia de Aznar– agudiza su deterioro. Y desde luego como resultado de las urnas, no de estas labores de acoso y derribo insufribles para toda la ciudadanía. Esa desesperada agresividad por conseguir lo que los votantes no les dan.
El anuncio de Sánchez les ha estimulado aun más. Aguijonean con saña desde todos los puntos de acción. Ese señor de Galicia que vislumbra un hueco para lograr poner el pie en La Moncloa que le negaron las urnas y su incapacidad para otro pacto que no sea con la ultraderecha oficial anda hasta eufórico en sus insultos. Sus mandados se desperdigan por diferentes rincones –dando turbia nota de sí mismos– e incluso esos pobres diablos que forman su ejército de tontos útiles. Por no faltar, ni un obispo, de púrpura y blonda, a caballo, hablando de egos.
Lo insostenible es que cambien gobiernos quienes actúan a manera de mafias políticas, mediáticas y judiciales. Y está ocurriendo, más en tiempos de debilitamiento profundo de la democracia. Entre otros muchos casos, ha pasado hace nada con el presidente socialista de Portugal, Antonio Costa. Pasó a niveles máximos con Lula en Brasil, al punto de hacerle cumplir prisión. Ambos han apoyado a Sánchez, Lula le dice que no dimita.
Sánchez y su familia son víctimas de esa mafia que pretende torcer la legalidad con males. Lo nuevo de hoy es que el Gobierno de Rajoy, desde, usando los recursos del Estado, encargó al comisario corrupto Villarejo espiar supuestos negocios del padre de Begoña Gómez para usarlos “cuando hiciera falta”. Nada más ser elegido Secretario General del PSOE. Querían tenerlo “para cuando haga falta”. Así funciona el PP, y es ese PP el que quiere gobernar como sea. Es gentuza a borrar de la vida pública.
A estas alturas del intenso viento de rumores e informaciones, se diría que el hartazgo de Pedro Sánchez es profundo y cierto. La dimisión por amor parece, desde luego, incompleta. Se intuye que está sufriendo además algún tipo de presión, fruto de errores o imprudencias. La máquina del fango lanza especulaciones a paladas. Sea lo que sea, conviene insistir que difícilmente se encontrará en el Planeta Tierra gente más sucia y corrupta que la derecha extrema española en todas sus ramificaciones de acción. A niveles al menos de lo peor que haya por ahí fuera. Y cada vez que acceden a las llaves de las cajas el problema se incrementa. Y esto viene tan de atrás que tenía que llegar un momento como éste. No fue buena idea mirar para otro lado cuando herían a otros, pero siempre hay tiempo de ponerse a la tarea. Y hay que hacerlo. Ponerse desde cada lugar en donde uno esté: el que pueda hacer que haga pero por la limpieza y la democracia, no por el odio, el trinque en su caso, y la trampa. Es imperiosa la necesidad de limpiar hasta alcanzar la certeza de que no pueda volver a suceder con tanta facilidad al menos.
La justicia contaminada es uno de los grandes pilares de esta degradación democrática. Y exige medidas radicales, más que sabidas, cuya puesta en práctica es inaplazable. La renovación del Poder Judicial con una nueva mayoría es obligada y ya. No estaría de más pedir cuentas al Comisario Europeo Reynders que. viendo la maniobra del PP en su negativa a soltar el control, ha terminado lavándose las manos.
El otro punto fundamental es la desinformación. Somos muchos ya los periodistas que nos venimos quejando del papel dañino de la manipulación y los bulos que degradan nuestra profesión (que no es la que ellos ejercen). No se cosechan muchos premios, ni empleos, ni reconocimientos por esta crítica, pero es imprescindible. Y ha llegado el momento de -colectivamente, en un gran movimiento- protestar, rechazar el golpismo mediático, exigir limpieza y el cumplimiento del Derecho a la información de los ciudadanos: Los gobiernos se eligen en las urnas. El acoso a Begoña Gómez, esposa de Pedro Sánchez, ha llegado a una situación límite, antes hubo otros y ahora mismo siguen en la brecha para continuar las cacerías. Esto no puede seguir así. Hay que arbitrar medidas para la limpieza de la financiación de todos los medios y en particular de la fachosfera mediática, generosamente regada con nuestros impuestos desde gobiernos del PP, como hace –profusamente– el de Madrid, con éxitos visibles. No espere Sánchez que, si se va, cesa el acoso. Son como una jauría rabiosa a la que le cuesta soltar la pieza cuando la tiene entre los dientes.
Ojalá los apoyos que está recibiendo Pedro Sánchez de gente honesta le decidan a permanecer en la presidencia del Gobierno y no dar la baza de su derrota a sus enemigos. Mejor quedarse, acometer toda la obra necesaria y en todo caso emprender luego tareas más tranquilas en el concierto internacional. Primero, el compromiso con los ciudadanos y la democracia que pasa por no entregarlos a los desestabilizadores. Eso para un demócrata siempre merece la pena.
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